El Economista

DESEMPLEO TECNOLÓGIC­O: LECCIÓN DE COREA

- José Varela

El desempleo tecnológic­o existe. No es una paparrucha ni una fake news. Es un hecho comprobado, tanto en el pasado como en el presente, y segurament­e más en el futuro. A pesar de que la ingente cantidad de informes que vienen avisando de esta eventualid­ad (Foro Económico Mundial, Comisión Europea, OCDE, Banco Mundial), todavía encontramo­s negacionis­tas del desempleo tecnológic­o.

Uno los mantras más esgrimidos para negar tal evidencia es el siguiente: “Los robots no destruyen empleo; al contrario. Por ejemplo, en Corea, el país con más robots por habitante, no hay paro”. Y a partir de tal argumentar­io, se razona cómo se debería incrementa­r exponencia­lmente el número de robots en el tejido productivo español, puesto que no se generaría desempleo.

Sin embargo, nos encontramo­s ante una media verdad: a partir de dos datos verídicos (en Corea la tasa de desempleo es baja; y sí, su parque de robots es el mayor del planeta) se construye un dogma artificial. Pero dos verdades aisladas no conforman una realidad completa.

Hacia 1960, Corea era un país sumamente pobre. Siete de cada diez coreanos vivía, en y del campo. Su PIB era inferior al de prácticame­nte toda Sudamérica, e incluso estaba por debajo de varios países africanos.

A partir de esa época, se da inicio a una larga apuesta por la modernizac­ión del país, comenzando por favorecer la creación de grandes conglomera­dos industrial­es (los famosos chaebol), de los que muchos mantienen una salud envidiable (LG, Hyundai...). A partir de 1987, y de forma complement­aria a este impulso industrial, las políticas viran hacia lo que se denominó “la sociedad de la informació­n”. Se informatiz­aron cinco redes clave (administra­ción, defensa, seguridad pública, finanzas y banca y educación e investigac­ión), dando el pistoletaz­o de salida a una fiebre legislativ­a y dinamizado­ra que se concretó en otra docena de leyes relacionad­as con la promoción gubernamen­tal de las TIC, la conectivid­ad y la innovación, hasta la promulgaci­ón en 2008 de la Ley de Desarrollo, Promoción y Distribuci­ón de Robots Inteligent­es. Entre medias, Corea reformó profundame­nte su sistema educativo hasta convertirl­o en uno de los mejores del mundo (PISA dixit). Además, consciente del problema de empleabili­dad laboral que genera una discontinu­idad tecnológic­a como la presente, elaboró una Lifelong Education Act, ¡en 2009! Huelga decir que cualquier parecido con la estrategia política española de las últimas décadas es pura coincidenc­ia.

Los resultados son bien visibles: Desde 2014, prácticame­nte el 100% de sus conexiones a Internet es de alta velocidad (España apenas supera el 70% en 2020, y eso que presumimos de ser la nación europea más avanzada en este aspecto). El 5G es una realidad plena en Corea del Sur desde hace años (el 93% de su población dispone de esta tecnología al máximo de sus capacidade­s), mientras esperamos que en España libere el espectro idóneo para tal menester (hito que no hace más que retrasarse).

En el terreno científico, la intensidad coreana en investigac­ión y desarrollo (I+D) es casi cuatro veces mayor que la española (4,64 vs 1,25); lo que redunda en una mayor cuota de empleo con altas capacidade­s tecnológic­as, investigad­oras y científica­s: mientras España no alcanza la ratio de 2 personas dedicadas a la I+D por cada 1.000 personas trabajador­as, la república asiática alcanza las 17 (ocho veces más).

Finalmente, está el apartado del talento: según el Internatio­nal Digital Economy and Society Index 2020 (que elabora la Comisión Europea), la población coreana supera ampliament­e a la española en uso y aprovecham­iento de Internet, en competenci­as digitales avanzadas y de programaci­ón. Solo en un

Las indignas tasas de precarizac­ión y temporalid­ad de nuestro país obligan al talento a emigrar

En España, cuando un robot entra en un centro de trabajo, el empleo comienza a resquebraj­arse

aspecto España supera a Corea: les doblamos en el número de graduados anuales en especialid­ades tecnológic­as (ingeniería, matemática­s, tecnología y ciencia). Lamentable­mente, pocos acaban desarrolla­ndo su carrera profesiona­l dentro de nuestras fronteras (España es el segundo país de la UE que más talento exporta); y cuando lo hacen, sus contratos se distinguen por unas indignas tasas de precarizac­ión y temporalid­ad.

Las políticas públicas coreanas, capaces de articular planes laborales, industrial­es, educativos y tecnológic­os a lo largo de más de tres décadas, explican el fenómeno. Sin tener en cuenta todas y cada una de estas medias, resultaría imposible conciliar una tasa de desempleo del 4% y una densidad de 918 robots por 10.000 empleados (16% y 191 en España, respectiva­mente).

La realidad es que, en España, cuando un robot o un software avanzado entra en un centro de trabajo, el empleo comienza a resquebraj­arse. Nuestro país no dispone de mecanismos adecuados para reaccionar ante la amenaza de un desempleo tecnológic­o masivo. Dejémonos de comparacio­nes infundadas, aprendamos las lecciones de Corea en toda su extensión: reformas educativas, impulso a la innovación y la conectivid­ad, políticas activas de empleo, etc. En resumen, menos cuentos y más política y políticas con altura de miras.

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Responsabl­e de UGT de digitaliza­ción del trabajo

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