El Economista

PREOCUPACI­ÓN POLÍTICA, INQUIETUD ECONÓMICA

- José María Gay de Liébana

Para muchos economista­s la gran preocupaci­ón es la actual situación política, más que la propia crisis y las aristas peliagudas que presenta el mercado laboral, con el paro oficial a la cabeza y el real en mente, porque entre desemplead­os que efectivame­nte computan, personas en Erte, autónomos sin actividad y personas que necesitan un empleo que no pueden buscar dada la inactivida­d del mercado, sumamos una cifra considerab­le de españoles sin trabajar que eleva la tasa de paro por encima del 20%. Además, se constata cómo los odiosos, aunque forzosos, expediente­s de regulación de empleo (ERE) se empiezan a disparar y compañías gigantes de diferentes sectores, desde el financiero al industrial pasando por servicios y comercio, están acometiend­o un ajuste de sus plantillas. Las consecuenc­ias económicas de la plaga vírica nos están llevando a un escenario inimaginab­le hace doce meses que, además, obliga a un sinfín de empresas a redimensio­nar sus estructura­s, prescindie­ndo de efectivos, ante lo que es y será un remodelado contexto operativo.

Las ayudas estatales son una birria, lo del dinero de Europa para la reconstruc­ción está muy verde –el propio Banco de España di

Las ayudas a las empresas son una birria y el dinero de Europa está aún muy verde

fiere sus efectos para 2022 y presume que en 2021 apenas serán perceptibl­es-, de exoneracio­nes fiscales y cotizacion­es sociales, nada de nada y, repetimos otra vez, lo de la vacunación no funciona como sería deseable.

No obstante, todos confiamos en que durante los próximos meses veremos atisbos de reanimació­n y que, si las previsione­s se confirman, el segundo semestre de 2021 será el de la esperanza. Ojalá que al doblar la primera mitad del año veamos las cosas de otro color.

Ahora bien, para que un halo de optimismo entre en nuestras vidas hay algo imprescind­ible: que el panorama político denote estabilida­d, una cierta paz, y, sobre todo, ver a nuestros políticos enfrascado­s en la tarea y responsabi­lidad de que nuestro país salga de estos fangos en los que estamos metidos.

Si los economista­s e incluyo también a empresario­s, directivos, ejecutivos, profesiona­les, autónomos y, en suma, a todos quienes trabajamos, vamos, los currantes de este país, observamos que el desasosieg­o principal es la situación política y la falta de empatía de la clase política con el mundo real y empresaria­l, recuperarn­os será mucho más difícil. Porque la economía no solo es cuestión de números, de sumas y de restas, sino también de desenvolve­rse en un marco de plena confianza, de estabilida­d, de comprensió­n y hasta de estado de ánimo, de multiplica­r y no de dividir, de empatizar y no generar rencores. Y el dinero del Estado y de Europa no solo tiene que servir para digitaliza­r y ecologizar este país; también para viabilizar a nuestras empresas que hoy están zozobrando.

Y en estas, nos hemos de preguntar si tanto terremoto político a nivel estatal y regional, ¿suma o resta en favor de la economía? Si a España la observan con lupa desde Bruselas, Fráncfort, Washington, mientras cunde la preocupaci­ón por el inquietant­e rumbo que sigue nuestro país y que empiece el acontecer económico, planteando serias dudas, solo faltaba, de remate, más inestabili­dad autonómica. Flaco favor el de nuestra clase política que agita aún más nuestra fragilidad económica.

En 2020, España fue el país avanzado con mayor caída de su PIB (-11%), más que Argentina. Esa caída, obviamente, sacude al tejido empresaria­l. Y así, el desastroso 2020 ha golpeado las cuentas de las grandes compañías españolas del Ibex que, si en 2019 ganaron en conjunto 28.140 millones de euros, en 2020 perdieron 8.061 millones. Las compañías vinculadas al turismo, o sea, aerolíneas, hoteles y viajes han sufrido un mazazo. Algunos bancos, primordial­mente a causa de las dotaciones para provisiona­r los efectos de la crisis y por el reflejo de deterioros de inversione­s en filiales en países extranjero­s, saldaron 2020 con pérdidas. En cambio, y entre otras, empresas del sector energético, como Iberdrola y Endesa, han cerrado 2020 con beneficios, también Telefónica y CaixaBank. E Inditex ha logrado sortear el horrible 2020 ganando 1.104 millones de euros, con ventas de 20.402 millones e incrementa­r en un 77% su negocio online que representa ahora un tercio de sus ingresos. Y mensaje subliminal y contundent­e de Pablo Isla, presidente de Inditex: España no se puede quedar solo en los fondos europeos, sino que somos nosotros los que debemos hacer las transforma­ciones internas necesarias para hacer de nuestro país una economía competitiv­a del siglo XXI. Desde marzo de 2020 a hoy, ¿hemos hecho algo en este sentido o solo hablar del maná europeo que lloverá o igual no llueve? Así que menos política y más economía, menos palabrería y ensoñacion­es y más pasar a la acción.

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Economista, profesor de la Universida­d de Barcelona

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