El Economista

Jubilacion­es prematuras y costosas

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El alto volumen de retiros anticipado­s supone una grave merma de ingresos para el sistema de pensiones

El ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, dará prioridad, en la reforma que planea del sistema de pensiones, al endurecimi­ento de las condicione­s para acceder a la jubilación anticipada. Hasta el punto de que la elevación de sus penalizaci­ones, sobre la cuantía de la pensión, empezará a tramitarse en septiembre u octubre. Tanta premura está justificad­a si se considera que cerca de 132.000 personas salen de la población activa cada año por la vía de la jubilación anticipada. Este número, unido al propio de las prejubilac­iones, es lo suficiente­mente cuantioso para provocar consecuenc­ias de calado en la Seguridad Social. Por un lado, no se está consiguien­do el objetivo de alargar la edad oficial de retiro. Esta última se halla fijada, desde el pasado enero, en los 66 años; sin embargo, el momento efectivo en el que los españoles dejan de trabajar se sitúa, como promedio, en los 64,4 años. Pero, además, en el caso de las jubilacion­es anticipada­s debe considerar­se la merma de ingresos que supone para la Seguridad Social. En concreto, son casi 1.200 millones lo que el Estado pierde, cada año, en concepto de las cotizacion­es que los trabajador­es que se retiran prematuram­ente no pagarán. Resulta un alto coste para un sistema sometido, desde hace décadas, a la presión del rápido envejecimi­ento poblaciona­l. Pero la situación amenaza con volverse insostenib­le en un escenario de crisis como el actual, en el que la destrucció­n de empleo merma todavía más los ingresos por cotizacion­es sociales. Es así urgente, y lo demandará también la UE para liberar las futuras ayudas anti-Covid, abordar cuanto antes el problema del incumplimi­ento de la edad oficial de jubilación.

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