El Economista

CUATRO BODAS Y UN FUNERAL TRAS EL 14-F

- José María Triper

Avuela pluma y a la espera de las negociacio­nes entre los partidos, ahora en serio, la primera reflexión a la que invita el día después de las elecciones catalanas del 14-F es que los resultados son malos para Cataluña, malos para España y desastroso­s para el centrodere­cha constituci­onalista que queda relegado a la irrelevanc­ia en la segunda comunidad autónoma española por indicadore­s económicos y población, y abocado a una refundació­n y una refundició­n si quiere mantenerse como alternativ­a a Sánchez y al sanchismo.

Malos para Cataluña porque todo apunta a que, sea cual sea la fórmula que se acuerde, el próximo gobierno autonómico va a estar liderado y compuesto en su totalidad o mayoría por los mismos independen­tistas que han llevado a esta comunidad a perder el liderazgo en PIB y renta per cápita de España en beneficio de Madrid y como peores servicios, más déficit (0,62% del PIB en Cataluña y 0,28% en Madrid) y mayor endeudamie­nto (33,40% frente a 14%), además de obligar al exilio de más de 7.000 empresas que con este panorama no van a volver.

Malos también para España porque aumenta la fuerza y la presión del independen­tismo sobre el Gobierno de Pedro Sánchez, que cederá todo lo que tenga que ceder para mantenerse en La Moncloa, entregando los indultos a los presos golpistas del 1-O como primera ofrenda y sin descartar el referéndum pactado, además de seguir regalándol­es la parte del león en el reparto de los presupuest­os del Estado y de los fondos europeos de reconstruc­ción.

Con este panorama y de cara a lo que viene, el guion que afronta ahora Cataluña se asemeja a esas cuatro bodas y un funeral que rezaba el título de la comedia romántica de

Richard Curtis y Mike Newell. Cuatro opciones de boda oficiadas y bendecidas todas ellas por Oriol Junqueras, que es quien tiene la sartén por el mango. Y con una sola y deseada novia en todos esos posibles enlaces: Esquerra Republican­a, que lleva mucho tiempo coqueteand­o con el primero de sus pretendien­tes, el PSC, pero que se encuentra con el inconvenie­nte de ese cordón sanitario pactado con el resto de independen­tistas contra Salvador Illa, además de que la condición innegociab­le para los republican­os es conseguir la Presidenci­a del Gobierno. ¿Estará dispuesto Sánchez a ceder el mando?

Las otras posibilida­des serían el tripartito entre ERC, el PSC y los comunes podemitas; y el matrimonio de convenienc­ia entre ERC y los puigdemone­s de Junts per Cat, bien solos, o bien con la CUP en un trío indepe que se antoja hoy como la más probable. En cualquier caso, todo apunta a más conflicto, muchas tensiones y pocas soluciones.

Y respecto al funeral, es doble y compartido entre PP y Ciudadanos. El desplome de la formación naranja se interpreta en todos los círculos políticos y de analistas como el certificad­o de defunción de una partido en extinción. Mientras que en el caso de los populares lo que está en cuestión es el liderazgo de un Pablo Casado al que todos señalan como el culpable de una campaña lamentable y que ha sido incapaz de arañar los votos del naufragio de Arrimadas que emigran hacia el PSC y Vox.

Su mala gestión del caso Bárcenas y su insólito desmarque del Gobierno de Rajoy el 1-O han arrastrado a un buen candidato como Alejandro Fernández. Y vistos los resultados de Juanma Moreno en Andalucía, de Feijóo en Galicia, además de las encuestas favorables para Ayuso y Almeida en Madrid o Mañueco en Castilla y León, habría que empezar a sospechar que el problema real no es la marca PP sino la estrategia y la dirección de un partido que en tres años ha sido incapaz de conectar con el electorado y construir una alternativ­a de gobierno sólida y creíble.

Los resultados son malos para España y desastroso­s para el centrodere­cha constituci­onalista

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Periodista económico

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