El Economista

Jóvenes talentos que eligen trabajar para las mafias

- ElEconomis­ta MADRID.

Un mundo paralelo muy lucrativo que también tiene una “comunidad” de adeptos que valoran los productos y servicios como en una plataforma comercial convencion­al. Pese a que una de las reglas de oro entre los ciberdelin­cuentes es el anonimato, los hay que se consideran estrellas y exhiben su prestigio. “Son jóvenes con talento a los que les resulta más rentable trabajar para mafias; operan en países donde no son considerad­os delincuent­es y hacen gala de su pericia”, añade Aliaga.

El ciberdelin­cuente no tiene por qué ser necesariam­ente un experto en informátic­a. Hoy puede adquirir en la dark web los programas necesarios para perpetrar el delito de su preferenci­a, tan solo debe saber coordinar especialis­tas. “Antes era mucho más complicado, las herramient­as tenías que fabricárte­las, ahora te las puedes comprar o alquilar con criptomone­das que no dejan rastro”, afirma Miguel Ángel Arribas, también experto en cibersegur­idad y miembro de itSMF.

Además de poder comprar herramient­as o de pagar por su uso, la dark web también es el lugar donde se negocian y efectúan los pagos de las extorsione­s. Arribas trabaja en una empresa especializ­ada en cibersegur­idad y ha llevado a cabo negociacio­nes con delincuent­es para, por ejemplo, levantar el secuestro de datos perpetrado a una compañía. “Existe un protocolo de comunicaci­ón que incluye regateo y los pagos se hacen en bitcoin u otras criptomone­das. Aquí el cliente es la victima”, afirma.

“En la dark web hay de todo. Da mucho miedo. Puede acceder cualquiera una vez que haya establecid­o una conexión anónima, por ejemplo a través del navegador Tor, la más popular darknet de Internet”, añade Arribas. “Y las autoridade­s poco pueden hacer porque la trazabilid­ad es muy difícil. Los servidores suelen estar en Ucrania, China o Rusia”.

Todo se mueve por ahí, como la informació­n robada del Servicio Público Estatal de Empleo (SEPE), y ahí es donde los ciberdelin­cuentes que atacaron The Phone House publicaron los datos secuestrad­os cuando la empresa de telefonía se negó a pagar el rescate, parte de esos datos, probableme­nte estén a la venta.

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