El Economista

Madoff, el estafador que dejó al aire las vergüenzas de la banca privada

El Santander, con 3.000 millones de euros, fue la segunda entidad mundial más afectada por la estafa piramidal del magnate, que falleció ayer en la cárcel

- Ángel Alonso MADRID.

Para quienes viven pendientes de las superstici­ones, la muerte de Bernard Madoff a los trece años de destaparse uno de los mayores escándalos financiero­s de la historia (después de Enron) habrá reafirmado su creencia de que mejor no cruzarse con un gato negro, pasar por debajo de una escalera y evitar la decimoterc­era cifra. En realidad, todavía faltarían algunos meses más, puesto que fue el 10 de diciembre de 2008 cuando el embaucador, que había sido uno de los impulsores y presidente­s del Nasdaq, confesó a su familia que el esquema de vida que tenían montado se sustentaba en una farsa y que ya no podían afrontar los pagos de las rentabilid­ades prometidas a los inversores de sus fondos.

Unos meses antes, el 15 de septiembre, el banco norteameri­cano de inversión Lehman Brothers entró en quiebra y el maremoto que en el mundo financiero estaba a punto de expandirse dejó a Madoff desnudo en la playa. Muchos inversores empezaron a reclamar su dinero, pero se encontraro­n de repente con la verdad. El esquema de trabajo de Madoff consistía en atraer el dinero de nuevos clientes, que permitía pagar una rentabilid­ad de hasta el 12% a los que ya estaban dentro. De esta forma, la bola de nieve iba creciendo hasta que fue imposible de parar cuando cada vez más inversores reclamaban su dinero en un mundo que empezaba a necesitar liquidez.

Lo más sorprenden­te de todo fue constatar que los estafados no eran clientes timados en la esquina de una calle por un trilero, sino grandes inversores institucio­nales, hedge funds y clientes de banca privada a los que se colocaba el producto de inversión de Madoff. Consciente­s o no de que una rentabilid­ad tan exorbitada debía tener algún truco, lo cierto es que la pirámide de la estafa del financiero norteameri­cano se apoyaba en medio mundo, sobre todo en Estados Unidos, lógicament­e, donde no había ningún millona

Banif comerciali­zó entre sus clientes productos vinculados al magnate

rio que no presumiera de estar ganando mucho dinero gracias a los fondos de Madoff; pero también en Suiza, centro de la banca privada por excelencia, y España, un país que en 2006 ya había sufrido su propio timo de la estampita con los sellos de Fórum Filatélico.

Entre los afectados apareciero­n los grandes nombres de la banca mundial como BNP Paribas, Unicredit, Royal Bank of Scotland, Natixis, HSBC y Banco Santander. La firma presidida en aquellos años por Emilio Botín fue la segunda entidad global más dañada reputacion­almente –por detrás de la firma norteameri­cana Fairfield (vinculada al propio Madoff )–, al haber invertido 2.330 millones de euros de sus clientes (la mayor parte institucio­nales), sobre todo a través del fondo Optimal Strategic US Equity, que gestionaba su filial de gestión alternativ­a Optimal.

Una mancha para Banif Un producto que en España comerciali­zó Banif, la que entonces era su firma de banca privada, lo que supuso un enorme revuelo. Para evitar la mayor parte de los litigios judiciales, la entidad ofreció a los afectados el canje de la inversión inicial por participac­iones preferente­s, con posibilida­d de recompra al cabo de los diez años y un cupón anual del 2%. Una opción a la que se acogió el 97%. Para los demás, la propuesta fue un depósito subordinad­o a 30 años con la misma rentabilid­ad. Pero hubo muchos clientes que acudieron a los tribunales, y les dieron la razón por falta de informació­n en la venta de los productos de Madoff. La situación resultó embarazosa porque un año antes de que saltara el escándalo, en 2007, había entrado en vigor Mifid I, la directiva europea que regulaba la venta de productos financiero­s y restringía algunos productos a inversores cualificad­os. Y en el mundillo financiero comenzó a utilizarse la muletilla de yo no tenía exposición a Madoff como sinónimo de buenhacer. Otras entidades españolas, como BBVA, Banesto y la entonces Caja Madrid también reconocier­on haber estado expuestos a los fondos de Madoff, pero en mucha menor medida. El banco azul confesó una exposición de 30 millones de euros de sus clientes internacio­nales, aunque también reconoció que había actuado como estructura­dor para otras entidades financiera­s, por lo que la pérdida máxima se habría elevado a los 300 millones. En Banesto, fueron unos 14,6 millones de euros los afectados, mientras que la caja madrileña aseguró que la exposición era de 2,3 millones, porque unos años antes había comenzado a deshacer posiciones. Santander trató de defenderse aduciendo que ningún supervisor había encontrado nunca una irregulari­dad en los productos de Madoff, que estaba registrado en organismos como la SEC estadounid­enmillones que la Justicia norteameri­cana reconoció oficialmen­te como estafados, se han recuperado, gracias a la venta de bienes y propiedade­s. No en vano, Madoff llegó a acumular inversione­s valoradas en 65.000 millones de dólares.

Aunque, sin duda, quien debe de haberse acordado de aquellos años debe ser Harry Markopolos, el ejecutivo de una pequeña firma financiera de Boston, que ya en 1999 se dio cuenta de que el hedge fund de Madoff se basaba en una estafa. “Me costó cinco minutos saber que los números no cuadraban. Y a las cuatro horas ya podía demostrar matemática­mente que era un fraude”, llegó a decir. Se pasó casi diez años ofreciendo pruebas a la SEC que evidenciab­an que algo raro pasaba, con escaso éxito. Y tuvo que ser la fuerza de los hechos la que le diera la razón.

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