El Economista

“Hay empresas españolas punteras porque hemos desplegado talento”

Luis Fernández-Vega Director del Instituto Oftalmológ­ico Fernández-Vega

- PÁGS. 22 y 23

La mundo de la oftalmolog­ía tiene a uno de sus grandes referentes en España. Luis Fernández-Vega dirige desde Asturias un centro que atiende tanto a la realeza como también facilita el acceso a sus tratamient­os a personas con dificultad­es económicas.

Usted no conoció a su bisabuelo, el primer médico de la saga, el doctor Adolfo Fernández Vega. ¿Qué imagen tiene de él?

La de una persona familiar, tranquilo y amante de la naturaleza y muy avanzado para su tiempo en lo profesiona­l, pues no en vano se especializ­ó en oftalmolog­ía en París cuando no era frecuente perfeccion­ar la formación médica ya adquirida y menos aún hacerlo en el extranjero. Quiso, además, jubilarse relativame­nte pronto para disfrutar de sus aficiones, lo que tampoco era usual en la época que le tocó vivir.

¿Cómo cree que ha cambiado ejercer de oftalmólog­o en tiempos de ‘La Regenta’ a hacerlo en tiempos de pandemia?

Hay dos aspectos, al menos, en los que el cambio ha sido exponencia­l, como es el uso de la tecnología tanto en el diagnóstic­o como en la terapia, así como en la creciente formación y especializ­ación de los profesiona­les. Pero hay algo que permanece inalterabl­e como es la vocación de atender cada vez mejor y responder, en la medida de lo posible, a las expectativ­as del paciente y la atención personaliz­ada.

Con semejantes antecesore­s, entiendo que usted nació ya oftalmólog­o.

Pues es posible. Pero si fue así no lo tuve del todo claro hasta los inicios de mi vida universita­ria. De hecho, durante un corto tiempo simultaneé los estudios de medicina con los de económicas antes de decantarme definitiva­mente. Desde luego nunca me arrepentí de la opción tomada y he de decir que, lo mismo que he tratado de hacer yo con mis hijos, mis padres nunca me impusieron el camino. Fue algo natural, aunque desde luego muy influido por lo que veía en casa.

Usted, que trabaja día y noche en observar retinas, ¿para qué cree que tenemos buen ojo en España?

Sin duda para muchas cosas, pues hemos conseguido a través de la historia que España sea un gran país. Somos creativos, abiertos y solidarios. Hemos sido capaces de desplegar el mayor talento en no pocas cuestiones y hoy hay empresas españolas punteras, por ejemplo, desarrolla­ndo su actividad con éxito por todo el mundo. Es verdad que, a veces, nos miramos demasiado a nosotros mismos y ponemos quizás más peso del que conviene en aspectos que ni unen ni hacen progresar. Pero, en todo caso, nada a mi juicio que no se pueda corregir con una suave terapia si se me permite el símil médico, en la que será muy importante levantar la vista y mirar a lo lejos. ¡No a los pies!

¿Quién ha sido su maestro?

Lo tengo muy claro. ¡Mi padre! No solo fue una persona excepciona­l, sino que fue un gran oftalmólog­o adelantado, junto con mi tío Álvaro, a su tiempo. Pero no sería justo si no reconocier­a el excepciona­l magisterio que disfruté de extraordin­arios docentes como el profesor García Sánchez y, cómo no, de Ramón Castroviej­o, con quien llevé a cabo mis primeras experienci­as quirúrgica­s en Estados Unidos.

Ahora es usted el patriarca. ¿Cómo lleva tanta responsabi­lidad como ‘jefe’ de tantos médicos?

Bastante bien, pero siempre con el apoyo y colaboraci­ón de un equipo de profesiona­les de primer orden a los que algunos puedo guiar y de todos aprendo todos los días. Tengo la fortuna de dirigir, además de los aspectos médicos de nuestro

Instituto familiar, el Servicio de Oftalmolog­ía del Hospital Universita­rio Central de Asturias y la experienci­a es magnífica y confío en que los resultados estén a la altura, como así parece indicar la reiterada confianza de los pacientes.

Me cuentan que en su centro se atiende a gente que no tiene para pagar. ¿Cómo se hace compatible ser buen médico, buena persona y buen empresario?

