FONDO DE RECUPERACIÓN: RETO PARA ESPAÑA
España se enfrenta a un reto sencillamente extraordinario como receptora del mayor importe de fondos para la Recuperación, Transformación y Resiliencia aportados por la Unión Europea. Nada menos que 140.000 millones de euros en 6 años.
Siempre he defendido que la clave del éxito no responde a un solo elemento, sino a la suma de cinco componentes sustanciales y necesarios: la definición de objetivos concretos, una hoja de ruta, una mentalidad positiva sumada a una voluntad de hierro y, por supuesto, un plan de contingencias. Creo que esta formulación es aplicable tanto en la vida familiar como en la empresarial y, con más motivo aún, cuando se abordan decisiones políticas trascendentes que afectan a la gestión del dinero común y solidario que persigue el interés general.
Teniendo en cuenta que durante el período 2014-2020 solo se ha dispuesto del 39% de los Fondos Estructurales de la Unión Europea la pregunta es en qué estamos fallando y la respuesta es sencilla: no disponemos de mapa país a seguir; lo que sería el equivalente a que una empresa actuase sin plan estratégico o, en términos metafóricos, a adentrarnos en un país desconocido sin mapas, ni GPS, solo guiados por la información de algunos naturales del lugar que no han salido nunca de viaje más allá del territorio que conocen.
Esta pandemia nos ha demostrado que si no somos capaces de definir un plan a tiempo basado en análisis de mejores prácticas, suma de capacidades y conocimientos, ya sean públicos o privados y, desde luego, un gran capitán al frente con un único modelo, liderando, fijando y comunicando los objetivos, lo único que lograremos serán ineficiencias; daños en sectores económicos irreparables en el corto plazo; empobrecimiento de la población tanto puntualmente, por ejemplo, por la falta del cobro de Ertes, como estructuralmente, debido al nivel de desempleo especialmente sangrante entre jóvenes y mujeres.
El Gobierno ve difícil, lo califica de desafío, que se absorba más del 50% de los 27.000 millones que los Presupuestos Generales del Estado recogen, a modo de adelanto, de los Fondos Europeos. Y, por supuesto, que lo es, se trata de un reto donde nos jugamos estar o no estar en la agenda del mañana. Si perdemos ese tren no podremos identificar qué capacidades nos faltan, contra quién competimos y entender a qué se debe que el peso industrial no solo no haya alcanzado los niveles superiores al 20% que la Comisión pedía, sino que cada vez se irá alejando más hasta que no seamos capaces de entender por qué el tamaño de nuestras empresas es mucho más pequeño que el de nuestros competidores.
Tanto es así que en Alemania, nuestro principal competidor en automoción y transformación agroalimentaria, las empresas tienen el doble de tamaño de media y nos quintuplican en empresas grandes y medianas -en España solo suponemos, respectivamente, un 0,1 y 0,6%-, y está demostrado que las empresas medianas incrementan la productividad de media en un 15%, por lo que se hace necesario establecer como uno de los objetivos claros aumentar el número de empresas medianas españolas para poder así crecer en productividad y, por lo tanto, en competitividad y en peso industrial, es decir, en inversión, en empleo y en riqueza.
Pongamos como ejemplo el caso del sector agroalimentario, sector vital para nuestro país con más de 30.700 empresas que vertebran el territorio nacional, una aportación al total de la industria del 15% y un superávit comercial de casi 10.000 millones de euros. El tamaño medio de la industria no llega a 4 millones de euros por lo que la transformación del modelo operativo centrado en la digitalización y la formación en nuevas competencias, junto con el crecimiento en tamaño, es la única solución y una gran oportunidad para ser empresas del mañana, ya que lo cierto es que en calidad y reputación siempre estamos en el medallero.
Los apenas 335 millones de euros recibidos por Castilla y León de los 10.000 millones de euros repartidos con el criterio de la comisión técnica encargada de los Fondos y dirigida por la ministra de Hacienda no son desdeñables, pero distan y, mucho, de la cantidad que hubiésemos recibido de haberse aplicado el criterio de financiación autonómica, o el de las consecuencias sufridas por la pandemia, o el de población, o el de PIB… En fin, la pregunta de nuevo es qué perseguimos con los fondos y si vamos a conseguir la transformación digital, la formación de nuestros jóvenes y, además, la cohesión social generando crecimiento para nuestro país.
España se merece que trabajemos mucho, juntos y rápido, en definir ese plan estratégico que tanto necesitamos. Sumando distintas inteligencias y sin parar hasta no tener un proyecto de valor que recoja las opiniones de los que tienen las capacidades necesarias para configurarlo. Y no se trata de ir rápido en días, sino de no perder los años por no dedicar los días que se requieren al mapa de ruta que tanta falta nos hace.
En este reto, los empresarios familiares que llevamos en nuestro ADN grabado el propósito y los apellidos de arraigo, esfuerzo y compromiso pondremos la voluntad de hierro y la mentalidad positiva. Así que vamos a por ello.
El país se merece que trabajemos mucho, juntos y rápido, en definir un plan de futuro