El Dia de Cordoba

“Nuestras armas son la mentira, el engaño y la extorsión”

- Melchor Mateo

–Usted ha escrito una trilogía que ha tenido su final con ¿Se ha jubilado Julián Roig, el personaje protagonis­ta de la misma?

–Para nada. Hay que decir que en vista del éxito de la primera novela, Operación El Dorado Canyon, la editorial me pidió que hiciera otra y escribí El Muro, de la parte de Checoslova­quia, y entonces ya me solicitó que cerrara la trilogía. Yo le tenía prometido a la familia Manglano este libro, para reivindica­r su figura y su obra, el hombre que fue el artífice del moderno servicio de Inteligenc­ia.

–¿Y ahora qué?

–La editorial me dijo que tenía otro proyecto para mí, para escribir de otras cosas. Yo tuve mucho éxito empresaria­l en Castellón con el tema de la fábrica de azulejos de la familia Michavila, que estaba en la ruina, y la puse en beneficios y esa experienci­a querían que la contara. No sería como una novela, sino como una especie de libro de consejos sobre cómo llevar una empresa. Pero a mí me gusta más lo mío y tengo en la cabeza una novela sobre un tema que fue muy importante en la lucha contra la ETA y que inicialmen­te se llama Sokoa, el mayor arsenal de armas incautado a la ETA y que fue una operación entre la CIA, el Mossad y el Cesid. Me gustaría escribir sobre eso. –¿Se ha puesto de moda el género de las novelas de espías?

–Estamos rompiendo moldes. De hecho, salgo en la portada de la revista Publisher Weekly, donde me hacen una entrevista bastante extensa y ahí lo que se habla es del género de espías español, porque hasta ahora bebíamos del mundo anglosajón con Forsyth, Le

Carré y todo estos magníficos autores. Ahora hay un compañero que todavía está en el CNI y que firma con un seudónimo, Pablo Zarrabeiti­a y ha escrito ya dos novelas, Carmen Posadas, Vicente Vallés y estoy yo. Parece que está despertand­o el género de espías en España. Ahora lo que tiene que despertar es el cine de espías en España.

–Aunque en los libros hay algo de ficción, los hechos que se cuentan son reales y los ha vivido en primera persona. Cualquiera que lea sus libros puede pensar que su vida ha sido muy emocionant­e. ¿Corremos el riesgo de mitificar su profesión?

–Evidenteme­nte. Pasamos miedo y yo he pasado miedo por mi familia porque yo he recibido amenazas directas para mí y para ellos. Cuando te eligen para un trabajo de estos, los que se fijan en ti saben que tienes que tener ciertas cualidades. La inteligenc­ia emocional, la empatía, dotes teatrales porque estás representa­ndo papeles con nombres y profesione­s distintas y esa verdad tuya la tienes que mantener ante quien sea.

–Una gran memoria y una gran concentrac­ión.

–Mucha concentrac­ión. En Madrid, en una cafetería, yo estaba esperando a una persona y estaba allí otra que me conocía por un nombre distinto y entonces me tuve que ir porque la podíamos liar. Yo iba a la Comisaría General de Documentac­ión con dos fotos de carné y el policía específico que nos conocía y me preguntaba que ahora cómo me iba a llamar y qué profesión tenía y dónde vivía y eso cambiaba siempre. Volvía del viaje, se lo entregaba y al siguiente volvía a ir.

–¿Ha sido muchas veces Julián Roig?

–No muchas, pero algunas veces sí.

–¿No cree que la ciudadanía puede tener la percepción de que hacen cosas como agentes secretos que están al margen de la ley?

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