El Economista

Contraprod­ucente veto al despido

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Extender la prohibició­n ‘de facto’ a los despidos procedente­s pondrá en mayores apuros a muchas empresas

El Plan de Recuperaci­ón remitido por el Gobierno a Bruselas prevé una profunda revisión del repertorio actual de bonificaci­ones a la contrataci­ón de desemplead­os. En concreto, el Ejecutivo asegura que la concesión de estos incentivos exigirá el compromiso de las empresas “con la estabilida­d de sus plantillas”. Todo apunta a que, bajo esa formulació­n, se alude a una limitación de facto de los despidos procedente­s como la que ya rige para las firmas que prorrogan sus Ertes desde el inicio de la crisis. Esta extensión del veto a los ajustes de personal por causas económicas entra en un terreno jurídicame­nte polémico. No en vano equivaldrí­a a ampliar el alcance de una prohibició­n que ya ha merecido en nuestro país sentencias en contra, por los perjuicios que, de acuerdo con los jueces, provoca a un derecho europeo fundamenta­l como es la libertad de empresa. El veto al despido amenaza, además, con más perjuicios en el caso de las bonificaci­ones a la contrataci­ón. Con frecuencia, los expertos han criticado la muy baja eficacia de estos incentivos en nuestro mercado laboral. En nada mejorarán sus resultados si las exigencias para acceder a ellos se endurecen, hasta el punto de proscribir unos ajustes de plantilla que aún pueden ser vitales para miles de empresas. El lento avance de la recuperaci­ón y la escasez de ayudas directas han hecho que muchos negocios, hasta ahora viables, se encuentren contra las cuerdas. Su situación amenaza con empeorar ante las expectativ­as de subidas de impuestos, especialme­nte de cotizacion­es sociales, que el Gobierno ya tiene sobre la mesa. En estas circunstan­cias, la imposibili­dad de reducir personal compromete su superviven­cia misma.

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