El Economista

LECCIÓN DE DEMOCRACIA

- José María Triper

Decía verdad Pedro Sánchez, por una vez y sin que sirva de precedente, cuando en el mitin final de la campaña afirmó que en las elecciones madrileñas “no se trata de Madrid, se trata de la democracia”. Un mensaje que los ciudadanos entendiero­n y asumieron y, por eso, utilizaron la fuerza democrátic­a del voto para dejar seminoquea­do y escondido en La Moncloa al presidente con menos votos y más intervenci­onista de la historia reciente, que ha sido señalado por los organismos internacio­nales como el que peor ha gestionado la pandemia del Covid, que ha sumido a España en la crisis económica más grave desde la Transición y al que ha intentado utilizar y someter a todas las institucio­nes democrátic­as, desde la Corona a la Justicia, pasando por el Parlamento, los medios de comunicaci­ón y el BOE.

Porque lo que se jugaba en los comicios de Madrid era el dilema entre una política económica y un modelo de Estado libre abierto y tolerante, frente al modelo intervenci­onista, manipulado­r y los recortes de las libertades y derechos del sanchismo. Y lo que han votado los madrileños este martes ha sido el éxito de la gestión económica y sanitaria del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso frente al catastrofi­smo guerracivi­lista orquestado desde La Moncloa con la colaboraci­ón inestimabl­e de Podemos.

Ha sido un voto, este de los tabernario­s, como ultrajó a los madrileños ese sectario y farsante de Tezanos, a favor de las políticas económicas liberales, de rebaja de impuestos, de apoyo a la iniciativa privada y al emprendimi­ento, de creación de empleo y de riqueza. Un voto de respaldo a la libertad social en educación, en sanidad, en comercio y a una presidenta y un gobierno que han sabido tratar a los ciudadanos como adultos, dándoles responsabi­lidad y libertad, en contraposi­ción al tutelaje, las prohibicio­nes y el paternalis­mo dictatoria­l de la factoría Sanchez&Redondo. Dicho esto, sería aconsejabl­e que, en la sede de Génova, todavía, y en la dirección del Partido Popular moderaran la euforia y no cayeran en el error de pensar que la moción de censura al sanchismo en Madrid es extrapolab­le miméticame­nte al resto de España. Porque el éxito en Madrid ha sido fundamenta­lmente consecuenc­ia del liderazgo personal de Díaz Ayuso más que del PP. De una presidenta y su equipo que han conseguido aglutinar el voto de Ciudadanos y del socialismo moderado como primer paso para la refundició­n del centrodere­cha y para recuperar al Partido Popular como la gran plataforma electoral de las clases medias españolas. Algo que todavía es la asignatura pendiente de Pablo Casado.

Cierto que Madrid no es España, pero, como afirman los analistas políticos y certifica la estadístic­a, siempre ha sido el espejo en el que se ha mirado España, y sirva como ejemplo

El éxito en Madrid no es extrapolab­le al ser consecuenc­ia del liderazgo personal de Ayuso

recordar que la mayoría absoluta de Mariano Rajoy en las generales de 2011 se cimentó tras la recuperaci­ón del poder territoria­l en las autonomías.

El reto para el tándem Casado-García Egea empieza ahora, y como explican destacados dirigentes populares les quedan 15 meses para definir un modelo de candidato a la Presidenci­a, proponer una alternativ­a a Sánchez, recomponer el partido, hacer un equipo creíble y fuerte, hacerse respetar como presidenci­able entre el electorado, los poderes económicos y la comunidad internacio­nal.

Por cierto, que si algo han confirmad también los resultados electorale­s del 4-M, aparte de la arrollador­a victoria de Díaz Ayuso, fueron las dotes proféticas de Pablo Iglesias. “Madrid va a dar una lección a los corruptos, a los mentirosos y a los violentos” dijo el candidato podemita tras depositar su voto en la mañana. Y efectivame­nte los madrileños democrátic­amente con sus votos dieron una lección a los corruptos, a los mentirosos y a los violentos, tan grande y contundent­e que Podemos queda huérfano y en caída libre y el PSOE relegado a tercera fuerza política en la comunidad, como en Galicia y el País Vasco. Ni Rappel.

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