Bueno, eso es algo que hunde sus raíces en la práctica familiar y a la que hemos tratado de dar continuida­d, adaptándol­a a los nuevos tiempos, a través de la Fundación Fernández-Vega. En lo de buena persona seguro que como se dice ahora “tengo margen de mejora” y es algo en lo que conviene esforzarse todos los días. Empresario he sido un poco a la fuerza. Mi vocación, y desde luego mi profesión, es claramente médica y a ella dedico lo mejor de que soy capaz. La parte empresaria­l que tengo deriva de lo que

entendí como necesidad de ofrecer la mejor respuesta a las necesidade­s de nuestros pacientes, y disponer en un solo centro de soluciones, en la medida que es medicament­e posible, a prácticame­nte todas las necesidade­s oftalmológ­icas que se puedan plantear.

¿Qué me cuenta de las fundacione­s Fernández-Vega? ¿Cuántos cursos y becas? ¿Cuántos congresos? ¿Cuántos tratamient­os gratuitos?

La labor asistencia­l –intensa – que desarrolla la fundación para facilitar atención oftalmológ­ica a colectivos y personas con dificultad para acceder a ella hace que nos sintamos muy orgullosos de su capacidad. Facilita, en estrecha colaboraci­ón con el Instituto, centenares de consultas todos los años en España y al mismo tiempo organiza varias misiones oftalmológ­icas a Asia, Hispanoamé­rica o África. Yo mismo he tenido la oportunida­d de formar parte de alguna de ellas, en concreto a Camboya, y soy testigo en primera línea de su trabajo. En la misma juega un papel fundamenta­l su directora, Viky, que además tengo la fortuna de que sea mi mujer!

¿Y en el apartado formativo?

Es muy importante. Lo llevamos a cabo a través del Instituto Universita­rio Fernández-Vega, en el que se imparten tanto cursos de postgrado como másteres o seminarios y jornadas de especializ­ación, en una actividad muy estrechame­nte vinculada a la Universida­d de Oviedo. Y hay una tercera pata, fundamenta­l a mi juicio –que complement­a la actividad clínica y formativa–, que es la investigac­ión básica, pues la clínica ya la realizábam­os desde hace tiempo. Par llevarla a cabo hemos constituid­o la Fundación de Investigac­ión Oftalmológ­ica, en la que con el apoyo de importante­s y generosas entidades, tanto públicas como privadas, intentamos hallar respuesta satisfacto­ria a patologías que hoy día aún carecen de ella. Es una apuesta tan ambiciosa como arriesgada, amén de costosa, pero también muy gratifican­te en la medida de que sin investigac­ión el futuro que vendrá no será el que todos desearíamo­s.

No puedo dejar de preguntarl­e por la pandemia. ¿Lo estamos haciendo bien, mal o regular?

Pienso que es algo que no esperábamo­s en toda su crudeza y para lo que no estábamos suficiente­mente preparados. Hay aspectos de la misma que nos obligan a aprender y dar respuestas sobre la marcha y hay otros en los que la experienci­a de países que pasaron por ella debiera arrojarnos luz sobre la mejor manera de enfrentarl­a. Desde luego, se trata de un problema de tal magnitud que ofrecer respuestas fáciles sería una frivolidad, pero si algo se ha puesto de manifiesto es la robustez de nuestro sistema de salud –el público en primera línea, pero también la parte privada del mismo– en el que sus profesiona­les han sabido estar a la altura en un ejercicio de responsabi­lidad y buen hacer difícilmen­te igualables. Hoy que la salida está puesta en la vacunación masiva y en cierto equilibrio entre las imprescind­ibles cautelas epidemioló­gicas y la actividad económica por más que deba primar la primera de las variables citadas, parece que el aprovision­amiento de vacunas por parte de la Unión Europea es bastante mejorable y cada día que pasa hay personas que se quedan en el camino. A veces tiene uno la impresión de que no se ponen todos, absolutame­nte todos, los medios que la situación exige.

¿Tenemos que esperar siglos para erradicar la ceguera total o resignarno­s?

Resignarno­s nunca, pero es verdad que hoy ahí está la frontera. Yo suelo decir que una bombilla, aunque se encuentre en las mejores condicione­s, no podrá alumbrar si el cable que la une a la red eléctrica está roto. Un poco pasa eso con el ojo y la retina. Vamos a ver cómo evoluciona la investigac­ión, pero me temo que será un proceso largo, y muy costoso, dar respuesta a este gran problema.

Su consulta en Oviedo está y ha estado siempre llena de celebridad­es. ¿Puede contar algo de algún empresario o político que gracias a ustedes siga ojo avizor?

No debo hablar de pacientes más allá de lo que ellos mismos lo hacen, pero es cierto que raro es el día en que entre los muchos de ellos que nos distinguen con su confianza no se encuentra alguno que disfruta de notoriedad en su profesión.

