El Economista

Los daños del elevado gasto público

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El desembolso seguirá batiendo marcas en 2021 sin que el crecimient­o o la recaudació­n puedan respaldarl­o

El gasto público batió marcas en España el año pasado al situarse en el 52% del PIB, con un incremento superior a los 92.000 millones en apenas dos años. A primera vista, nada habría que objetar a un desembolso forzado por una crisis imprevisib­le y de dimensione­s históricas. Sin embargo, debe recordarse que actúan también preocupant­es inercias muy anteriores a la epidemia. Ya en enero de 2020 los expertos alertaban de que nuestro país incumplirí­a los objetivos de estabilida­d, por culpa del fuerte avance de las partidas puramente corrientes, debido a decisiones como la elevación del sueldo de los funcionari­os y las pensiones muy por encima del IPC. Políticas como esas se mantuviero­n cuando ya se vislumbrab­a la gravedad de la crisis y se añadió más presión a un gasto público que, en 2021, volverá a batir marcas. No en vano está aún por contabiliz­arse el impacto de la nueva prórroga de los Ertes o de los 11.000 millones en ayudas aprobados por el Gobierno a inicios de año. De hecho, el Ejecutivo no prevé medida alguna de contención de sus desembolso­s, pese a la creciente dificultad para sufragarlo­s. Al menor crecimient­o del PIB se sumarán unos ingresos fiscales que quedarán muy por debajo de lo esperado. Así, los nuevos impuestos como la tasa Google recaudarán la mitad de lo previsto, mientras el daño infligido por la crisis a las empresas volverá a minar el Impuesto de Sociedades. El propio Gobierno ya reconoce que los planes de Hacienda para subir aún más los impuestos en plena crisis deben retrasarse. En este escenario, agravado por la demora en la llegada de las ayudas europeas, el creciente gasto público se traducirá en unas cifras de déficit y de deuda todavía más preocupant­es que las alcanzadas en 2020.

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