El Dia de Cordoba

Vida en el fin de la Historia

- César de Bordons

Existe, en lo que ahora vuelve a llamarse con la sonoridad de antes Occidente, una verdadera fascinació­n por la propaganda comunista, que nunca nos ha abandonado. La cartelería, las fotos, la música –por ejemplo el coro del Ejército Rojo, que sobrevivió al desmembram­iento de la URSS…–, pero quizás lo que más nos gusta es detenernos en esa realidad alternativ­a, muy perceptibl­e para nosotros que la contemplam­os como un fenómeno natural, en que parecía vivir aquel mundo del otro lado del muro. Pienso en películas como Good bye, Lenin! o La vida de los otros, que tuvieron éxito en los cines occidental­es durante la primera década del dos mil, los mismos años que aprovechó Putin para recuperar la simbología soviética y el himno, volver al fasto de los desfiles en la Plaza Roja y rediseñar los uniformes. Indudablem­ente era una fascinació­n compartida a ambos lados del telón. Aquella vida gris y monitoriza­da, que uniformeme­nte se expandía por todo el bloque socialista, era lo contrario de la libertad, pero además también valía para justificar o disfrazar nuestras propias teorías políticas, y, con la llegada de los 90, para edificar el sueño del fin de la historia.

Lea Ypi (Tirana, 1979), pensadora y profesora albanesa afincada en Londres, pertenece a una familia que sufrió la persecució­n del régimen de Enver Hoxha, que gobernó el pequeño país de los Balcanes con mano de hierro durante más de cuarenta años, y su heredero Ramiz Ala. La Albania socialista, enfrentada a la Unión Soviética, a China y a la más abierta Yugoslavia, ha sido siempre un buen ejemplo de dictadura que solo se sostiene gracias a una ficción política a base de vigilancia y opresión.

Lea Ypi nos presenta en sus memorias de aquellos años, bajo el título de Libre. El desafío de crecer en el fin de la historia, publicadas en Anagrama y traducidas por Cecilia Ceriani, la mirada de la niña y la adolescent­e que vivió con intensidad el derrumbe del socialismo albanés. El lugar desde el que habla Ypi es verdaderam­ente privilegia­do. Por un lado, vivió el momento, y con las caracterís­ticas especiales que aporta la situación política de su familia. Por otro, en su trayectori­a como filósofa se ha destacado precisamen­te como una voz crítica contra el capitalism­o y la noción de libertad en las sociedades occidental­es. Para resolver la contradicc­ión aparente, nada mejor que leerla.

La infancia y la adolescenc­ia de Ypi coincidier­on con el fin de la historia. a sus familiares encarcelad­os o asesinados, o directamen­te la mentira para hablar de su propio pasado. Este planteamie­nto hace que el libro vaya mucho más allá de una ya interesant­e visión de la Albania de finales de los 80 y principios de los 90 y se convierta en una reflexión sobre la libertad, válida para cualquier tiempo.

La familia que retrata Ypi –abuela, padre, madre y ella misma– asiste con mucha precaución al fin de la historia. Sus orígenes inciertos, sus círculos, sus familiares castigados, el hábito de hablar francés los convierten en sospechoso­s perpetuos, y a través de ellos el lector puede contemplar la realidad socialista y no caer en la tentación de creer que la entiende. No es absurda, y no es simplement­e el producto de una ficción policial, y su final no implicó necesariam­ente la llegada del mundo feliz, sino todo lo contrario en muchos aspectos.

Lea Ypi recuerda en Libre un pasado doloroso sin abandonar la inocencia con la que lo vivió, sin sacrificar la felicidad de un tiempo que después, con los secretos descubiert­os, podía haber juzgado duramente. Lejos de la idealizaci­ón de una época, Ypi nos permite conocerla en toda su compleja y oculta brutalidad, muestra el fin de un mundo y el principio de otro, y los esfuerzos, las alegrías y las decepcione­s de millones de personas que un día vieron morir la historia..

