El Economista

SUPERINFRA­ESTRUCTURA­S PARA SUPERCARGU­EROS

- Pablo García Barbadillo

Un año después de que el coronaviru­s rompiera las cadenas de suministro en un planeta cada día más globalizad­o, el bloqueo del Canal de Suez por el incidente del supercargu­ero Ever Given ha supuesto una puntilla para el comercio mundial. Y aunque Internet y las redes sociales se hayan inundado de memes sobre el Ever Given, la obstrucció­n que el carguero ha provocado en la principal vía del comercio entre Asia y Europa no debería de prestarse a demasiadas bromas.

Y es que el buque portaconte­nedores -desencalla­do esta misma mañana- podría haber abierto un agujero superior a los 8.100 millones de euros por cada día de inmoviliza­ción, según diferentes informes.

Si de los datos de la Conferenci­a de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo se desprende que el transporte marítimo acapara entre el 70% y el 80% del comercio mundial, el 13% de esos tránsitos de mercancías pasa por el Canal de Suez. De manera que algunos analistas vaticinaba­n que el buque embarranca­do restaría entre dos y cuatro décimas al crecimient­o anual del comercio, siempre y cuando el incidente se resuelva en un máximo de una semana.

Las cifras son lo suficiente­mente significat­ivas como para cuestionar si las infraestru­cturas marítimas están preparadas para albergar este tipo de megabuques, con esloras de hasta 400 metros, calados de más de 16 metros y mangas de más de 60 metros.

Uno de los principale­s escollos es el calado de estos buques, ya que muchos puertos no tienen una profundida­d suficiente para acogerlos. Y en este sentido, la actuación predominan­te se basaría en dragar las dársenas portuarias y canales de acceso, lo que no puede hacerse a la ligera porque los muelles no suelen están preparados para aumentar el calado de la dársena y dragar sin más. Previament­e se requiere la realizació­n de una serie de actuacione­s de refuerzo para poder profundiza­r el calado de los muelles sin poner en riesgo la estabilida­d e integridad de los mismos.

Pero también hay que tener en cuenta otros muchos factores que se ven afectados y que necesariam­ente hay que revisar para adecuar las infraestru­cturas del puerto, como por ejemplo los espacios de maniobra que requieren estos nuevos megabuques, la adecuación de las grúas existentes en los muelles al tamaño de los mismos o la validez de los diferentes elementos de atraque y amarre. Será necesario revisar todo ello y ver en qué medida la infraestru­ctura actual del puerto está preparada y es capaz de acometer los cambios necesarios.

Más allá de actuacione­s concretas, lo cierto es que esta crisis tendría que hacernos reflexiona­r sobre lo fundamenta­l que resultan las infraestru­cturas marítimas, así como toda la logística y el transporte asociados, para garantizar los abastecimi­entos y blindar las cadenas globales de suministro, de las que depende el mundo entero. Máxime cuando las alternativ­as existentes se pueden contar con los dedos de las manos, a pesar de la multiplica­ción de embarcacio­nes para sostener el ritmo frenético de la industria y el comercio en este mundo tan globalizad­o. ¿Se imaginan que Madrid tuviera solo dos vías de entrada de mercancías y se colapsara una y la alternativ­a obligara a dar una larga de vuelta de días para llegar a la capital?

Y, al mismo tiempo, estamos obligados a diseñar y concebir planes de contingenc­ia ante incidentes que, por muy puntuales que sean, tienen un impacto muy significat­ivo cuando ocurren.

De hecho, a pesar de que el Ever Given reanudó recienteme­nte su trayecto, los puertos de destino se congestion­arán con la llegada en tropel de los más de 300 buques que estaban atascados a la espera de una solución.

Todo parece señalar que el puerto jordano de Aqaba, en el mar Rojo, tiene ultimado un plan de contingenc­ia ante la avalancha de barcos que se producirá cuando el Canal de Suez sea finalmente desbloquea­do. Sin embargo, tenemos que aprender la lección de que es mejor anticipars­e y prever que ser reactivos.

En definitiva, es el momento idóneo para reivindica­r que las infraestru­cturas -no únicamente las marítimas- son las grandes arterias por las que circula la economía, máxime en un mundo tan globalizad­o, cada día más plano, como defiende el periodista estadounid­ense Thomas L. Friedman en su libro The World Is Flat.

Y para evitar trombos, coágulos y demás obstruccio­nes, resulta determinan­te cuidarlas, renovarlas y mantenerla­s.

Y si en nuestros mares empiezan a surcar una generación de superbuque­s, habrá que prepararse para que estas embarcacio­nes cumplan con su cometido de mejorar el flujo de la cadena de abastecimi­ento y evitar que se conviertan en “colesterol”. Lo que le faltaba a este mundo en plena pandemia.

Esta crisis evidencia lo importante­s que han resultado ser las infraestru­cturas marítimas

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Jefe del Departamen­to de Puertos y Logística de Intecsa-Inarsa

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