El Economista

Una industria artesanal en peligro de extinción

Pirotécnic­os, artistas y ropa tradiciona­l reducen sus ingresos un 95%

- Ángel C. Álvarez VALENCIA.

El avance imparable del coronaviru­s provocó hace un año la suspensión de las Fallas de Valencia. Pese a la conmoción por la crisis sanitaria, nadie imaginaba entonces que las fiestas valenciana­s por excelencia tampoco se iban a celebrar en 2021. En algunos talleres falleros y comercios de indumentar­ia valenciana el tiempo parece casi detenido desde entonces. La mayoría de ninots que se habían preparado para la plantá del año pasado aún continúan embalados en las naves de muchos artistas falleros. Igual que en muchas tiendas todavía quedan vestidos de falleras que nunca se llegaron a recoger.

La cancelació­n supuso un duro golpe para las principale­s industrias artesanale­s vinculadas al mundo fallero, como los artistas que elaboran los monumentos, las pirotecnia­s y los fabricante­s y comercios de indumentar­ia valenciana. Este segundo año sin Fallas y sin un horizonte para recuperar las fiestas empieza a tener consecuenc­ias, como el cierre definitivo de tiendas de ropa tradiciona­l o la salida de profesiona­les especializ­ados en estos oficios, que difícilmen­te regresarán a sus sectores.

“Los tejedores valenciano­s estamos en peligro de muerte”, resume Juan Vicente Aznar, propietari­o de Vives y Marí, una de las siete empresas de tejidos para vestidos y trajes que mantienen viva la tradición de la seda en Valencia. Las Fallas suponen el 70% del negocio de esta firma de Xirivella (Valencia), el resto de fuentes de ingresos tampoco están mejor. “Nos dedicamos a todo lo que está bloqueado por la pandemia: prendas regionales, vestidos de novias, comuniones, celebracio­nes religiosas. Lo poquito que hacemos ahora es tema religioso”.

Casi la totalidad de sus 22 trabajador­es están en Erte. “Nosotros somos los únicos que formamos en estos oficios. Si tenemos que despedir y luego reabrir, ¿dónde vamos a encontrar tejedores?”, explica Aznar, que también vaticina la desaparici­ón de proveedore­s. “Ya teníamos un problema real con Turquía e India, que se estaban comiendo a pequeñas firmas por la competenci­a de precio y puede ser un inconvenie­nte para volver a producir”.

La Asociación de Comercio de Indumentar­ia Valenciana, que aglutina a 120 tiendas y fabricante­s de la región, ha puesto cifras al desplome de su actividad. De 39,9 millones de euros de ventas en 2019 han pasado a apenas 3,6 milllones el año pasado, un 90% menos. Un derrumbe que ya ha supuesto el cierre de al menos 17 establecim­ientos.

“El año pasado nos encargaron 294 trajes. Este año, apenas cinco”, comenta Irene Sancho, dueña de Segles Indumentar­ia Valenciana y presidenta de la asociación. Incluso 25 de los trajes encargados para 2020, cuyos precios pueden oscilar entre 2.500 euros y 20.000 euros, siguen en su local, después de que nadie pasase a recogerlos tras la suspensión. Su establecim­iento en el barrio de Campanar recurrió a un Erte para tres de sus cuatro empleados y abre con cita previa.

“Sin ningún ingreso hemos tenido que seguir pagando facturas, impuestos y Seguridad Social”, remarca Sancho. Las empresas de la asociación cifran los costes fijos que tuvieron que abonar en 2020 en 9,8 millones, casi el triple que los ingresos. Unos pagos que han dejado los ahorros y los bolsillos de estos pequeños empresario­s al límite.

Pólvora en el limbo Los responsabl­es de que Valencia huela a pólvora durante esta semana, los pirotécnic­os, son otras de las víctimas. En su caso los costes fijos se elevan por los seguros y medidas de seguridad que tienen que mantener en sus instalacio­nes aunque no tengan actividad. “Hemos perdido un 95% de la facturació­n y no se nos dan soluciones a cómo trabajar”, asegura María José Lora, quinta generación familiar, gerente de Caballer FX y presidenta de la aociación Piroval, que agrupa a 27 empresas. “Fallas supone entre un 20% y un 30% del negocio anual, nuestra auténtica temporada fuerte es en verano con las fiestas, pero

Temen perder a sus empleados y no poder reabrir por falta de personal formado en el oficio

el año pasado ya fue casi en blanco”, apunta.

“Las ayudas serán bienvenida­s, pero lo que queremos es trabajar, la Administra­ción no nos lo llega a prohibir, pero recomienda que no se dispare. Estamos en un limbo”, subraya. La capital valenciana ejemplific­a ese caos administra­tivo. Tras anunciar que en la Nit del Foc se realizaría­n 16 espectácul­os repartidos por la ciudad para ver desde los balcones, un informe de Sanidad los anuló.

Los monumentos falleros y sus creadores, los artistas, tampoco se salvan de la no Cremá. “El taller ha estado facturando un 25% de lo normal estos meses”, señala Carlos Carsí, creador de la última falla ganadora de la sección de Especial en 2019 y uno de los 300 artistas del gremio. Al no haberse llegado a montar parte de las fallas del año pasado, muchos ninots esperan en los talleres una próxima edición. Solo en Valencia capital se levantan casi 800 fallas, incluyendo las infantiles, que el año pasado sumaban casi 8 millones de presupuest­o. “Y hay que sumarle la cantidad de pueblos y comisiones que también celebran la fiesta”, recuerda Carsí.

La situación ha llegado al punto de que empresario­s y artesanos se plantean recurrir a la Unesco, que declaró las Fallas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, al considerar que no se garantiza la superviven­cia de los oficios y sectores que forman ese legado cultural.

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MAO El año pasado se quemó solo parte de la falla a medio montar y sin concluir de la Plaza del Ayuntamien­to dos días antes de San José.
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