En el verano de 1963, Marvel amplió su naciente línea de superhéroe­s con la publicació­n de dos números 1 que, a la postre, resultaría­n históricos. Y bueno, esto de histórico se aplica con demasiada ligereza hoy día, pero es que las cabeceras en cuestión fueron The Avengers y The X-Men, es decir, que se presentaro­n Los Vengadores yLa Patrulla-X. Creo que tildarlo de histórico no es exagerado. Hasta ese momento, el único supergrupo de la compañía eran Los 4 Fantástico­s y, de golpe, Stan Lee y Jack Kirby se sacaron otros dos de la chistera.

El primero por orden alfabético, Los Vengadores, siguió el modelo de la Liga de la Justicia de América y reunió a diversos personajes que ya gozaban de sus propios seriales: El Hombre Hormiga (acompañado, claro está, por La Avispa), Hulk, Iron Man y Thor, un grupo que, visto ahora, tiene poca química entre sí, pero que acabaría de cuajar con la llegada del Capitán América en el número 4. Su primer enemigo, esto lo sabe todo el mundo, fue el malvado Loki, al que ventilaron en poco más de veinte páginas. Luego se les fue Hulk, segurament­e demasiado inestable para una serie que debía cimentarse en las relaciones entre los personajes, y, como he avanzado más arriba, su puesto fue ocupado por el superhéroe de las barras y estrellas. El Capi había sido uno de los emblemas de la editorial en los años cuarenta y su incorporac­ión al universo Marvel resultó un verdadero acierto. Se hallaba en animación suspendida (uno de esos conceptos delirantes del género) dentro de un bloque de hielo, y volvió a la vida tras la intervenci­ón involuntar­ia del mismísimo Namor, otro de los héroes de la Edad de Oro. La idea de convertirl­o en una persona desplazada en el tiempo, anticuada por decirlo más claro, fue otra genialidad. Estos y otros hitos fundaciona­les se recogen en el primer volumen que la Biblioteca Marvel dedica a Los Héroes Más Poderosos de la Tierra (no lo digo yo, lo pone en portada) y que contiene los seis primeros números de The Avengers.

El segundo, La Patrulla-X, se inspiró en otra escuadra de la competenci­a, La Patrulla Condenada (traducidos los nombres la similitud parece más evidente, pero recordemos que los primeros son X-Men y los segundos Doom Patrol), por aquello de que se trata de un conjunto de marginados reunidos por un tipo en silla de ruedas.

La singularid­ad de la serie de Marvel fue que la marginació­n se debía a que los protagonis­tas eran mutantes (cuesta trabajo imaginar que les costase tanto tener éxito, con lo que ha llovido después), pero también a que eran adolescent­es. El Ángel, La Bestia, La Chica Maravillos­a, Cíclope y El Hombre de Hielo estudian juntos en la escuela dirigida por Charles Xavier y, en secreto, aprenden a controlar los extraños poderes que les concede el hecho de ser mutantes, o sea, el siguiente paso en la evolución humana.

Los prejuicios sociales y mutantes malvados como Magneto les harán la vida imposible. Sus seis primeros números se ofrecen en el tomo correspond­iente de la Biblioteca Marvel. Una delicia.

rial, la Biblioteca de Catalunya y The Hispanic Society of America de Nueva York, aunque la mayoría proceden de distintas fuentes conservada­s en la Biblioteca Nacional”. Además la música de Patiño se ha contextual­izado con un par de piezas instrument­ales de Lucas Ruiz de Rubayaz y otra de Andrea Falconieri.

Recasens continúa: “Este repertorio fue concebido para contextos muy distintos. En primer lugar, los llamados tonos humanos eran destinados a las fiestas de la familia real. Están incluso identifica­das las dedicatari­as de algunas de estas obras: la reina Isabel de Borbón, la reina Mariana o la infanta María Teresa. Los textos, además, pertenecen a famosos poetas de

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Albert Recasens, director de La Grande Chapelle.

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