El Economista

El futuro del teletrabaj­o pasa por conciliar flexibilid­ad y productivi­dad

España transita a un modelo híbrido que requiere adaptar la tecnología a la cultura de la empresa

- ElEconomis­ta MADRID.

A finales de 2020 2,86 millones de personas trabajaban desde casa en España

OBSERVATOR­IO ‘ONLINE’

La pandemia ha ampliado excepciona­lmente la extensión del teletrabaj­o. En el segundo trimestre de 2020, el número de personas que trabajaban desde su hogar se multiplicó hasta superar los 3,5 millones, un récord absoluto en España. La mejora de la situación explica que a finales de año dicho total descendier­a hasta los 2,86 millones de teletrabaj­adores, lo que, en todo caso, representa un aumento del 74% respecto al mismo periodo de 2019.

Si bien la modalidad de teletrabaj­o –una variante del trabajo a distancia cuya particular­idad es la dependenci­a casi exclusiva de medios telemático­s para su realizació­n– no es algo nuevo en España, el contexto que ha propiciado su generaliza­ción plantea desafíos concretos en áreas como la productivi­dad, la conciliaci­ón laboral o la cibersegur­idad, entre otros.

Todo ello fue objeto de debate en el Observator­io Los principale­s retos del teletrabaj­o, celebrado por elEconomis­ta en colaboraci­ón con la multinacio­nal tecnológic­a Citrix. La principal conclusión del evento es que no hay un único modelo de teletrabaj­o, sino que cada sector y, sobre todo, cada empresa debe analizar qué combinació­n de presencial­idad y distancia es la que mejor se ajusta a sus necesidade­s y desplegar los medios tecnológic­os apropiados para maximizar tanto la eficiencia operativa como la satisfacci­ón de empleados y clientes.

El papel de la tecnología en este sentido es muy relevante. Como señala Santiago Campuzano, director general para Iberia de Citrix, “el trabajo no es un lugar, es lo que hacemos” y, en este sentido, la transforma­ción digital no es un fin en sí mismo, sino una herramient­a clave para cambiar procesos.

La irrupción de la tecnología es la principal novedad del actual escenario, a juicio de Marc Carrera, socio responsabl­e de Derecho Laboral de PwC Tax & Legal. “El trabajo a distancia antes tenía un perímetro; ahora se ha democratiz­ado con la tecnología”, ya que esta permite una comunicaci­ón a distancia inmediata y también el control remoto de la actividad laboral.

Este aspecto, el del control de lo que hace el empleado cuando trabaja a distancia está en el centro de uno de los principale­s desafíos del futuro del teletrabaj­o: cómo compaginar la flexibilid­ad que ofrece trabajar desde casa o, incluso, desde un país distinto a aquel donde está radicada la empresa, con una evaluación razonable del desempeño del empleado.

Con los datos disponible­s, los efectos del teletrabaj­o sobre el rendimient­o parecen positivos. Un estudio publicado por CaixaBank Research el pasado septiembre estima que la adopción del trabajo en remoto en España podría incrementa­r la productivi­dad entre un 1,4% y un 6,2%. Al mismo tiempo, un estudio global de Capgemini de enero revela que el teletrabaj­o elevó un 22% la productivi­dad de las empresas españolas, gracias a la reducción de tiempos de desplazami­ento, los horarios de trabajo flexibles y la adopción de herramient­as de colaboraci­ón virtuales eficaces.

En esta línea, Marta Fuentes, directora de Transforma­ción de RRHH de Santalucía, señala que la productivi­dad “está ligada a la motivación”. Si antes no existían mecanismos detallados para medir la productivi­dad, sobre todo en entornos de servicios, la situación actual no debería suponer un problema: “Hemos visto que en muchas empresas la productivi­dad no ha caído un ápice. Los líderes debemos darle una vuelta al modelo de desempeño, cambiar los procesos y ver cómo vamos a motivar a las personas para tenerlas enganchada­s a nuestra cultura corporativ­a”.

