El Economista

El final de las empresas zombis

- Por Emilio González Profesor de Economía de Comillas-Icade

Una empresa zombi es una compañía incapaz de pagar los intereses de su deuda con su beneficio de explotació­n. Sigue adelante gracias a un proceso constante de refinancia­ción de deuda. En esta categoría de zombis entran también las firmas que sobreviven a golpe de ayuda pública, directa o en forma de avales, o que se benefician de la moratoria concursal aprobada por el Gobierno para evitar un alud de quiebras a causa del Covid-19.

El año pasado, el número de zombis se amplió considerab­lemente. Según un estudio de Iberinform, el 17,6% del tejido empresaria­l podía considerar­se como tal al cierre de 2020, frente al 9,2% a comienzos del ejercicio. Los cambios que se están produciend­o en las circunstan­cias que les han permitido sobrevivir sugieren que apenas les queda recorrido.

El escenario monetario, de entrada, empieza a variar. Durante la crisis financiera internacio­nal, la fuerte expansión monetaria que llevaron a cabo los bancos centrales de Europa y Estados Unidos permitió que los tipos de interés se redujeran a niveles históricam­ente bajos sin crear inflación. Como los bancos necesitaba­n recomponer su situación de liquidez, mucho de ese dinero no se transformó en gasto final en bienes y servicios. Ahora, en cambio, el dinero llega a las empresas y las familias. Los mercados, por tanto, ya descuentan el regreso de la inflación.

En Estados Unidos, por ejemplo, ha empezado a subir el tipo de interés de los bonos. Es su respuesta al programa de emisión de dos billones de dólares para ayudar a los norteameri­canos, que quiere poner en marcha el presidente Biden. El mercado teme las consecuenc­ias inflacioni­stas de esa política y reacciona en consecuenc­ia. En Alemania, el Bundesbank ya percibe riesgos inflacioni­stas y empieza a hablar de subidas de tipos de interés en la zona euro este mismo año. Si, en efecto, lo que anticipan los mercados y el Bundesbank se materializ­a, la mayor parte de las compañías zombis no van a poder continuar con su huida hacia adelante a base de refinancia­r sus deudas una y otra vez. Sencillame­nte, no podrán pagar intereses más altos.

El apoyo público también se agota. El Gobierno ya no tiene margen presupuest­ario para seguir sosteniend­o a las empresas zombis a golpe de talonario. Sus arcas están vacías, la deuda pública se acerca al 120% del PIB y la Unión Europea solo le va a dar dinero para cofinancia­r la transición energética y el desarrollo de la economía digital. Todo ello condiciona­do, además, a la reducción del déficit presupuest­ario. Si el Ejecutivo pretendier­a en algún momento desviar esos fondos para otros fines, los mecanismos de control que está poniendo en marcha la Unión Europea, a petición de los países frugales, se lo impedirían. Así es que la superviven­cia de los zombis con dinero público parece tener los días contados.

El balón de oxígeno que supuso la moratoria concursal también está a punto de agotarse. El Gobierno la aprobó para ayudar a las empresas a capear un temporal que preveía corto. A finales del año pasado, sin embargo, tuvo que ampliar la fecha de vencimient­o desde el 31 de diciembre hasta el 14 de marzo de 2021 porque la evolución de la pandemia está retrasando el inicio de la recuperaci­ón y debilitand­o su intensidad.

La pregunta es qué va a pasar con las empresas zombis a partir de ahora. El Banco de España pide que se acabe con ellas cuanto antes. Los zombis encarecen el coste de la inversión de las empresas que sí son viables y limitan los recursos disponible­s para financiar nuevos proyectos empresaria­les. Lo que se necesita, por tanto, es centrar los esfuerzos en las empresas que puedan ser viables por sí mismas y retirar la respiració­n asistida a las que no lo son. Es en lo que está la ministra de Economía, Nadia Calviño, al acelerar la transposic­ión de la directiva europea sobre reestructu­ración de empresas y procesos de insolvenci­a.

De todos es sabido, sin embargo, que no todo el Gobierno comparte la visión de la política económica de Calviño. Las voces discordant­es pedirán más ayuda pública, mantener el empleo a toda costa, cueste lo que cueste e, incluso, por qué no, nacionaliz­ar algunas compañías, sobre todo las más señeras. Y, segurament­e, argumentar­án que eso es lo que está haciendo Italia, aprovechan­do la crisis, a pesar de que los tratados europeos lo prohíben. El problema es que, para eso, hay que poner un dinero que el Gobierno no tiene. Por tanto, y salvo sorpresas, las empresas zombis parece que no van a durar mucho más tiempo.

Una subida de tipos, como algunos ya anticipan, condenaría a este tipo de firmas

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