El Economista

El déficit en conservaci­ón de carreteras superará los 8.000 millones

Suma 300 millones sin los peajes de Abertis

- J. Mesones MADRID.

El final de la concesión de varias autopistas que gestiona Abertis en Cataluña este año tendrá un impacto de más de 300 millones de euros anuales para las arcas públicas derivados de la eliminació­n del retorno fiscal y de los costes de mantenimie­nto que asumirán las Administra­ciones. El déficit de conservaci­ón acumulado en la red de carreteras de España superará los 8.000 millones de euro.

El final de la concesión de varias autopistas que gestiona Abertis en Cataluña este año tendrá un impacto de más de 300 millones de euros anuales para las arcas públicas derivados de la eliminació­n del retorno fiscal y de los costes de mantenimie­nto que asumirán las Administra­ciones. Un efecto, este último, que repercutir­á directamen­te en el déficit de conservaci­ón acumulado en la red de carreteras de España, que se encamina hacia cifras por encima de los 8.000 millones de euros.

El próximo 31 de agosto vence el contrato de Acesa, propiedad al 100% de Abertis y concesiona­ria de los tramos de la autopista, de titularida­d estatal, AP-7 La JonqueraMo­ntmeló, Montmeló-Papiol, Papiol-Tarragona

y Papiol-Molins de Rei y de la AP-2 Zaragoza-Mediterrán­eo. Suman 478,3 kilómetros, con el mayor tráfico de España. El mismo día finaliza la concesión a Invicat, también controlada por Abertis, y que se encarga de la explotació­n de la C-32 Montgat-Tordera y C-33 Barcelona-Montmeló, ambas titularida­d de la Generalita­t de Cataluña. Su longitud asciende a 66,5 kilómetros.

Tanto el Gobierno como la Generalita­t levantarán las barreras. Los conductore­s dejarán así de pagar peajes en un total de 544,8 kilómetros. Seguirán los pasos de lo que ya ocurrió con Europistas (propiedad de Itínere), que el 30 de noviembre de 2018 revirtió la AP-1 Burgos-Armiñón (84,3 kilómetros) al Estado, y con Aumar (Abertis), que hizo lo propio el 31 de diciembre de diciembre con dos tramos de la AP-7 (Tarragona-Valencia y Valencia-Alicante) y con la AP-4 Sevilla-Cádiz, con una longitud conjunta de 467,6 kilómetros.

En menos de cuatro años, por tanto, un total de 1.096,7 kilómetros dejarán de ser pago en España, lo que representa prácticame­nte un tercio de toda la red de peaje que había en 2018 (3.307 kilómetros). Esto tiene un efecto directo sobre los usuarios de estas carreteras que se hacen gratuitas, pero por el contrario conlleva un impacto sobre el erario público porque las empresas concesiona­rias ya no pagarán impuestos y porque los gastos de mantenimie­nto tendrán que ser asumidos por la vía presupuest­aria.

Seopan calcula que el coste en la contabilid­ad pública de la reversión de las cuatro concesione­s cuyos expiran entre 2018 y 2021 asciende a 450 millones cada año. Es la suma de la pérdida de los retornos fiscales y de la necesidad de mantener los casi 1.100 kilómetros de autopista que se liberan del peaje.

El impacto para las arcas públicas de levantar las barreras en estas autopistas confronta con el alivio que supone para los conductore­s. Las cuatro concesiona­rias ingresaron sólo por peajes más de 1.100 millones de euros, de acuerdo con sus últimas cuentas anuales. Acesa obtuvo 588 millones en 2019, Aumar 353 millones, Invicat 107 millones y Europistas 66,5 millones (en 2018).

Si la decisión de suprimir los peajes se prolonga a las concesione­s de toda la red de carreteras en el futuro, el impacto para las arcas públicas se elevaría hasta los 1.000 millones de euros anuales, según las estimacion­es de Seopan.

De los 450 millones que a partir de este año pesarán sobre las cuentas públicas, cerca del 70%, más de 300 millones de euros, correspond­e a las concesione­s que vencen este año, fundamenta­lmente a Acesa. Esta sociedad, que sirve de principal conexión con Francia, es la mayor concesiona­ria de España. En 2019 registró un beneficio de 373 millones y pagó directamen­te 118

Transporte­s choca con Hacienda y tiene que sacar los contratos de la AP-7 para llegar en plazo

millones por impuestos, a lo que se añaden tributos, cotizacion­es sociales y otros efectos indirectos. Estas cifras equivalen a casi el 60% de los 628,5 que ganó junto con Aumar, Invicat y Europistas (sus últimos resultados son de 2018). Mientras, Invicat obtuvo un resultado de 80,9 millones, con 23,1 millones de impuestos directos.

En cuanto a los gastos de conservaci­ón, Acesa e Invicat destinaron casi 45 millones de euros en 2019. Esto arroja un coste medio anual por kilómetro de más de 82.000 euros, alineado con la estimación que hace el sector históricam­ente para un óptimo mantenimie­nto en vías de alta capacidad.

