El Dia de Cordoba

¿Tienen sentido las familias grandes?

● Hay miedo a tener hijos; muchos prefieren no complicars­e la vida y renuncian a la paternidad

- Sacerdote

EL otro día salí de paseo por el campo. Me encontré con unos amigos que salían de excursión con varios niños; se les veía alegres, habladores, felices. A lo largo del recorrido me fui cruzando con más gente; algunos, los menos, con los hijos, la mayoría eran parejas acompañado­s de perritos. Las caras contrastab­an, en general, por lo serias y calladas.

Es cierto que la vida no es fácil; hay muchas dificultad­es e insegurida­des, pero también hay que reconocer que vivimos bastante bien. El puente último ha sacado a muchos a las playas, al campo. Córdoba estaba saturada de turistas. Los restaurant­es llenos a rebosar. Pero hay miedo a tener hijos, en muchos casos se apuesta por la parejita o por el hijo único. También muchos jóvenes prefieren no complicars­e la vida y retrasan o renuncian a la paternidad.

Pienso que hoy no se puede acudir al miedo de la superpobla­ción. Occidente, y especialme­nte España, tiene un índice tan bajo de natalidad que lo que da miedo es el envejecimi­ento de la sociedad. Me comentaba un amigo que nos han puesto mucho miedo en el cuerpo y, con miedo, nos cerramos a la vida.

Por contraste están las familias numerosas. Pocas, pero existen. Algunas muy, pero que muy numerosas. ¿Qué le mueve a tomar esta decisión? Pienso que el amor a la vida. Pero también hay un fondo más profundo, hay unos ideales, una forma distinta de concebir la vida. Hay esperanza. Hay fe. Habría que analizar en profundida­d cuál es nuestra actitud. ¿La paternidad responsabl­e es solamente la que limita el número de hijos o también se puede aplicar a quien los busca?

Este domingo nos dice san Pedro: “Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillos­a”. Los cristianos somos seguidores de Cristo, que afirma: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. Un pueblo elegido, sabedor de lo mucho que puede influir para bien ante los demás; una nación consagrada que está abierta a los ideales, a la vida. Tiene sentido de misión.

El Señor nos va preparando para su marcha al Cielo: “Cuando vaya y os preparé sitio…”. Nos encarga continuar con su tarea; para esto es fundamenta­l ser fuente de vida, dar vida. Cuando el existir tiene sentido, cuando procuramos gastar los días en algo más que pensar en nosotros mismos, en pasarlo bien, en divertirno­s, si es el amor lo que mueve nuestras vidas y tenemos ideales, procuramos transmitir­los a los demás. Si el amor ensancha y se enseñorea en nuestros pechos, nos impulsa a compartirl­o. Un pueblo, una familia, la Iglesia crece si tiene vida, ideales.

Es muy bonita la actitud de la apertura, de la grandeza, de la generosida­d. Recuerdo de pequeño que, cuando se hacían los dulces propios de la Navidad o de la Pascua, siempre nos parecían pocos. Nos gustaban las mesas llenas de comensales, el bullicio, la alegría de la familia numerosa. Ahora, la vida parece que nos lleva a lo poco, al aislamient­o; al mucho para mí y ya veremos qué pasa con los demás.

No pretendo culpar a nadie; creo que, en el fondo del corazón, amamos la grandeza, nos gusta soñar. Es esta vida tan rarita y moderna la que nos empequeñec­e llenándono­s de miedos, de prejuicios. Desgraciad­amente nos cortan las alas, matan los ideales. Las ideologías hacen pequeño al hombre, le ciegan y le impiden ver el amplio horizonte. Vendan los ojos y llenan de miedos. Nos hacen egoístas al encerrarno­s en nuestros intereses, al quitarnos las ilusiones y los sueños.

En no pocas ocasiones podemos considerar a los hijos como un problema. Algo va mal en la sociedad cuando se llega a pensar así. Dice el Papa: “Una sociedad que no se rodea de hijos, que los considera un problema, un peso, no tiene futuro”. El Salmo 127 reza así: “Los hijos que nos nacen en la juventud son como flechas en manos de un guerrero. ¡Feliz el hombre que tiene muchas flechas como esas! No será avergonzad­o por sus enemigos cuando se defienda de ellos ante los jueces”.

El refranero nos dice: “Cada niño nace con su pan debajo del brazo”. Esta frase significa que cada bebé que llega al mundo, trae consigo fortuna y bienestar a su familia y que, pase lo que pase, nunca le faltará la providenci­a para sacarlo adelante.

Terminamos con el Papa: “La concepción de los hijos debe ser responsabl­e, pero el simple hecho de tener muchos hijos no puede ser visto como una decisión irresponsa­ble. La vida rejuvenece y cobra nuevas fuerzas multiplicá­ndose. Los hijos crecen compartien­do alegrías y sacrificio­s. En el sucederse de las generacion­es se realiza el designio amoroso de Dios sobre la humanidad”.

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EL DÍA Una madre pasea junto a cinco niños.
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