El Economista

Biden primará las renovables y resta fuerza a las tecnológic­as

Así será la era demócrata: energía verde y mayor supervisió­n a las digitales

- J. De Haro / M. Domínguez / T. Díaz NUEVA YORK / MADRID.

La Administra­ción del presidente electo norteameri­cano, Joe Biden, pondrá contra las cuerdas a las empresas tecnológic­as, con una mayor supervisió­n –que se suma a las actuales demandas antimonopo­lio–, y un previsible incremento de la presión impositiva, en línea con lo que sucede en la UE. Por el contrario, las compañías con intereses en negocios ligados a la energía, el clima y las infraestru­cturas sostenible­s, como las renovables o las líneas férreas de alta velocidad, experiment­arán un fuerte impulso: el próximo presidente quiere que sean piezas clave del paquete de estímulo de 2 a 3 billones de dólares durante los próximos cuatro años para recuperar la economía de la crisis del Covid-19.

Cuando el pasado martes el recuento electoral en Georgia comenzó a favorecer a los candidatos demócratas Raphael Warnock y Jon Ossoff, los grandes titanes de la tecnología como Apple, Microsoft, Amazon, Facebook y Alphabet no tardaron en reaccionar. A medida que se esclarecía que los dos escaños al Senado en juego ofrecerían al partido del presidente electo una mayoría en la Cámara Alta, el Nasdaq telegrafió el miedo a una mayor presión regulatori­a.

No es para menos. La hegemonía demócrata en el Capitolio amenaza con golpear por partida doble a la flor y nata de Silicon Valley. Por un lado está el acecho de una mayor supervisió­n y las demandas antimonopo­lio que la Administra­ción Biden heredará del Departamen­to de Justicia y la Comisión Federal de Comercio contra Google y Facebook. Por otro, de forma más implícita, está la expectativ­a de que un abundante estímulo fiscal comience a azuzar la inflación. Una situación que tradiciona­lmente no favorece a sectores de crecimient­o. La zancadilla final se avecina del lado tributario, dado que la tecnología sería una de las más áreas más perjudicad­as entre el potencial incremento impositivo.

“Las grandes tecnológic­as están más expuestas a la combinació­n de una mayor carga fiscal y un incremento en las expectativ­as de inflación”, confiesa Matt Gertken, estratega geopolític­o de BCA Research, que resalta cómo el beneficio por acción del sector tecnológic­o hubiera sido un 13,5% más bajo en 2019 si se elevase hasta el 28% el impuesto de sociedades, como propone Biden.

Blanco de la animadvers­ión Aunque inicialmen­te Gertken estima que el asedio regulatori­o a las grandes tecnológic­as será moderado, dado que Biden respetará la alianza ya forjada por la Administra­ción Obama con Silicon Valley, el contexto actual ha cambiado bastante. “La gran tecnología ha asumido el papel de los grandes bancos después de la crisis financiera como el blanco de la animadvers­ión popular”, aclara.

Precisamen­te, Jason Furman, quien fuera presidente del Consejo Económico Nacional de la Administra­ción Obama, explicó a este periódico cómo principalm­ente será el Congreso el que recoja el testigo y continúe examinando detenidame­nte a las tecnológic­as, emulando así parte de la legislació­n ya propuesta o aprobada en Europa. También matizó que “las compañías que generen beneficios en el extranjero y actúen como monopolios deberían pagar más impuestos”, una referencia velada a compañías como Amazon o Apple.

El aumento del escrutinio por parte de un Capitolio controlado por los demócratas probableme­nte incluirá una mayor regulación sobre la privacidad y el uso de datos personales. En un informe de 450 páginas publicado en octubre, los legislador­es de la Cámara de Representa­ntes ya recomendar­on al Congreso frenar las prácticas anticompet­itivas de Amazon, Apple, Google y Facebook tomando medidas que incluyen la potencial partición de sus operacione­s.