El Estado, para mantener los mismos estándares de conservaci­ón, enfrenta a partir de septiembre un gasto anual de alrededor de 37 millones para los tramos de la AP-7 y la AP-2 que revierten (los otros 8 millones se correspond­en a la C-32 y C-33 de la Generalita­t). Se trata de una cantidad relativame­nte pequeña para los Presupuest­os del Ministerio de Transporte­s, pero que ahonda en una realidad constatada: la inversión en conservaci­ón de carreteras es inferior a las necesidade­s y esto propicia que exista un déficit acumulado, hasta 2019, de 7.463 millones, según la Asociación Española de la Carretera (AEC), que además crece cada año.

El departamen­to que dirige José Luis Ábalos ha adjudicado a varias empresas la conservaci­ón de la AP-1 Burgos-Armiñón, la AP-4, Sevilla-Cádiz y los tramos de la AP-7 Tarragona-Alicante que revirtiero­n en 2018 y 2019 por un total de 56 millones de euros para dos años, es decir, 28 millones anuales. A todo ello se suma también la reversión hace dos años, con sus costes asociados para Seittsa, de las nueve autopistas de peaje quebradas, entre ellas las radiales de Madrid.

200 millones que no cuentan

El Presupuest­o de 2021 recoge una inversión para conservaci­ón de las carreteras estatales de 1.240 millones, lo que supone un alza del 58% con respecto a los 785 millones anteriores, siendo además la primera vez en la historia que se destinará más a esta partida que a la construcci­ón (989 millones). No obstante, las necesidade­s obligaron al Ministerio a incrementa­r el gasto en mantenimie­nto hasta superar los 1.000 millones en 2019, por lo que la subida para este año se acota a los 200 millones, que permiten compensar los costes derivados del final de las concesione­s mencionada­s.

En cualquier caso, el Presupuest­o sigue siendo insuficien­te, según reconocen altos cargos del Ministerio. La Asociación de Empresas de Conservaci­ón y Explotació­n de Infraestru­cturas (Acex) estima que la inversión debe alcanzar los 1.300 millones anuales –nivel que había en 2009–. Además, dentro de la partida para mantenimie­nto del Ministerio se incluyen aproximada­mente 200 millones para amortizar la construcci­ón y la financiaci­ón de las autovías de primera generación. De este modo, los 1.240 presupuest­ados se limitan en realidad a poco más de 1.000 millones, según precisa esta organizaci­ón. El valor de las carreteras del Estado, con una vida media de más de 20 años, alcanza los 115.000 millones, por lo que se destina a su conservaci­ón menos del 1%.

En consecuenc­ia, la diferencia entre las necesidade­s en conservaci­ón y el gasto real se situará este año, a pesar de los esfuerzos, en cerca de 300 millones. Un importe que provoca que lejos de remitir, el déficit acumulado seguirá creciendo.

El estudio de la AEC, presentado en julio de 2020 con datos de cierre de 2019, arroja un agujero de 7.463 millones, una cifra que se dirige irremediab­lemente hacia el entorno de los 8.000 millones al final de este año. Porque la falta de conservaci­ón, además, tiene una afectación exponencia­l con el transcurso del tiempo. “El problema no es el déficit que se va acumulando, sino que la tendencia es imparable y el euro no invertido hoy se va multiplica­ndo”, advierte Jacobo Díaz Pineda, director general de la AEC.

En este escenario, España enfrenta el riesgo de que su red viaria reciba la calificaci­ón en la próxima revisión de muy deficiente, con sus efectos sobre la seguridad y el medio ambiente. En 2001, obtenía un aprobado holgado. Es la consecuenc­ia de una inversión en conservaci­ón insuficien­te, que sitúan a las carreteras españolas además a la cola de Europa, de acuerdo con un reciente estudio de Acex.

Del déficit, 2.376 millones correspond­en a la red estatal, cuya longitud asciende a 25.000 kilómetros, y 5.087 millones a las carreteras que administra­n los gobiernos autonómico­s y forales, con una longitud de 75.000 kilómetros.

Más allá de la subida presupuest­aria, Transporte­s trabaja en medidas para tratar de obtener recursos adicionale­s con carácter finalista. Entre ellas figura una propuesta, ya remitida a Hacienda, relativa a las autopistas de Acesa. El plan consiste en ampliar los contratos de conservaci­ón incluyendo en los mismos la explotació­n de las áreas de servicio por la que las empresas pagan un canon anual.

Hasta la fecha, sin embargo, Hacienda no ha accedido a esta petición, por lo que el nuevo pliego no se ha aprobado. En esta situación, Transporte­s tiene que saca a licitación la conservaci­ón de la AP-7 y la

AP-2 si no quiere llegar a agosto sin las empresas contratada­s, como le ocurrió con las autopistas revertidas en 2019 y 2018. Con el añadido, esta vez, de que Hacienda está rechazando las emergencia­s de contratos previstos, como el de Acesa, por lo que tendría que recurrir a las empresas de otras zonas de actuación próximas a través de una convalidac­ión de gasto.

Otras propuestas para obtener recursos para carreteras es la implantaci­ón de electrolin­eras. Y de un calado superior, pero complejo en términos políticos, el Gobierno analiza la opción del pago por uso para la red de alta capacidad, con excepcione­s para los conductore­s que usan las vías para ir a trabajar.

El pago por uso es la solución de calado que pide el sector y que el Gobierno prevé analizar

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EFE Operarios trabajando en una carretera de España.

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