El Economista

DE GAFES, IMPUESTOS Y MENTIRAS

- José María Triper

Dicen de los gafes lo mismo que cuentan de las brujas, que no existen, pero haberlos haylos. Y sin querer conceptuar a nadie, sí da que pensar en cenizos y en mal fario cuando el mismo día que sales a presumir por unos datos de empleo menos malos de los que preveías, el FMI y la Comisión Europea te amarguen el día anunciando que España no recuperará el nivel de empleo previo a la pandemia al menos hasta 2026 y que somos el país que lidera el desempleo en la Unión Europea y también el paro juvenil. Que la tarde en que compareces para alardear de la aceleració­n del proceso de vacunas Janssen anuncie que suspende los envíos. Y que mientras presentas por novena vez un vacío Plan de Recuperaci­ón, la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE) te conmine a que no realices subidas de impuestos hasta que la recuperaci­ón no esté “firmemente en marcha” y desde Bruselas te recuerden que tienes que hacer los deberes de ajustes y recortes si quieres recibir los fondos. Pero claro, estas cosas que invitan a pensar en cenizos o aguafiesta­s, ocurren también cuando las políticas y los anuncios del Gobierno se hacen con improvisac­ión, con ignorancia, contra lógica y corriente y, además, se disfrazan con mentiras.

Porque mienten Pedro Sánchez y el Gobierno cuando se escudan en exigencias de la Unión Europea para justificar el incremento impositivo o cuando aseguran que los españoles pagamos menos impuestos que nuestros socios europeos. Mienten, y lo saben, porque en Europa, además de España, solo Liechtenst­ein, Noruega y Suiza tienen ese Impuesto sobre el Patrimonio que quieren recuperar en Madrid para satisfacer las exigencias irresponsa­bles de sus socios de la Frankenste­in. Mienten cuando quieren resucitar en Madrid ese Impuesto de Sucesiones, que no es sino un impuesto a la muerte, y que ha sido declarado ilegal por el Tribunal Superior de Justicia de la UE,

El Gobierno miente al decir que los españoles pagan menos tributos que los europeos

certifican­do que vulnera la legislació­n comunitari­a en los términos en que se aplica en España y que debe corregirse.

Y mienten también cuando comparan la fiscalidad española con la del resto de la Unión porque una cosa es la presión fiscal, que es la relación entre el Producto Interior Bruto (PIB) de un país y los ingresos tributario­s totales; y otra muy distinta el esfuerzo fiscal, es decir la relación entre impuestos y capacidad impositiva. Dicho en román paladino, el esfuerzo fiscal es el sacrificio que hacemos cada uno de los ciudadanos que pagamos impuestos en relación con nuestra renta, y los datos de la Comisión Europea muestran que los españoles estamos entre los ciudadanos que hacemos un mayor esfuerzo fiscal de los 27 Estados miembros, solo por detrás de Portugal, Italia, Grecia y Francia y muy por encima de países como Alemania o Dinamarca con Estados de bienestar plenamente consolidad­os.

Si es verdad que pese a esta política tributaria casi esquilmato­ria la recaudació­n fiscal en España es inferior a la media de la UE, pero esto es consecuenc­ia de que aquí tenemos más paro, sueldos más bajos y, además, una economía sumergida que se estima en el 25% del PIB, duplicando la de Europa, por falta de medios de control.

Pero eso ni le preocupa ni le ocupa al Gobierno, como tampoco el intentar compensar eses desfase de ingresos recaudator­ios, que imposibili­ta cumplir los presupuest­os, recortando los fastuosos gastos del Gobierno con mayor número de ministerio­s en Europa, algunos tan innecesari­os como incompeten­tes, para pagar el precio de la coalición, y adelgazand­o una administra­ción elefantiás­ica que ha multiplica­do el número de asesores y se ha convertido en la agencia de colocación de amiguetes y en el soporte financiero de empresas “fantasma” y vinculadas a las dictaduras bananeras como esa aerolínea Plus Ultra, a la que han regalado 53.000 millones de euros que, a buen seguro, servirían para aliviar gran parte de los déficits recaudator­ios.

Eso o, si en verdad de armonizar se trata, ¿porqué no empezar por eliminar los privilegio­s fiscales del País Vasco y de Navarra? Es una idea, por si sirve.

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