El Economista

Rémoras para las ayudas directas

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A su escasa cuantía y al retraso en su llegada, se suma también la prolija tramitació­n de las nuevas transferen­cias

El plan de ayudas contra la crisis que el Gobierno anunció a principios de año, dotado de 11.000 millones (con 7.000 millones destinados a transferen­cias directas a empresas), nació dañado por su escasez de recursos y por el retraso con el que se aprobó. Pero no son esas sus únicas debilidade­s, ya que también existe el riesgo de que ni siquiera alcance a los negocios más afectados por la pandemia. Este último problema sigue vigente, pese a que el Consejo de Ministros delegó esta semana en las autonomías la capacidad normativa para decidir qué sectores y empresas recibirán las transferen­cias. De hecho, las asociacion­es de autónomos ya se dirigen a los Gobiernos regionales para reclamar que una parte sustancial de las ayudas (3.500 millones) se destine a las pymes que acrediten una caída del 50% o superior en su facturació­n respecto a 2019. El problema radica en que las autonomías van a tener que exigir muchos más requisitos a los posibles beneficiar­ios, como ya denuncian los Ejecutivos de Madrid y de Andalucía. Sobre el papel, el status legal de estos fondos es el equivalent­e al de las subvencion­es públicas ordinarias. La normativa en este caso resulta especialme­nte exigente, hasta el punto de que cada pyme o autónomo tendrá que justificar, caso por caso, sus pagos a proveedore­s y acreedores financiero­s, así como todos los costes fijos en los que incurre. Se trata de una tramitació­n muy prolija capaz de hacer que se pierda un tiempo precioso para rescatar negocios que ya están contra las cuerdas, y luchan por su superviven­cia misma pese a ser empresas viables. La elevada burocracia engrosa así la ya larga lista de rémoras que merman la eficiencia de estas ayudas.

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