LA RELEVANCIA DEL DATO EN LAS DECISIONES
La historia está plagada de momentos donde una mala decisión cambió la dirección de la humanidad, un solo instante donde una persona fue clave a la hora de escribir lo que quedaría en los libros para las generaciones venideras. Un error decisivo provocado por una mala lectura de los augurios, una corazonada basada en una cadena de información de dudosa calidad o un informe malinterpretado o aún peor, malintencionado. Las decisiones no dejan de ser una reacción más o menos simplista ante los datos que poseemos, y esta realidad es tan válida en nuestra vida cotidiana como lo es en nuestro complejo día a día profesional, donde la cantidad de información que gestionamos crece y se complejiza junto con sistemas de información cada vez más comunes, más potentes y no necesariamente más inteligentes. En un entorno laboral altamente impactado por volúmenes inimaginables de datos, nos hemos convertido en filtradores y validadores de información para tomar decisiones. Podemos decidir vivir de espaldas a esta realidad, y seguir el ejemplo de hombres y mujeres con fiascos históricos, o por lo contrario asumir que somos parte fundamental de la cadena de valor del dato.
No todos los datos son buenos, necesarios o incluso relevantes. La frase “parálisis por análisis” es un fundamento que debemos evitar a toda costa. Estamos rodeados de cientos de fuentes de datos escupiendo cientos de métricas y dimensiones. Es necesario poner foco no solo sobre qué datos necesito para tomar la decisión, sino que métricas van a ser impactadas una vez se tome. Con esas dos dimensiones parametrizadas seremos capaces de entender en qué punto nos encontramos y hasta dónde debemos llegar sin salirnos del camino, a menos que los datos nos digan que así debemos hacerlo.
La calidad del dato es proporcional a la de las decisiones. Cualquier planteamiento que esté basado en la información que poseemos deberá pasar por un proceso higiénico, y sano, de comprobación de las fuentes. No todo lo que nos llega está tratado con la calidad suficiente como para ser parte de nuestra cadena de decisión, por lo que debemos poner unas medidas de autocontrol que nos aseguren que las decisiones no se han visto enturbiadas.
Seleccionemos la fuente de la verdad y seamos consecuentes. En entornos complejos nos encontraremos con decenas de silos, bases de datos, archivos, métricas, KPI y OKR. La verdad está en algún lado de esta maraña y es compleja de encontrar, pero necesaria. Este es un ejercicio crítico a medio camino entre lo estratégico, lo político y lo tecnológico, donde se debe mapear la realidad que nos rodea y seleccionar lo importante de lo accesorio, y ceñirnos a esta decisión para mantener al menos coherencia.
Objetivo: Disminuir el analfabetismo del dato. Los compañeros y profesionales con capacidades analíticas suficientes son escasos y muy valiosos. No es solo cuestión de tener información en tiempo y forma, sino saberla interpretar y analizar y para ello se requiere comprender, conocer y manejar procesos que nos permitan extraer la señal del ruido. Cuanto más sofisticados sean nuestros conocimientos de análisis, la profundidad y el calado de nuestras decisiones cambiarán de forma drástica. Las variables previas y derivadas de la toma de decisión son infinitas y complejas de manejar, es por ello que el dato y su transformación en información accionable pasa a ser crítico, razón más que suficiente para aprender de los errores y poner en el corazón de la decisión los datos adecuados, verificados y contrastables, de cualquier otra manera seguiremos funcionando con corazonadas que pueden o no llevarnos al camino del error.
Los profesionales con capacidades analíticas suficientes son muy valiosos