NI EN CASA, NI EN LA OFICINA, A TRABAJAR AL TERCER ESPACIO
El trabajo híbrido ofrece más opciones que las sedes corporativas o el propio domicilio del empleado
Un anuncio de un juego de mesa en 1992 puso de moda la frase “aceptamos pulpo como animal de compañía”, como forma coloquial de expresar transigencia o flexibilidad. Pero si Scattergories tuviera que repetir hoy su campaña, tal vez sus creativos optarían por una fórmula más actual: “Aceptamos parque como lugar de teletrabajo”.
Todo gracias a una nueva vuelta de tuerca del trabajo en remoto: el tercer espacio. “Llamamos tercer espacio a aquellos lugares que podemos usar para trabajar como alternativa a los habituales, es decir, a la oficina o al propio domicilio”, explica Soledad Berbegal, consejera y directora de Reputación de Marca de Actiu. Un aeropuerto, una cafetería, el lobby de un hotel, unos jardines públicos o un coworking son ejemplos de terceros espacios.
El concepto no se circunscribe al hecho de disponer de un lugar físico en el que desempeñar una actividad laboral. También tiene connotaciones sociales. “En realidad, el tercer espacio abarca todos aquellos lugares donde se puede ir a trabajar o a reunirse, pero que, al mismo tiempo, también ofrecen la posibilidad de otros usos y dinámicas, como espacios de encuentro, socialización o aprendizaje. En definitiva, de compartir”, aclara Berbegal.
Y es que, tercia Miguel Ángel Orellana, CEO de Bookker, el tercer espacio tiene mucho que ver con una nueva manera de entender la cultura laboral. “Las nuevas generaciones de trabajadores están buscando entornos de trabajo atractivos y colaborativos. Quieren tener flexibilidad no solo horaria, sino también presencial”.
El equipamiento básico de un tercer espacio no es muy exigente. En un momento puntual, una wi-fi y un dispositivo portátil son toda la munición que un teletrabajador necesita para redactar un informe y enviarlo por email. Pero, advierte Berbegal, si lo que se busca es algo más permanente y productivo, se necesita más. “Las nuevas tecnologías traen consigo nuevas herramientas de trabajo remoto que facilitan la coordinación de equipos y el trabajo en red”, destaca. Aunque, continúa, la verdadera clave del éxito de un equipo que no comparte el mismo espacio físico está en la mentalidad para trabajar desde cualquier sitio. “Es necesaria mucha comunicación y confianza”.
En un contexto Covid-19, en el que la flexibilidad va ser la tónica dominante, el tercer espacio se antoja como una opción cada vez más utilizada. “Las empresas son entes vivos, que cambian sus necesidades de contracción y ampliación o reducción del equipo en función de la evolución de sus resultados y estrategias”, expone Orellana. Según este especialista en gestión de espacios, esas fluctuaciones se gestionan mejor dentro de una cultura del trabajo mixto, presencial-remoto, en la que “las empresas utilicen recursos de terceros de forma temporal para cubrir esas necesidades adicionales, con un coste menor”.
Esta nueva forma de trabajar permite a empleados y colaboradores operar remotamente desde cualquier sitio algunos días de la semana. De esta manera, las empresas reducen el riesgo de contagio, al bajar la densidad de ocupación de sus instalaciones propias. Así, insiste Orellana, se evitan desplazamientos innecesarios a la oficina, lo que lleva aparejados beneficios colaterales en forma de mayor eficiencia en el transporte, reducción de los tiempos de desplazamiento o mejora en la conciliación”.
Los espacios de coworking han sido la salvación para muchas empresas y trabajadores durante estos meses. Estos negocios han visto cómo a su clientela estándar emprendedor y micro pyme que tiene allí su sede operativa , se ha sumado una nueva tipología de usuarios procedentes de empresas más grandes, que cuentan con dependencias propias pero encuentran en el coworking una alternativa más. “Las compañías se han dado cuenta de que sus empleados pueden rendir lo mismo en un coworking que en su propia sede. Algunas incluso han dejado sus oficinas y han trasladado sus actividades a uno de nuestros centros”, señala Manuel Fernández de Cañete, socio y director de Marketing de La Fábrica, un coworking con cuatro centros en Madrid.
Muchos teletrabajadores prefieren la opción de acudir a uno de estos espacios de trabajo colaborativo a la de trabajar desde sus casas. Bien porque en estas no se dan las condiciones adecuadas para habilitar un home office, bien por la dificultad de concentrarse si hay niños o ruidos alrededor, o, simplemente, por la necesidad de interaccionar con otros seres humanos durante las largas jornadas laborales y “mantener una conversación adulta mientras te tomas un café”, comenta Fernández de Cañete. ¿Cuál es su perfil? Este empresario los describe como “personas que viven cerca de los espacios de trabajo, vienen andando y tardan unos pocos minutos en ir a casa a comer o a recoger a los niños al colegio. Algunos acuden todos los días, y otros solo algunos. Incluso tenemos a una pareja que comparte puesto en días alternos”.
Una conexión WiFi y un ordenador portátil es lo único que se necesita muchas veces