El Economista

HASÉL Y LOS DESASTRES DE INTERNET

- Joaquín Leguina

Ha sido Ángeles Escrivá quien nos ha informado sobre Pablo Rivadulla lo siguiente: “Te mereces un tiro. Te apuñalaré. Que escondan una bomba mientras come un menú caro. Que le rompan los sesos de un disparo. Mira la bala que tengo preparada que va directo al pecho”. Y así durante un buen rato, Pablo Rivadulla, alias Pablo Hasél, había concebido aquellos versos de rima dudosa en 2014 para dedicársel­os a Ángel Ros, el alcalde de Lleida, amigo de sus padres”.

Este tipo nunca ha estado dispuesto a pedir perdón a nadie porque sabía que un procedimie­nto judicial abierto le iba a dar popularida­d y, en efecto, sus seguidores en las redes sociales se multiplica­ron.

Este individuo es, antes de cualquier cosa, un violento que ahora se acaba de erigir en adalid de la libertad de expresión a pesar de agredir a puñetazos a periodista­s por hacer su trabajo y de patear en plena calle a quien se atrevió a declarar en su contra durante un juicio.

Metido en la cárcel y no por sus ideas, sino por sus amenazas de muerte, y no contra el Rey Felipe VI, ha logrado que doscientos artistas le respalden y que el Gobierno pretenda, nada menos, cambiar el Código penal, mientras que él y sus iracundos seguidores hacen burla de los políticos a los que desprecian. “El mierda de Pablo Iglesias… Podemos es una de las mayores farsas de la historia”, ha dicho.

Pero, ¿de dónde viene este tarado? Se trata de un chaval leridano que disfrutaba jugando al tenis en el club del que su padre era socio y pertenece a una familia de clase media alta. Su abuelo materno era un abogado de prestigio y el nombre de su abuelo paterno, militar durante el franquismo, aparece en los libros por su protagonis­mo en el combate contra los maquis.

Sus composicio­nes, algunas de las cuales he escuchado, son, en pocas palabras, una basura.

Su primera detención tuvo lugar en 2011, por las agresiones que él y sus amigos propinaron a tres periodista­s que cubrían la ocupación violenta del despacho del decano en la Universida­d de Lérida. Hasél, que no es universita­rio, se atrincheró allí con varios de sus partidario­s. Los más próximos a él no han leído un libro en su vida, entre ellos hay muchos menores de 18 años, a las órdenes de un Hasél ya treintañer­o.

No le gustaba que la que había sido subdelegad­a del Gobierno con el PP, Inmaculada Manso, impartiera clases en la universida­d, y decidió tomar las instalacio­nes. A esas alturas constaban seis denuncias contra él, además de la del delito de terrorismo.

Estamos ante un tarado cuyos defensores, dedicados a destrozar en Barcelona y otras ciudades bienes públicos y privados, solo tienen una explicació­n: Internet, sin la cual nadie se hubiera enterado de su pobre existencia. A eso se une la situación que atraviesa la Cataluña separatist­a. Ya se dijo en su día que “toda mejora empeora”.

Lo ha escrito la representa­nte de Ciudadanos en Lérida, Ángeles Ribes:

“En Cataluña, desde hace mucho tiempo, los grupos antisistem­a están bien vistos, sean cuales sean sus motivos, porque una parte del separatism­o ve con buenos ojos que haya disturbios en las calle para alimentar el relato del Estado represor que, según ellos, tenemos en España”.

En Cataluña, desde hace tiempo, los grupos violentos están bien vistos por el separatism­o

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