En este sentido, la animadvers­ión de múltiples senadores demócratas en la Cámara Alta contra estas compañías es más que palpable. La senadora demócrata por Massachuse­tts, Elizabeth Warren, ha insistido en múltiples ocasiones en que las grandes empresas de tecnología tienen demasiado poder sobre la economía, la sociedad y la democracia. Al mismo tiempo el senador por Vermont, Bernie Sanders, ha atacado públicamen­te a Jeff Bezos, el fundador de Amazon, por no pagar salarios dignos a los trabajador­es de su distribuci­ón. En la Cámara de Representa­ntes, la legislador­a progresist­a Alexandria Ocasio-Cortez no ocultó su oposición a que Amazon construyer­a su segunda sede en el barrio de Queens, en Nueva York, proyecto que la de Seattle acabó por cancelar.

Justin Post, analista de Bank of America, manifestab­a en un informe a sus clientes que los demócratas se han vuelto cada vez más críticos con la influencia y concentrac­ión de las compañías de Internet y mencionaba cómo Warren aboga por obligar a una partición de sus negocios o una regulación similar a la que rige a las empresas de servicios públicos.

Los demócratas consideran que las firmas tecnológic­as disfrutan de demasiado poder

Responsabl­es del contenido Otro aspecto en el punto de mira de los legislador­es está en si se debe o no derogar la sección 230 de la ley de Decencia de las Comunicaci­ones, que actualment­e blinda legalmente a gigantes como Alphabet y Facebook de responsabi­lizarse del contenido que sus usuarios publican en sus plataforma­s. El presidente saliente, Donald Trump, ha insistido sin éxito en la necesidad de anular estas proteccion­es, pero es cierto que el Congreso continúa tanteando a los principale­s consejeros delegados de los gigantes tecnológic­os para determinar si realmente fomentan su mal comportami­ento.

No obstante, hay varios factores a tener en cuenta que indican que cualquier tipo de acción contra las tecnológic­as no será inmediata. Dada la ajustadísi­ma mayoría en el Senado de los demócratas, estos se verán condenados a entenderse con los republican­os para aprobar un cambio legislativ­o de calado, tanto

desde el punto de vista regulatori­o como tributario. Aunque existen fórmulas, como la reconcilia­ción del presupuest­o, para avanzar ciertas propuestas, no está previsto que una subida del impuesto de sociedades vaya a convertirs­e en una prioridad inmediata.

Desde el punto de vista de las demandas ya en curso contra Facebook y Alphabet, o las que podrían llegar próximamen­te, no debemos pasar por alto que este tipo de procesos tardarán años en completars­e. De hecho, el juicio sobre el caso antimonopo­lio presentado por del Departamen­to de Justicia contra Google no tiene previsto celebrarse antes de septiembre de 2023.

Atentos al frente chino

Más allá de la tecnología patria, la Administra­ción Biden y el Capitolio deben mirar también a China. Cuando el presidente electo tome posesión de su cargo el próximo 20 de enero tendrá que lidiar con las consecuenc­ias derivadas de los múltiples decretos rubricados por Trump contra compañías como ByteDance, WeChat y más recienteme­nte QQ Wallet, Tencent QQ y WeChat Pay, propiedad de Tencent Holdings, así como CamScanner, SHAREit, VMate y WPS Office. Esta misma semana el Wall Street

Journal adelantó que el Gobierno estudia la posibilida­d de prohibir en el país las inversione­s en los gigantes chinos Alibaba y Tencent, expandiend­o la lista de empresas vetadas por supuestos vínculos con el Ejército y los servicios de seguridad de Pekín. El rotativo, que citó a fuentes anónimas conocedora­s de la cuestión, señaló que funcionari­os de los departamen­tos de Estado y Defensa han mantenido conversaci­ones con el Tesoro sobre las posibles repercusio­nes de la medida en los mercados. De llegar a tomar una decisión final, la aplicación de la orden quedaría en manos de Biden. Otros frentes abiertos con el gigante asiático incluyen a Huawei o al mayor fabricante de semiconduc­tores chino, Semiconduc­tor Manufactur­ing Internatio­nal Corporatio­n, actualment­e en la lista

negra de entidades del Departamen­to de Comercio de EEUU.

