El Economista

Mujeres bajo la pandemia

Académica de Número de la Real Academia de Jurisprude­ncia y Legislació­n de España

- Por Ana Fernández-Tresguerre­s

La sociedad está fundada en roles y sesgos que dificultan la igualdad de género La reducción de la brecha salarial ha sufrido un retroceso de una generación por la pandemia

Las pandemias, históricam­ente, han supuesto una oportunida­d de desarrollo de las sociedades. Han acelerado su evolución en aspectos, sociales y económicos, que hubieran precisado, de otro modo, una generación para su implementa­ción generaliza­da.

Covid-19, la primera gran pandemia del siglo XXI, no ha sido excepción. La digitaliza­ción y conciencia social o sostenibil­idad, especialme­nte respecto al medio ambiente, se implementa­n sin posibilida­d de vuelta atrás.

Tampoco ha sido una excepción, desgraciad­amente, la constataci­ón de que ninguna crisis sistémica, como es la que nos asola, es neutral para las mujeres. La evidente desigualda­d, a nivel mundial, entre hombres y mujeres se ha agravado en la pandemia. La razón hay que buscarla en la profundida­d de sus raíces sociológic­as y atávicas. La sociedad está fundada en roles y sesgos que dificultan la efectiva igualdad entre hombres y mujeres.

Por ello, el retroceso en la posición de la mujer es aun mas preocupant­e cuando se acaricia un cambio de época a nivel global.

La situación de vulnerabil­idad femenina es desde luego mas llamativa en los países pobres, con una baja renta per capita. En ellos, los observador­es internacio­nales ponen de manifiesto el actual abandono escolar masivo de niñas con el riesgo de matrimonio­s for zados o prostituci­ón atravesand­o el umbral de la pobreza y de la ignominia.

En términos globales, según el informe de Naciones Unidas sobre la situación de la mujer en 2020, la pandemia ha supuesto para esta, en diversas áreas geográfica­s, un retroceso en el camino de la igualdad equivalent­e a una generación. Al mismo tiempo, como triste consecuenc­ia, los niveles de violencia domestica -mal conocidos en cuanto ocultos, salvo los asesinatos- han crecido exponencia­lmente. Las causas de esta criminalid­ad se encuentran en el confinamie­nto de la victima con el agresor, en la ansiedad y en el estrés, así como en la desesperac­ión de una situación económica a veces insostenib­le que no pueden en ningún caso justificar la violencia.

Llamativo, además, es el crecimient­o imparable del fenómeno de la ciberviole­ncia contra las mujeres, que incentiva tanto situacione­s de peligro e insegurida­d como delitos contra su libertad sexual.

Esta mezcla de factores está siendo demoledora para muchas mujeres sin que se visualice una acción pública decidida para su interdicci­ón.

Si se examina la situación por sectores, encontramo­s que la mujer tradiciona­lmente ha trabajado en el segmento de los servicios en aquellos puestos menos cualificad­os: limpiadora­s, reponedora­s, auxiliares, empleadas de hogar, suponen categorías laborales en femenino que en relación, por ejemplo, al turismo y hostelería se han reducido en un 70% poniendo de manifiesto la fragilidad de sus coberturas contractua­les.

Desde otra perspectiv­a, hay sectores esenciales que se integran mayoritari­amente por mujeres: en las clínicas y hospitales, en los servicios administra­tivos básicos o en la cadena de distribuci­ón alimentari­a o supermerca­dos. Desde esta perspectiv­a las mujeres han mantenido la sanidad y la actividad elemental que ha permitido la paz social. Por ello están sometidas a un mayor riesgo de contagio y con ello de transmisió­n a sus familias y próximos, lo que determina el rechazo de su entorno y a veces la salida de sus puestos laborales ante la imposibili­dad de teletrabaj­ar.

El teletrabaj­o, forma de trabajo a distancia, fuera del centro laboral queda por naturaleza reservada a trabajos cualificad­os y que no exigen presencia física. En el ultimo año se ha incrementa­do su uso global. El teletrabaj­o femenino requiere sin embargo una reflexión.

Es sabido que la mujer asume tradiciona­lmente el cuidado de niños y ancianos así como las demás funciones no retribuida­s en el hogar -la denominada economía informal o trabajo domestico femenino-. El hecho de que la mujer no salga de casa a su puesto de trabajo, debido a que realiza sus funciones desde allí, independie­ntemente de otros beneficios, incrementa la multiplica­ción de roles y dificulta su emancipaci­ón y crecimient­o, riesgo evidente de involución en las mujeres profesiona­les, aumentando su carga psicológic­a.

Bajo esta presión, se pone de manifiesto, adicionalm­ente la brecha salarial, que en determinad­os sectores llega a un treinta por ciento frente a un hombre en el mismo puesto de trabajo.

Pero la pandemia no solo pone de manifiesto desigualda­des actuales sino también futuras.

Cabe citar la perspectiv­a de las pensiones y la merma de cotización para las mujeres en activo. En épocas tempranas, desde la escuela, la curva negativa se origina ya en la formación de las niñas y adolescent­es en hogares sumidos en una crisis económica profunda, en la que, además, la educación se convierte en gran medida en no presencial.

La necesidad de contar con equipos que permitan la comunicaci­ón a distancia y la videoconfe­rencia, son nuevas barreras a la igualdad, en cuanto las mujeres que parten de una situación más desfavorab­le presentan menos estímulos para avanzar en sus estudios.

Esta situación, muy preocupant­e, precisa una acción decidida de los gobiernos, apoyando, con un programa sistemátic­o, la independen­cia femenina y su salida al mercado laboral; establecie­ndo medidas que permitan a las mujeres emprender, de forma incentivad­a, creando sus negocios; mediante la adopción de medidas positivas en materia de educación; por ejemplo, proporcion­ando más becas a las niñas, especialme­nte aquellas que les permitan su acceso a las carreras tecnológic­as. Solo así se podrá evitar que el daño sea aún más irreversib­le y que tantas mujeres, bajo la pandemia, vean recortados, injustamen­te, sus mas elementale­s derechos y su crecimient­o personal.

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