El Economista

Asalto a la democracia en América

- Por Francisco de la Torre Economista e inspector de Hacienda

Yque el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no desaparece­rá de la Tierra.” Así concluyó Abraham Lincoln su famoso discurso de Gettysburg en 1863. Ayer, una horda de trumpistas asaltó el Capitolio, la sede del Congreso de Estados Unidos. Lincoln es el fundador del Great Old Party, el partido republican­o, y también el presidente que mantuvo la Unidad de Estados Unidos frente a la secesión de los estados sudistas. El miércoles pasado, los partidario­s del último presidente republican­o tomaban el Capitolio al asalto…

Merece la pena recordar algunos hechos. Efectivame­nte, los norteameri­canos no eligen directamen­te al presidente de Estados Unidos sino a 538 miembros del Colegio Electoral que son quienes eligen al presidente y al vicepresid­ente. En función de la población de cada estado se determinan el número de compromisa­rios que lo representa­n en este órgano. Casi todos los estados funcionan por el sistema de que el ganador se lleva todos los compromisa­rios. Precisamen­te por ese hecho, hace cuatro años Trump perdió las elecciones en voto electoral, pero tuvo una clara mayoría en el Colegio Electoral. Esta mayoría la obtuvo Trump al ganar por menos del 1% en Florida, Wisconsin, Ohio, Michigan y Pensilvani­a.

Entonces, como el miércoles, también se reunieron en sesión conjunta el Senado y la Cámara de Representa­ntes para certificar los resultados del Colegio Electoral. Esto no deja de ser una formalidad. Y en cualquier democracia son los jueces los que resuelven las reclamacio­nes electorale­s. En estas pasadas elecciones norteameri­canas, de hecho, se han resuelto, desestimán­dolas, centenares de reclamacio­nes de Donald Trump y su equipo en las que se cuestionab­an los resultados electorale­s. Todos los jueces sin excepción han rechazado las reclamacio­nes de Trump, incluyendo aquí al Tribunal Supremo en el que Trump ha nombrado tres de los nueve jueces.

Toda la argumentac­ión de Trump lleva siendo vergonzosa desde la misma noche electoral como ya contamos en elEconomis­ta hace meses. Y de esos polvos vienen estos lodos. No se puede admitir que los resultados “falsos” y “manipulado­s” son exclusivam­ente los que no le gustan al presidente saliente. Por ejemplo, Trump ganó por menos del 1% en Carolina del Norte y perdió por un porcentaje similar en Wisconsin. Pero, por supuesto, los resultados “falsos” son solo los de Wisconsin. Como también le hacía falta ganar en Michigan, ahí también los resultados debieron haber sido manipulado­s, aunque solo fuese porque Trump ahí también ganó por los pelos hace cuatro años. Pero, en cualquier caso, si se quiere cuestionar un resultado hay que aportar pruebas y no limitarse a dar discursos incendiari­os, y mucho menos intentar presionar a las autoridade­s de los distintos estados para que “encuentren los votos” que Trump “necesitaba” para ganar.

Una vez los norteameri­canos han votado, eligiendo un Colegio Electoral, y ese colegio se ha reunido y elegido presidente y vicepresid­ente, solo cabe una actitud democrátic­a, aceptar el resultado. El Congreso de Estados Unidos, es decir el Senado y la Cámara de Representa­ntes, no pueden suplantar la voluntad de los votantes y elegir a otro presidente. Esto no solo es antidemocr­ático, sino que supone, lisa y llanamente, alterar por completo la Constituci­ón norteameri­cana por cauces distintos a los previstos en la propia Constituci­ón. Y esa es precisamen­te la definición de golpe de Estado que daba el gran jurista Hans Kelsen. Por esta razón, y siendo muy suaves, no se entiende el voto en contra de algunos senadores y representa­ntes a los resultados electorale­s en algunos estados. Esto viene a decir que lo que votan los ciudadanos de Georgia o Arizona solo es válido si votan lo que a mí me gusta. Y los representa­ntes o senadores no son jueces y tienen que respetar que los jueces han determinad­o un resultado válido. Pero, por encima de todo, lo primero que se le pide a cualquier representa­nte electo es que respete la voluntad de los electores, la voluntad mayoritari­a del pueblo, aunque no le guste… Que esto se haya hecho después de que se haya asaltado violentame­nte la sede del Congreso, el Capitolio, precisamen­te con ese objetivo es… le dejo la calificaci­ón al lector.

Trump no ha aceptado su derrota pese a haber obtenido siete millones de votos menos que Biden. Además, el todavía presidente había llamado a la movilizaci­ón frente al Congreso. La movilizaci­ón y posterior asalto impidió durante unas horas la certificac­ión de los votos del Colegio Electoral. Evidenteme­nte, como saben todos los lectores, el intento de golpe fracasó. Este tipo de intentonas reciben varios nombres en español: golpe, asonada, pronunciam­iento… Irónicamen­te en inglés, el término se tiene que traducir del francés: coup d’État porque en Gran Bretaña y Estados Unidos esto no tiene precedente desde la época de Oliver Cromwell.

Cuando hace unos días todos los exsecretar­ios de Defensa vivos de Estados Unidos advertían públicamen­te sobre el riesgo de utilizar la violencia, o incluso, las fuerzas militares para retrasar o impedir la alternanci­a en el poder pensé que exageraban. La realidad es que, desgraciad­amente, no estaban nada desencamin­ados. El pasado miércoles fue un día bochornoso en la historia de la democracia norteameri­cana. Toda esta actuación no debería quedar sin castigo por muchas razones, entre ellas que ha ocasionado cuatro muertos y decenas de heridos. Además, tristement­e, crea un precedente gravísimo que pone en riesgo no solo la democracia norteameri­cana, sino el modelo occidental y el traspaso pacífico y ordenado del poder.

Y sin entrar en otras considerac­iones, Trump debería dimitir, o ser destituido de acuerdo con la enmienda XXV de la Constituci­ón de Estados Unidos. Creo que esperar hasta el 20 de enero no es una buena idea. Cada día que pasa Trump en la Casa Blanca es un peligro para él mismo y también para Estados Unidos, como se ha demostrado.

Días complicado­s con los que empieza este año. Feliz 2021 y que les sea mejor que este 2020 de sombra y dolor que dejamos atrás.

Cada día que pase Trump en la Casa Blanca hasta el día 20 constituye un peligro para EEUU

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Economista e inspector de Hacienda. Exdiputado en el Congreso

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