PLATAFORMAS DIGITALES; LA CARA MÁS OCULTA DE LA DIGITALIZACIÓN
No existe un ejemplo más claro de cómo una innovación tecnológica, aplicada sin un mínimo sustento legislativo, y sin contar con el menor atisbo de sensibilización social, puede convertirse en un retroceso laboral; y por ende, también social y económico.
Desde su aparición en escena, las plataformas digitales han representado el epítome y la cúspide de la precarización laboral y del capitalismo incontrolado, donde unos pocos se llenan las manos a costa de explotar a sus pares. Para ello se han servido de años de inacción gubernativa, de un continuado desacato al Derecho del Trabajo y de una bien articulada campaña de marketing, invistiéndose de una falsa modernidad y filantropía (hasta han llegado a autodenominarse como economía colaborativa).
Juez tras juez, tribunal tras tribunal, desde el más humilde juzgado de lo Social hasta el mismísimo Tribunal Supremo han coincido en describir a las personas trabajadoras de estas plataformas como asalariados. Por tanto, no debería haber más debate.
Sin embargo, los afines al pensamiento neoliberal, donde prevalece siempre los intereses de los negocios por encima de los de las personas, claman por una nueva regulación laboral que explícitamente refute lo dictado por la jurisprudencia. Intentan, por la vía del subterfugio, hacer prevalecer sus intereses empresariales, saltándose así uno de los pilares de nuestra democracia: el imperio de la Ley y del Derecho.
Justifican este proceder bajo imposibles argumentos. Uno de los más socorridos, describe a nuestras leyes laborales como “obsoletas”. Se olvidan estos lobbies que los derechos de las personas trabajadoras no caducan, ni pasan de moda, ni son dúctiles ni amoldables a los intereses del capital.