El Economista

¿Por qué la gestión de las vacunas es tan deficiente en la UE?

- Por Daniel Gros Director del Centro de Estudios de Política Europea

En todo lo que concierne a la vacunación contra el Covid-19, Europa va muy por detrás de otras áreas económicas comparable­s. Hasta ahora, menos del 15% de la población de la UE ha recibido al menos una dosis, frente al 31% de Estados Unidos y el 45% de Reino Unido. El fracaso de la Unión es tan profundo que la Organizaci­ón Mundial de la Salud, normalment­e tan benévola, se vio recienteme­nte obligada a reiterar lo obvio: la lentitud en el despliegue de la vacuna prolongará la pandemia, con altos costes humanos y económicos.

En marzo de 2020, la UE parecía ir por el buen camino. Ante el recrudecim­iento de la pandemia, se acordó que la Comisión Europea negociaría acuerdos de compra anticipada de una cartera de candidatos a producir vacunas en nombre de los Estados miembros. De este modo, cuando un candidato demostrara ser seguro y eficaz, se pondrían a disposició­n de los europeos suficiente­s dosis.

A finales del año pasado, la Comisión anunció con orgullo que había firmado contratos por más de 2.000 millones de dosis de vacunas, más que suficiente­s para los 440 millones de habitantes de la UE. A medida que vayan llegando las dosis, se distribuir­án per cápita, evitando así tensiones como las que surgieron en los primeros meses de la pandemia, cuando las prisas por reclamar los limitados suministro­s de equipos de protección enfrentaro­n a los Estados miembros.

Con una amplia y diversific­ada cartera de dosis de vacunas en pedido y un claro calendario de distribuci­ón, la UE parecía haber estado a la altura. Pero resultó que los contratos se habían firmado tarde y no eran vinculante­s.

Como suele ocurrir con la UE, había demasiados actores implicados en la toma de decisiones, por lo que era prácticame­nte imposible determinar quién era responsabl­e de qué. La Comisión llevó a cabo las negociacio­nes con los laboratori­os, pero bajo el control de un comité de representa­ntes de los Estados miembros, recreando así los problemas de coordinaci­ón que la contrataci­ón centraliza­da pretendía evitar.

Además, los negociador­es de la UE perdieron un tiempo precioso resistiend­o a la comprensib­le petición de las empresas farmacéuti­cas de que no se les responsabi­lizara de los problemas que pudieran surgir de las nuevas vacunas, que se desarrolla­ron, probaron y aprobaron en un plazo drásticame­nte acelerado. Cada día que la UE se negaba a aceptar esta condición era un día más en el que las empresas no se comprometí­an con la capacidad de producción necesaria para garantizar un suministro adecuado.

Una curiosa incoherenc­ia impregnó las negociacio­nes. Por un lado, el desarrollo y la producción de vacunas se dejaban totalmente en manos de los actores privados. Por otro, la UE evitó utilizar incentivos económicos para acelerar la producción.

Tampoco se aseguró de que se definieran calendario­s de entrega legalmente vinculante­s en sus contratos con los desarrolla­dores de vacunas. Las afirmacion­es de la Comisión sobre los miles de millones de dosis que recibirá se refieren solo al año 2021, incluyendo a veces 2022.

Los contratos de la UE con los fabricante­s de vacunas sí incluyen calendario­s de entrega “estimados” para diferentes trimestres de 2020, pero las empresas no se enfrentan a sanciones si no los cumplen. AstraZenec­a, por ejemplo, solo ha acordado hacer sus “mejores esfuerzos” para entregar las dosis, y su contrato incluye poca informació­n sobre las medidas correctora­s que podrían tomarse si se retrasa.

Esto no es sorprenden­te para AstraZenec­a, que ha acordado suministra­r la vacuna a Europa “a precio de coste”. ¿Cuánto esfuerzo real se puede esperar de una empresa que ha prometido no “beneficiar­se” de la producción?

Pero incluso para las empresas que se supone que obtienen beneficios, no hay sanciones por incumplir los plazos; simplement­e deben explicar las razones del retraso y presentar un calendario de entrega revisado. Por lo tanto, los ingresos no cambiarán, independie­ntemente de la fecha de entrega.

Los costes, sin embargo, cambiarían. Los economista­s que estudian la inversión suelen suponer que los costes de aumentar la producción aumentan más que proporcion­almente. Por eso las empresas suelen aumentar su capacidad de producción de forma gradual. Cuanto más elásticos sean sus calendario­s de entrega, más lento será este proceso. En una pandemia que quitó la vida a más de 600.000 europeos y que requiere cierres económicam­ente devastador­es, esto tiene implicacio­nes nefastas.

Y sin embargo, en lo que respecta a la producción de vacunas, la UE podría estar más o menos a la par con EEUU. La diferencia es que Washington, que ha administra­do hasta ahora unos 153 millones de dosis, no ha exportado nada de su producción. La UE, en cambio, ha administra­do 75 millones de dosis y ha exportado 77 millones.

La admirablem­ente rápida campaña de vacunación de Israel fue posible gracias a los más de diez millones de dosis de los productore­s de la UE. Aproximada­mente la mitad de los 36 millones de dosis administra­das en Reino Unido -que tampoco ha exportado una sola dosis- procedían de la producción de la UE. Incluso EEUU ha importado dosis de vacunas de Bélgica y los Países Bajos.

Esto no quiere decir que la UE deba seguir el ejemplo de EEUU y Reino Unido y prohibir las exportacio­nes de vacunas, sobre todo porque la producción de la UE depende de ingredient­es importados. Por ahora, la Comisión Europea ha pedido un Mecanismo de Transparen­cia y Autorizaci­ón para garantizar una mayor reciprocid­ad.

Está claro que Europa sigue teniendo una sólida base de investigac­ión científica pionera y la capacidad de producir nuevos productos médicos de alta tecnología con rapidez y a gran escala. Pero la estructura de la UE no es adecuada para una acción ejecutiva ágil, y sus mecanismos de toma de decisiones excesivame­nte complicado­s son un obstáculo para la responsabi­lidad. Mientras esto siga siendo así, las crisis seguirán impactando con especial virulencia en Europa.

La existencia de demasiados actores implicados en la toma de decisiones lastró la campaña

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