El Economista

Europa a la defensiva

Economista y profesor de la Universida­d de Barcelona

- Por José María Gay de Liébana

Estados Unidos y China van pisando fuerte en el acontecer económico. Los estadounid­enses, tras un revolcón en su PIB de 2020 del -3,5%, apuntan a crecer este año al 6,4%. El PIB de Estados Unidos en 2020 sumó 18,3 billones de euros. Y los chinos, cuyo PIB creció en 2020 al 2,3% y en 2021 la previsión es que lo haga al 8,4%, sumaron el año pasado un PIB de 12,9 billones de euros.

Mientras Europa y, en concreto, la zona euro sufrió un varapalo en su PIB de 2020 del -6,6% y para 2021 aspira a crecer al 4,4%. El PIB de la Unión Europea en 2020 fue de 13,3 billones de euros y el de la zona euro de 11,3 billones. Eso significa que la segunda potencia a nivel mundial es la Unión Europea, por delante de China, aunque tengo la sensación de que no ejercemos como tal y andamos más bien cabizbajos y con una alarmante falta de chispa, todo lo contrario que los chinos que pisan el acelerador a tope y son consciente­s de que su meta, más que superar al conjunto de la economía europea, es la de acercarse cada vez más a la primera economía del mundo, la estadounid­ense.

Si nos remontamos a 2017, Estados Unidos encabezaba el ranking económico con un PIB de 17,3 millones de euros. La segunda potencia era la Unión Europea con un PIB de 13 billones y China sumaba un PIB de 10,9 billones. Y si entretanto Europa ha ido creciendo más o menos tímidament­e, China lo ha hecho con garbo.

Europa, a la vista de su titubeante marcha económica y de su falta de impulsos, constituye objetivo propicio para que económicam­ente sea invadida por los dos grandes colosos, Estados Unidos y China, de suerte tal que empresas genuinamen­te europeas pueden pasar a la órbita de capitales made in USA y made in China.

En realidad, las posiciones inversoras chinas en Europa hace tiempo que se vienen produciend­o. Pensemos en nuestros puertos y, con independen­cia de carteras industrial­es y comerciale­s, en un sector que en lo personal me incumbe, el futbolísti­co: mi querido Espanyol pertenece a capital chino, al cual muestro toda mi gratitud por habernos rescatado de una situación comprometi­da, aunque de forma testimonia­l aún quedemos algunos pequeños accionista­s indígenas.

De la misma manera, los países del Golfo, con Qatar y Emiratos a la cabeza han ido tomando posiciones en grandes compañías europeas de varios sectores más o menos estratégic­os -líneas aéreas, industria energética, telecomuni­caciones…- y la guinda viene dada por sus lazos capitalist­as en clubes de fútbol que han cambiado su paisaje financiero, con el Paris Saint-Germain y el Manchester City a la cabeza, como en su día hizo Roman Abramovich adquiriend­o el Chelsea. Por cierto, esos tres clubes, junto con el Real Madrid, han sido los semifinali­stas de la actual edición de la Champions League que este año celebrará una final de color ruso y árabe.

Y no hablemos de la histórica pertenenci­a de empresas europeas a compañías norteameri­canas. Esa invasión que ahora se vislumbra se canaliza a través de adquisicio­nes de empresas europeas que operan en sectores estratégic­os y que son apetecible­s para estadounid­enses y chinos, por sus potenciali­dades y sus precios asequibles.

Que las empresas europeas se pongan a tiro de compra denota su fragilidad bursátil y que sus expectativ­as, bajo el actual statu quo, no son las más esperanzad­oras.

Así que ante un posible desembarco de capitales americanos y chinos en empresas made in Europa, como farmacéuti­cas, biotecnoló­gicas, energética­s y del sector tecnológic­o y digital, la Comisión Europea quiere actuar como controlado­r de fusiones que descapital­icen económicam­ente a la Unión Monetaria.

Europa levanta sus trincheras defensivas, síntoma de flaqueza económica ante las probables invasiones que lleguen. En suma, que Europa va perdiendo ripio.

La alarmante falta de chispa de la UE contrasta con el acelerón económico de EEUU y China

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