Crear el doble de empleos que en 2008, el desafío de los demócratas
El presidente electo prepara un paquete del 8,6% del PIB contra el coronavirus
Cuando mañana, el presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, jure su cargo en Washington D.C., el demócrata heredará una crisis económica y sanitaria sin precedentes. Sin embargo, en esta ocasión, su desembarco en la Casa Blanca se produce con una importante lección aprendida durante su periplo como vicepresidente bajo la Administración de Obama.
Por aquel entonces, en pleno apogeo de la resaca dejada por el colapso de Lehman Brothers y las hipotecas basura además de una tasa de paro que todavía tardaría 10 meses más en tocar su punto álgido de un 10%, la respuesta monetaria tuvo que echar mano de la experimentación mientras el desembolso público se quedó corto a la hora de garantizar una pronta recuperación sostenible y generalizada.
Biden, que había pasado más de un cuarto de siglo en el Senado antes de convertirse en vicepresidente, ayudó a impulsar un paquete de estímulo inicial de 800.000 millones de dólares que fue criticado por los republicanos por ser un derroche y por los demócratas por ser demasiado pequeño. De hecho, pese a que la recesión terminó en junio de 2009, cuando la economía comenzó a crecer de nuevo, la tasa de desempleo no cayó al 5%, donde estaba al comienzo de la recesión, hasta finales de 2015.
A Biden no le ha temblado el pulso al ofrecer un ambicioso estímulo fiscal inmediato de 1,9 billones de dólares. El “Plan de Rescate Americano” vendrá seguido el próximo mes por el “Plan de Recuperación para Reconstruir Mejor”, que incluirá medidas de mayor calado a medio y largo plazo, como la inversión en infraestructura.
Si bien lo peor de la actual crisis podría haber quedado atrás, la economía es todavía un 3,5% más pequeña que a comienzos de 2020 y el tramo final de la recuperación podría convertirse en la fase más complicada.
“Biden cuenta con más oportunidades dado que existe un mayor margen fiscal, porque el Gobierno puede apalancarse de forma mucho más barata ahora que en 2009”, explica a elEconomista Jason Furman, expresidente del Consejo Económico Nacional de la Administración Obama y profesor de la Universidad de Harvard. Eso sí, considera que aunque los demócratas cuenten con una ajustada mayoría en el Senado, implementar las pro
En 2020 EEUU destruyó 9,37 millones de empleos netos, más que en 2009
puestas del nuevo mandatario será complejo.
De momento, la nueva Administación aboga por seguir hinchando los flotadores fiscales activados desde el pasado mes de marzo. Una factura a la que Biden propone añadir un gasto adicional del 8,6% del PIB. Por comparativa, entre 2008 y 2012, el gobierno federal promulgó aproximadamente 1,8 billones de dólares de estímulos fiscales y apoyos económicos, según el Comité por un Presupuesto Federal Responsable.
El presidente demócrata apuesta por un paquete inmediato en un momento en que la recuperación muestra continuos síntomas de fatiga y la expansión del Covid-19 se acelera. El pasado mes se destruyeron 140.000 empleos, la primera vez que esto ocurría desde el pasado abril, y 965.000 estadounidenses presentaron solicitudes iniciales de subsidio por desempleo en la semana que terminó el 9 de enero, el mayor recuento semanal
desde agosto. La semana pasada se registraron al menos 1,7 millones de nuevas infección y más de 130.000 estadounidenses están hospitalizados, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
Este paquete, si se aprueba en su forma actual, impulsará el crecimiento del PIB en el primer trimestre según el consenso de los economistas que aún así consideran que este podría reducirse hasta la mitad antes de poder ser implementado.
“Proporcionar un cheque de estímulo adicional ayudará a aquellos que tienen dificultades con sus facturas y extender los beneficios por desempleo hasta finales de septiembre también ayudará a los que necesitan más tiempo para volver a levantarse”, señala Beth Ann Bovino, economista jefa para EEUU de S&P Global Ratings.
Si Biden no puede atraer 60 votos en el Senado para pasar el total de su propuesta, aún podría tratar de impulsarlo a través del proceso de reconciliación del presupuesto, que solo requiere una mayoría simple.
Pero la reconciliación cuenta con limitaciones adicionales, retrasaría la aprobación de las medidas y solo puede usarse una durante el año fiscal. Dado que el presidente electo busca presentar en febrero otro paquete fiscal, que se centraría en prioridades a largo plazo que podrían financiarse mediante aumentos de impuestos, seguramente no quiera desperdiciar una reconciliación en aupar un estímulo a corto plazo.