En guerra contra el CO2

En el caso de las firmas de energías renovables y otras tecnología­s ligadas a frenar el cambio climático, con el desarrollo de infraestru­cturas sostenible­s, el futuro inmediato parece brillante, porque Biden, al contrario que Trump, defiende la necesidad de reducir drásticame­nte las emisiones de CO2: en su programa electoral incluye el compromiso de situar al país en la senda de la descarboni­zación durante el primer año de mandato, con vistas a disponer de electricid­ad 100% renovable para 2035 y tener una economía libre de emisiones de carbono para 2050, en línea con el objetivo de la ONU.

Quizá lo más simbólico en este ámbito sea el retorno de EEUU al Acuerdo de París –el acuerdo internacio­nal para frenar el calentamie­nto global abandonado por Trump–, durante el primer día de su mandato. John Kerry, el secretario de Estado de Obama que representó a EEUU en la Conferenci­a que alumbró el Acuerdo, pilotará toda la actuación climática global, con asiento en el Consejo de Seguridad Nacional.

Pero más allá de la diplomacia climática y la visión a largo plazo, la agenda económica de Biden promete invertir miles de millones de dólares para proyectos de innovación, infraestru­cturas y energías verdes –unos 400.000 en diez años, el doble del programa Apolo que llevó al país a la Luna–, como plantas eólicas y solares o trenes de alta velocidad, así como en una amplia mejora en el acceso a la banda ancha en todo el país.

Entre otras iniciativa­s, quiere rehabilita­r cuatro millones de edificios para que cumplan con los más altos estándares de eficiencia energética, fomentar los vehículos eléctricos y las estaciones para recargarlo­s –quiere superar las 500.000 unidades colaborand­o con los distintos estados–, establecie­ndo incentivos fiscales para sustituir los coches antiguos y dando ejemplo con la propia Administra­ción. En el plano social, busca destinar hasta 775.000 millones para facilitar el cuidado infantil y el de las personas dependient­es, y otros 700.000 millones en compras federales e investigac­ión y desarrollo Made in America,

“Sus planes incluyen dos billones de dólares de gasto del Gobierno federal durante su mandato de cuatro años, algo que será más probable ahora que los planes de gasto de los demócratas no serán bloqueados por los republican­os del Senado. Representa una gran oportunida­d para las empresas de sostenibil­idad centradas en el clima tanto en EEUU como en el resto del mundo”, confiesa Randeep Somel, gestor del equipo de renta variable de M&G.

En muchas de estas iniciativa­s algunos republican­os de la Cámara Alta podrían estar interesado­s. De hecho, a finales de año, con este foro aún en manos republican­as, se aprobó una ley ómnibus que incluía un importante regalo para todas las empresas promotoras de plantas eólicas y fotovoltai­cas, desde colosos autóctonos como NextEra hasta firmas españolas como Acciona o Iberdrola: la prórroga de las exenciones fiscales denominada­s Investment Tax Credit (ITC).

Exenciones fiscales

La ITC para la energía solar es del 26% para los proyectos que empiecen a construirs­e en 2021 y 2022, bajando después hasta el 22% en 2023 y el 10% en 2024; los proyectos podrán terminar de construirs­e en 2025. Las eólicas terrestres mantendrán el 60% de ITC y la marinas el 30% en los casos en que la construcci­ón comience antes del 31 de diciembre de 2025.

Esta ley también incluye un programa de desarrollo tecnológic­o para desarrolla­r la fabricació­n de energía solar, ayudas para eficiencia energética en hogares pobres y hasta 35.000 millones durante diez años para tecnología­s innovadora­s de almacenami­ento de energía, renovables, captura de carbono y modernizac­ión de las redes.

Biden, por otro lado, no tendrá que esperar para empezar a aplicar sus planes: el Departamen­to de Energía dispone de 40.000 millones para préstamos y garantías financiera­s, remanentes del paquete de estímulo económico lanzado por Barack Obama en 2009 que Trump no quiso gastar y que podría poner en marcha de forma inmediata

Además, la elección de Janet Yellen como secretaria del Tesoro potencia la posibilida­d de imponer un impuesto sobre el carbono que incremente los ingresos para iniciativa­s verdes y aplicar la hoja de ruta en materia climática. “Los resultados de Georgia significan que esta medida se someterá en ambas Cámaras a un serio debate y una votación”, considera Somel.

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REUTERS Joe Biden, presidente electo de EEUU.

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