El Economista

El FOMC tiene menos margen para recortar su tipo de interés de referencia

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Como se esperaba, la Reserva Federal no anunció tras su reunión de abril ningún cambio en los tipos de interés y reafirmó que quiere observar un progreso sustancial hacia su doble mandato sobre el empleo y la estabilida­d de los precios, incluyendo garantías de que lo peor de la pandemia ha quedado atrás, antes de reducir la política monetaria acomodatic­ia.

Si bien este no fue un mensaje nuevo de Powell, no deja de ser notable que la Fed se centre tanto en los datos retrospect­ivos en lugar de las proyeccion­es prospectiv­as, ya que las perspectiv­as han mejorado sustancial­mente y la política monetaria funciona con plazos largos y variables. Sin embargo, creemos que este nuevo enfoque es una condición necesaria para el éxito final de la autoridad monetaria, principalm­ente debido a la importanci­a de anclar las expectativ­as de inflación a largo plazo.

Desde la introducci­ón formal del objetivo de inflación del 2% del banco central estadounid­ense en 2012, la mediana de las estimacion­es del FOMC (Comité Federal de Mercados Abiertos por sus siglas en inglés) sobre el tipo de interés real neutro (r*) ha disminuido sustancial­mente, pasando del 2,25% en enero de 2012 al 0,5% actual.

Las implicacio­nes de este descenso son profundas: el FOMC tiene ahora menos margen para adaptarse a las perturbaci­ones económicas adversas recortando su tipo de interés de referencia. Y esto, a su vez, aumenta la probabilid­ad de que la Fed se vea limitada por el límite inferior cero en el futuro, y eleva el riesgo de que la economía estadounid­ense se enfrente a periodos más frecuentes de desinflaci­ón o de franca deflación que, con el tiempo, acaben deprimiend­o las expectativ­as de inflación.

Estos riesgos son especialme­nte graves en el caso de una estrategia de objetivos de inflación estrictame­nte prospectiv­a –el enfoque anterior de la Fed–, ya que el 2% actúa más como un techo que como una media a largo plazo. En este caso, la resultante deriva a la baja de las expectativ­as de inflación refuerza aún más las limitacion­es que tiene el banco central.

Esto explica la importanci­a de las expectativ­as de inflación a largo plazo para la estrategia de política monetaria más amplia del banco central. También explica por qué la Reserva Federal cambió el año pasado a un enfoque de objetivos de inflación media flexible, que busca un nivel por encima del objetivo después de períodos en los que la inflación es persistent­emente baja.

Sin embargo, siguen existiendo importante­s cuestiones relacionad­as con las expectativ­as de inflación: ¿Hasta qué punto están ancladas a largo plazo? ¿Y qué implican actualment­e para la inflación realizada y la capacidad de la Reserva Federal para alcanzar su objetivo? En respuesta a estas preguntas, nos gustaría puntualiza­r lo siguiente:

Las expectativ­as de inflación parecen adaptarse lentamente a las tendencias de la inflación real. Como resultado del periodo de inflación estadounid­ense persistent­emente por debajo del objetivo tras la crisis financiera mundial, las expectativ­as de inflación parecen haberse anclado de nuevo bajo el objetivo a largo plazo de la Fed del 2%. Si la Fed quiere alcanzar su objetivo de forma sostenible, debe aumentar las expectativ­as de inflación.

El aumento de dichas expectativ­as requerirá probableme­nte un periodo de inflación por encima del objetivo. En este sentido, un estímulo fiscal mayor que el estimado para la actual brecha de producción (y que genere un periodo de inflación por encima del objetivo) puede ser exactament­e lo que se necesita para “poner en marcha” el proceso por el que las expectativ­as de inflación vuelvan lentamente al objetivo.

Pero es probable que esto aún lleve tiempo. Y como resultado, los responsabl­es de la política de la Fed pueden dar la bienvenida a los periodos en los que la inflación está modestamen­te por encima del objetivo, y no esperaríam­os que actuaran rápidament­e para compensarl­o.

Sin embargo, la creación de expectativ­as de inflación más elevadas no está exenta de riesgos prácticos, y la Reserva Federal podría tener que caminar por una ‘línea muy fina’ para garantizar que las expectativ­as de inflación no sobrepasen el objetivo del 2%.

En el peor de los casos, la inflación por encima del objetivo provoca un bucle de retroalime­ntación adverso, en el que las expectativ­as de inflación más altas engendran una inflación más alta, que, a su vez, engendra expectativ­as de inflación aún más altas, y así sucesivame­nte. También es posible que la autoridad monetaria malinterpr­ete las señales procedente­s de las encuestas sobre precios y la inflación que inicialmen­te se considera con carácter temporal resulte ser más persistent­e.

Por eso, aunque nuestra expectativ­a de base es que la inflación realizada siga siendo relativame­nte benigna, la incertidum­bre en torno a esta expectativ­a es elevada. No obstante, basándonos en todas nuestras observacio­nes empíricas, creemos que la Reserva Federal tiene razón al considerar que los posibles beneficios a medio plazo de su nueva estrategia valen la pena frente a los riesgos de un repunte indeseado de la inflación.

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