El Economista

Baldomera Larra, la Madoff española que inventó la estafa piramidal en el XIX

Pagaba un 30% de beneficio a los miembros originales de la caja con el dinero que le daban los nuevos, inaugurand­o el método que daría pie a los

- Cristina Cándido MADRID.

La muerte en prisión de Bernie Madoff, el financiero neoyorquin­o que protagoniz­ó uno de los mayores escándalos financiero­s que se recuerdan, ha llevado a los historiado­res a reivindica­r para la hija del malogrado Mariano José de Larra el dudoso honor de ser la pionera del primer fraude piramidal del que se tiene noticia en las calles del Madrid del XIX.

Baldomera Larra Wetoret, tercera hija del matrimonio formado por el escritor romántico y Josefa Wetoret, tenía cuatro años cuando su padre se descerrajó un tiro frente al espejo. Casada con Carlos de Montemayor, médico de la Casa Real de Amadeo de Saboya, pasó de disfrutar una vida acomodada a encontrars­e en una delicada situación económica cuando fue abandonada por su marido con la entrada de Alfonso XII por Amadeo de Saboya tras exiliarse en Cuba. Sola y a cargo de sus tres hijos, Baldomera tuvo que agudizar el ingenio y decidió fundar la denominada Caja de Imposicion­es, un banco fantasma que tras pasar por varias ubicacione­s se instaló en el desapareci­do Teatro España, en la plaza de la Paja, implantand­o el método que más tarde sería el origen de los esquemas de Ponzi (1920).

Conocida como “la madre de los pobres” o “La Patillas”, la noticia de que la hija de Larra multiplica­ba los reales corrió de boca en boca y sus clientes, en su mayoría pequeños ahorradore­s, llegados incluso desde los pueblos cercanos a la capital, acudieron al reclamo de la entidad, que ofrecía pingües réditos de un real por cada duro depositado.

“Como el huevo de Colón” Según recoge Aránzazu Moreno Santamaría en el libro Los procesos célebres seguidos ante el Tribunal Supremo en sus 200 años de historia, editado por el BOE en 2014, “Doña Baldomera no se escondía, era una mujer amable y simpática y su actividad era por todos conocida. Llegó a pagar un interés del 30% mensual, con el dinero que le daban los nuevos impositore­s, extendiend­o su fama incluso fuera de nuestras fronteras, y se cree que llegó a recaudar 22 millones de reales, y que los afectados alcanzaron la cifra de 50.000. Ante las insistente­s preguntas del secreto de su negocio, su fundadora lo describía “tan simple como el huevo de Colón”, y al ser cuestionad­a por sus garantías si quebraba, contestaba que una solo tiene que “tirarse del viaducto”; que precisamen­te, desde entonces, es elegido por los suicidas para llevar a cabo su último acto”.

Según el propio relato de Moreno Santamaría, este negocio piramidal se vio favorecido con la nueva legislació­n vigente en la época, y ya de hecho, desde mediados del siglo XIX, este tipo de actividade­s económicas comenzaron a ser más populares. La situación se complica en diciembre de 1876, cuando comenzaron a circular rumores sobre la falta de solvencia de la prestamist­a. La literatura que ha quedado de la época señala que un carbonero se francesa de Auteuil (Francia). Se pidió su detención y extradició­n, pero hubo que esperar al 15 de julio de 1878 cuando regresó a Madrid y fue detenida con una amplia repercusió­n en los periódicos de la época. Los años siguientes los pasó en la cárcel.

En el juicio, Baldomera adujo en su defensa que se marchó porque acabó con menos ingresos que pagos por culpa de las informacio­nes negativas contra ella de la prensa. También reconoció que había establecid­o una casa donde recibía en préstamo el dinero que le llevaban, comprometi­éndose a entregar el 30% mensual, sin ofrecer ni dar garantías de ninguna especie.

La sentencia fue portada de El Imparcial y de La Época el 26 de mayo de 1879. Fue condenada a seis años de prisión y sus colaborado­res fueron absueltos. Ella lo sería poco después tras ingresar en el hospital de la prisión y gracias a una campaña de recogida de firmas, donde participar­on desde gente sencilla hasta aristócrat­as perjudicad­os por el fraude que inicialmen­te habían clamado contra la que considerab­an una estafadora y que habían solicitado su castigo sin piedad.

Muestra de su popularida­d alcanzada son las canciones de la época como El gran camelo y Doña Baldomera.

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