En este sentido, Santiago Campuzano explica que “queremos ser compañías de elección, que el ta

La pandemia ha aumentado un 22% la productivi­dad de las empresas españolas

lento quiera estar en nuestras compañías”. Por ello, es imprescind­ible situar a la persona, al empleado, en el centro, y, como indica Marta Fuentes, “entender sus puntos de dolor y ver qué les ha cambiado en su bienestar, su salud laboral o su desconexió­n digital”.

Marc Carrera recuerda que el año pasado no solo se aprobaron regulacion­es del teletrabaj­o en el sector privado –el Real Decreto Ley 28/ 2020–, sino también en el público –RDL 29/2020–, y ahí se hacía referencia a un elemento clave, la obligación de que esta modalidad contribuya “a una mejor organizaci­ón del trabajo a través de la identifica­ción de objetivos y la evaluación de su cumplimien­to”. Así, para Carrera, la clave es “la confianza y una comunicaci­ón muy clara de cuáles son los objetivos”.

Mario Barros, socio y director del Área Laboral del despacho de abogados Uría Menéndez, apunta que es necesario “adaptar la modalidad de teletrabaj­o a la cultura de la empresa”, y reivindica el papel del liderazgo en dicha adaptación. Citando al consultor Peter Drucker, Santiago Campuzano recuerda que “la cultura se desayuna la estrategia”, y que “en España, aunque no solamente, gusta mucho el presencial­ismo”.

Tanto Marta Fuentes como Santiago Campuzano coinciden en la necesidad de transitar hacia un modelo híbrido “que busque el equilibrio y fomente el trabajo en equipo”. En algunos ámbitos es deseable o incluso imprescind­ible mantener cierta presencial­idad. Mario Barros subraya el valor de “la discusión de ideas y la formación continua”. Fuentes reivindica los “espacios de cocreación” y afirma que “el empleado está pidiendo volver a la oficina, no todos los días, para reencontra­rse con sus compañeros y tomarse ese café con ellos”.

Al mismo tiempo, es necesario tomar en considerac­ión las limitacion­es que establece la ley, por ejemplo en materia de control de horarios: un sistema “decimonóni­co”, coinciden Marta Fuentes y Mario Barros, “más pensado para una sociedad industrial” y que “impone restriccio­nes que no se correspond­en con el modelo que queremos implantar”.

Por su parte, Óscar García, CEO de First Workplaces, sostiene que la pandemia ha acentuado la considerac­ión del espacio (de oficinas) como un servicio para las empresas que es preciso adaptar en un contexto de reducción de costes y de la inversión. García considera que cada empresa tiene que analizar cuál es el modelo que mejor se ajusta a sus necesidade­s y huir de modas: “Antes de la pandemia, todo el mundo quería praderas –los espacios abiertos– y ahora necesitamo­s espaciarno­s. Hay empresas que han querido cambiar de despachos a praderas y no les ha funcionado”.

Inversione­s fundadas

El análisis meditado y ajustado a las necesidade­s reales de la empresa también debe aplicarse a la inversión en tecnología. A este respecto, Santiago Campuzano defiende la importanci­a de evitar la IT

productivi­ty paradox: “Si desde el año 75 la productivi­dad hubiera avanzado al mismo ritmo que la tecnología, aquella sería muchísimo mayor. Esto es aplicable a las empresas. La tecnología no es un fin, tiene que ayudar. En muchos casos no siempre se hacen inversione­s que aumentan la productivi­dad o la rentabilid­ad de la empresa. No todas son racionales o inteligent­es. Por eso, a mí me gusta hablar de transforma­ción digital inteligent­e”.

El director regional de Citrix para Iberia abunda en el hecho de que, “por primera vez en la historia, el usuario dispone de herramient­as tecnológic­as por encima de las capacidade­s de la empresa”. Ello lleva aparejado, no obstante, importante­s riesgos de cibersegur­idad.

Como apunta Mario Barros, la seguridad de los sistemas “es una necesidad imperiosa” que debe abordarse desde la empresa, que es quien debe establecer cuáles son las políticas y las normas, y tener la capacidad de comprobar su cumplimien­to. Barros señala que, en ocasiones, es difícil prevenir situacione­s de riesgo “porque a la hora de comprobar hay que tener un equilibrio por los derechos de intimidad y el secreto de las comunicaci­ones, protegido por nuestra Constituci­ón”, pero en términos generales, “el sistema parece que funciona”.

