Greenspan le ‘robó’ a Shiller el término ‘exuberancia irracional’ lo usó por primera vez en 1996,
El expresidente de la Reserva Federal dos días después de escuchar del Nobel que el mercado tenía una conducta incoherente
Algunas custodias compartidas no son plato de buen gusto, y cuando se trata de la célebre e inmortal frase que hizo explotar la burbuja de las punto.com, el expresidente de la Reserva Federal Alan Greenspan siempre tuvo preferencia por la tutela monoparental. Como bien atestigua en la página 176 de su autobiografía La Era de las Turbulencias: Aventuras en un Nuevo Mundo aquello de la “exuberancia irracional” surgió durante su baño matutino cuando apañaba su afamado discurso ante el American Enterprise Institute. La pomposa cena en el Washington Hilton Hotel el pasado 5 de diciembre de 1996 marcó un antes y un después en la vorágine que vio nacer colosos de la talla de Amazon, pero también el desmorone de castillos de naipes como pets.com. Nunca antes se había pensado que la concatenación de un sustantivo y adjetivo provocarían en cuestión de minutos un desplome del 3% en la Bolsa de Tokio. Este fue solo un amargo ágape del entrante que se atragantó posteriormente en el Dow Jones. Tras borrar más de un 4% en cuestión de días, atrás quedó su récord de 6.400 puntos a la espera de la marabunta que todavía estaba por llegar.
Pero tras esta hecatombe y las décadas que han pasado desde entonces, Greenspan nunca reconoció que el querubín lingüístico usado posteriormente hasta la saciedad a la hora de mentar cualquier tipo de orgía especulativa estuvo inspirada por
el hoy premio Nobel de Economía Robert J. Shiller. No es coincidencia que dos días antes del histórico sermón de quien mantuvo las riendas de la política monetaria a este lado del Atlántico durante casi 20 años, Greenspan escuchara de viva voz las justificaciones del profesor de Economía de Yale para defender la irracionalidad en los precios de los activos.
“Esa es la ironía del mercado”, relata el propio premio Nobel a este periódico. “La economía es débil y, sin embargo, Wall Street toca máximos… es inescrutable, no tiene explicación, sube porque sube, puede sonar redundante pero es así como funcionan las burbujas”, añade. Su recolección de lo ocurrido le sitúa en la Reserva Federal junto a su colega de la universidad de Harvard, John Campbell, repartiendo entre Greenspan y otros funcionarios un folleto de 10 páginas donde se recogían las tendencias del mercado desde desde 1872. En el mismo advertían que los mercados estaban destinados, en el mejor de los casos, a mantenerse a flote, pero con toda probabilidad mas condenados a estrellarse.
De esta forma, Shiller y Campbell contrarrestaron la postura presentada minutos antes aquella fría mañana del 3 de diciembre de 1996 por Abby Joseph Cohen, la reina del mercado alcista y en aquel momento estratega jefa de Goldman Sachs, quien expuso metódicamente a los gobernadores de la Fed una lista de razones por las que los cambios económicos subyacentes justificaban los elevados precios del mercado. Tras este acalorado intercambio de posturas, Shiller y Greenspan almorzaron juntos y el economista volvió a insistir de nuevo en que los mercados eran irracionales.
Si existe una cualidad que define bien al Nobel es su humildad. Quien haya tratado con él (y quien escribe estas líneas lo ha hecho en más de una decena de ocasiones) sabrá que su forma atropellada y algo tímida esconde un ingenio que ha permitido el desarrolló la “prueba de los límites de variación”, una fórmula clave para analizar la volatilidad y racionalidad de los precios de las acciones. Con este asesoramiento, se diferenció de otras líneas de pensamiento al considerar que los precios de los activos financieros responden a un sinfín de factores, muchos de ellos fuera del alcance de la razón. Es por ello que compartió el Nobel con Eugene F. Fama y Lars Peter Hansen.
Otros estudios de Shiller, como Los Precios de las Acciones y las Dinámicas Sociales o uno de sus primeros libros Las Finanzas en una Sociedad Justa, sentaron las bases de su legado que, en la práctica, se utiliza, entre otros muchos campos, en el sector inmobiliario a través del Índice de Precios de Vivienda Standard & Poor’s Case-Shiller. Este indicador también cuenta con las aportaciones del fallecido economista Karl Case.
Pero la alusión a su carácter es importante para entender por qué nunca ha querido apropiarse de la autoría de la pegadiza expresión. La usó para bautizar su libro
Exuberancia Irracional, pero con el recato que le caracteriza, insiste a este periódico en no ser el progenitor original de dicho término. Y prueba de ello está en su diario personal, donde guarda todas y cada una de sus memorias desde la década de los 90. Sin embargo, por aquel entonces su mujer dejó patente en una felicitación de Navidad escrita a unos amigos días después de que Greenspan citase la dichosa frase que Bob, como le conocen sus allegados, estaba preocupado por la idea de haber sido el responsables de haber causado la caída del mercado de valores en todo el mundo.
Una responsabilidad que demuestra su compromiso implícito con el origen de este término que, antes que Greenspan, ya acuñó, por ejemplo, la escritora Amanda Cross en su obra A Trap for Fools como bien señala en su prólogo de Exuberancia Irracional el propio Shiller. De hecho, al contrario que el expresidente de la Fed, tampoco tiene problema en elaborar un improvisado árbol etimológico que traslada a Frederick Louis Allen, Rance Crain o el propio Departamento de Comercio el uso bien de la exuberancia o la irracionalidad.
Shiller compartió el galardón sueco con Eugene F. Fama y Lars Peter Hansen en 2013 -1,1% 1.701,66