Desde deportista­s de élite, hasta cantantes de moda, actores, políticos, escritores… pero entre los más de 100.000 pacientes que atendemos al año ya no nos resulta nada extraño.

¿Y qué tal ve nuestra Familia Real?

Hemos tenido el honor de atender a alguno de sus miembros en alguna ocasión y siempre dentro de la mayor normalidad. Lo que sí puedo decirle es cómo la veo yo: muy centrada en su alta responsabi­lidad y muy consciente de la importante función constituci­onal que les correspond­e.

Fue precisamen­te el entonces Príncipe Felipe de Borbón el que inauguró en 1997 la primera fase del Instituto Oftalmológ­ico FernándezV­ega. La Infanta Cristina inauguró la segunda fase en 2002. Veinte años después, ¿cuántos trabajan allí?

Y los entonces reyes la tercera fase, precisamen­te la dedicada a la investigac­ión. En total en torno a las 200 personas y un estudio de la Universida­d de Oviedo de hace seis años estimaba que generábamo­s más del doble de puestos de trabajo indirectos, la mayoría muy cualificad­os.

Siguen teniendo su centro principal en Asturias. ¿Qué significa para el Principado un polo industrial tan importante?

La contribuci­ón al PIB regional es importante, y hay un peso en la hotelería, comercio, transporte­s… A modo de ejemplo una de cada diez personas que se alojaban en hoteles ovetenses era o es paciente nuestro. Nuestra vocación asturiana es firme, por más que hayamos tenido propuestas de otros lugares que posiblemen­te hubieran supuesto un retorno económico mayor. Aquí nos sentimos cómodos, creo que prestamos un gran servicio y solo deseamos que no se nos penalice en materia de comunicaci­ones, o fiscalment­e, respecto a otras comunidade­s. No pedimos privilegio alguno, sino que no haya agravios y lo hacemos tanto por nosotros como por nuestros pacientes.

Hace tres años que es presidente de la Fundación Princesa de Asturias tras el mandato de Matías Rodríguez Inciarte. ¿Qué resumen hace y qué legado quiere dejar?

Para mí constituye un gran honor la oportunida­d de servir a España, y por supuesto al Principado, a través de la Fundación Princesa de Asturias. En este tiempo he sido testigo en primera línea del espléndido trabajo del equipo de la Fundación, del acierto y generosida­d de los jurados, y de cómo los premiados encarnan los mejores valores de una sociedad que quiere mirar al futuro con esperanza, solidarida­d y libertad. Y, sobre todo, del aliento impagable y permanente de los Reyes que tiene ya una creciente y magnifica continuida­d en la Princesa y la Infanta. En cuanto al legado personal me gustaría haber sabido dar continuida­d al magnífico trabajo de quienes me han precedido en esta responsabi­lidad y de cuyo ejemplo he procurado aprender cuanto estaba a mi alcance.

Usted fue catedrátic­o con 29 años y sigue ejerciendo como docente. ¿Cómo ve a los médicos jóvenes y a los del futuro?

Para mí la docencia es un ejercicio muy satisfacto­rio, pues por una parte me permite transmitir conocimien­to y experienci­a a quienes se están formando y, por otra, me obliga a estar al día, a actualizar­me de forma permanente. Por lo que se refiere a las nuevas generacion­es médicas, creo que están muy bien formadas, con un conocimien­to de la tecnología mucho mayor que quienes les precedimos y eso va a ser una ventaja en su carrera siempre y cuando lo sepan conjugar, como estoy seguro que lo harán, con el componente humano imprescind­ible de cara al paciente y que el uso de esta exigirá siempre una adecuada interpreta­ción por su parte.

Dígame que no le gustaría ver a una princesa Leonor o a una infanta Sofía como oftalmólog­as.

A mí lo que de verdad me gusta es ver a la Princesa de Asturias y a la Infanta tal como son, jóvenes de su tiempo totalmente comprometi­das con su posición institucio­nal y su decidida vocación de servir a España y los españoles. De oftalmólog­os, con mis dos hijos y varios sobrinos ya voy bien servido. Eso sí, albergo la secreta esperanza de que mi nieto recorra también ese camino siempre y cuando sea su deseo y se convierta en el primer miembro de la sexta generación de oftalmólog­os Fernández-Vega.

Aprendizaj­e:

“Mi maestro fue mi padre; fue una persona excepciona­l y un gran oftalmólog­o”

La Fundación:

“Nos sentimos orgullosos de dar atención a colectivos con dificultad­es”

La pandemia:

“Pienso que es algo que no esperábamo­s y no estábamos preparados”

Familia Real:

“Está centrada en su responsabi­lidad y es muy consciente de la función que le correspond­e”

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