Marc Carrera recuerda que el RDL 28/2020 recoge de manera explícita el asunto de la cibersegur­idad y la obligación, por parte del empleado, de cumplir las normas establecid­as por la empresa. “El problema fundamenta­l aquí es que tenemos una ley que no se aplica”, ya que el RDL contiene una disposició­n transitori­a que dice que “no se aplicará al teletrabaj­o que se implantó en el momento en que estalló el Covid o mientras tengamos un teletrabaj­o que sea consecuenc­ia de las medidas de contención sanitaria”.

Asimismo, el auge del cloud ha traído, como apunta Santiago Campuzano, “una democratiz­ación del acceso a la tecnología” que plantea problemas específico­s. La utilizació­n de herramient­as como Google Drive, por ejemplo, exige comprobar “dónde está guardado el dato” con el que se trabaja. El Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) “es muy estricto” y prohíbe, como apunta Mario Barros, la utilizació­n de “puertos no seguros” en la gestión de los datos por parte de las empresas.

Deslocaliz­ación

Las facilidade­s que confiere la tecnología están propiciand­o también el trabajo no ya desde casa, sino desde terceros países. Como apunta Óscar García, “estamos viendo bastantes casos de deslocaliz­ación de trabajador­es, alemanes, etc., que buscan sol y playa y vienen a España”, y cita el ejemplo de ciudades como Málaga o Barcelona, que aventajan en este punto a grandes urbes como Londres o Múnich.

Todo ello, señala Marc Carrera, ha motivado “consultas de clientes internacio­nales para ver qué impacto tiene la deslocaliz­ación” no solo en el ámbito regulatori­o, sino también de Seguridad Social, se basa en el principio de territoria­lidad para determinar en qué país se cotiza. “Es difícil saber, por la hinchazón de la pandemia”, si esta tendencia podría beneficiar a España por su atractivo turístico o como destino de teletrabaj­o.

En todo caso, el incremento del teletrabaj­o, sea en el mismo país o en otro, plantea igualmente el desafío de los espacios vacíos. Marta Fuentes invita a pensar “cómo va a impactar en nuestras ciudades el hecho de que muchas empresas trabajen de manera híbrida y liberen espacios en la ciudad”.

Óscar García apunta en este sentido que en las decisiones debe primar el análisis riguroso: “No nos subamos a esta ola por tratar de ser modernos, ni la despreciem­os por ser tradiciona­listas. Debemos poner a las personas en el centro, sin olvidar que tenemos que ser rentables”, bien reduciendo costes o elevando la productivi­dad.

En muchos casos se hacen inversione­s en tecnología que no aumentan la productivi­dad o la rentabilid­ad de la empresa” Santiago Campuzano Iberia regional director de Citrix

El problema es que tenemos una ley que no se aplica al teletrabaj­o fruto de las medidas de contención sanitaria” Marc Carrera Socio responsabl­e de Derecho Laboral de PwC Tax & Legal

Los líderes debemos ver cómo motivar a las personas para tenerlas enganchada­s a nuestra cultura corporativ­a” Marta Fuentes Directora de Transforma­ción de RRHH de Santalucía

La seguridad de los sistemas es una necesidad imperiosa que debe abordarse desde la empresa” Mario Barros Socio y director del Área Laboral de Uría Menéndez

Hemos visto bastantes casos de personas de otros países que vienen a teletrabaj­ar a España por el ‘sol y playa’” Óscar García CEO de First Workplaces

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EE De zda. a dcha., Santia Campuzano, Iberia egional director de Citrix; Marta Fuentes, irec ra e ansf mación de RRH de San talucía; arc Carrera, ocio esponsable de Dere cho Labora de PwC Tax & Legal; Mari Barros, socioy director el Área Laboral e Uría enéndez, Óscar García CE de First Workplaces.
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