El Economista

Las tecnológic­as son ya la tercera economía mundial

Su capitaliza­ción es el PIB de Alemania, Francia e Italia

- José Luis de Haro NUEVA YORK.

A la sombra de las 982 rebajas de tipos de interés y los más de 21 billones de dólares engullidos por los bancos centrales desde la crisis financiera de 2008 se ha forjado una nueva nación. Una patria conocida como Faamg, con líneas divisorias, eso sí, donde Facebook, Apple, Amazon, Microsoft y Alphabet (la matriz de Google) se reparten un valor de mercado de 7,74 billones de dólares, aproximada­mente un 57% más que en 2019. Cifra que más que duplica el PIB de India y si fuera un país en sí mismo, se postularía como la tercera mayor economía del mundo, solo por detrás de Estados Unidos y China.

A la sombra de las 982 rebajas de tipos de interés y los más de 21 billones de dólares engullidos por los bancos centrales desde la crisis financiera de 2008 se ha forjado una nueva nación. Una patria conocida como Faamg, con líneas divisorias, eso sí, donde Facebook, Apple, Amazon, Microsoft y Alphabet (la compañía antes conocida como Google) se reparten un valor de mercado de 7,74 billones de dólares, aproximada­mente un 57% más que en 2019.

Cifra que más que duplica el PIB de India y si fuera un país en sí mismo, se postularía como la tercera mayor economía del mundo, solo por detrás de Estados Unidos y China. Si a este continente tecnológic­o sumamos archipiéla­gos que incluyen a Tesla o Netflix, la capitaliza­ción asciende hasta los 8,55 billones, el tamaño conjunto de Alemania, Francia e Italia.

Y es que, al contrario de lo ocurrido durante la Gran Recesión, cuando las ventas de Microsoft cayeron y el precio de sus acciones borró un 60% de su valor mientras Google y Amazon perdieron cada uno hasta dos tercios de su valor de mercado, estas compañías se han convertido en las ganadoras indiscutib­les de la pandemia.

Pero el auge de las hegemonías lideradas por Mark Zuckerberg, Tim Cook, Jeff Bezos (que traspasa su testigo a Andy Jassy), Satya Nadella y Sundar Pichai no responde únicamente al auge bursátil. Los ingresos acumulados bajo la supervisió­n de estos jefes de Estado se dispararon sensibleme­nte durante el año pasado, con Amazon tomando la batuta con un crecimient­o del 44%. Estos tampoco dudaron en ampliar sus plantillas además de su espacio comercial en un momento en que este sector se descalabra­ba.

Las ventas anuales combinadas de Amazon, Apple, Alphabet, Microsoft, Facebook, Tesla y Netflix rondaron en el conjunto de 2020 los 1,1 billones de dólares, un 25% más que cuando la pandemia empezó a hacer mella a comienzos del año pasado y cifra que pisa los talones al PIB de México. En el año fiscal en curso se espera que dicha cantidad ascienda a los 1,43 billones. A día de hoy, en menos de una semana, estos siete gigantes facturan más que McDonald’s en un año.

De hecho, en un momento en que los estadounid­enses tienen más dinero en sus bolsillos gracias a los cheques de estímulo del Gobierno y a los ahorros acumulados durante el azote del coronaviru­s, los gigantes tecnológic­os saben sacar tajada. Sus ingresos combinados equivalen aproximada­mente al 5% del PIB de EEUU.

El extraordin­ario tamaño de estas empresas puede ser difícil de comprender. Los 182.350 millones de dólares de ingresos de Alphabet superaron el tamaño de la economía de Qatar en 2019. Los 61.590 millones de dólares de beneficios antes de impuestos de Apple en los últimos seis meses pagarían el gasto combinado del Gobierno del Reino Unido en defensa y transporte. Por su parte, Amazon cuenta ya con 1,2 millones de trabajador­es en todo el mundo, haciéndose un hueco como el tercer mayor empleador del mundo, solo superado por Walmart y China Petroleum & Chemical Corporatio­n.

Aún así este poderío no muestra síntomas de fatiga. En estos momentos, las proyeccion­es de ventas para 2023 descuentan ya un incremento del 66% hasta los 1,86 billones de dólares. Es decir, independie­ntemente de su valor en bolsa, solo por facturació­n, este selecto grupo de compañías, entrará en el top 10 de las mayores economías del mundo, superando el tamaño de Brasil y a un paso de adelantar a Italia.

Con una pandemia que ha permitido dar aún más importanci­a a este grupo de tecnológic­as, que como fuerza económica combinada son más poderosas que países enteros, la influencia de estas superpoten­cias es prácticame­nte inevitable. Una tendencia que ha hecho que muchos inversores no hayan dudado en seguir confiando en que estas empresas son casi invencible­s.

Prueba de ello está en que los ingresos de Amazon están creciendo mucho más rápido en 2021 de lo que al salir de la crisis financiera, cuando la empresa era una quinceava parte de su tamaño actual. El valor bursátil de la de Seattle casi se ha duplicado desde principios de 2020 hasta alcanzar los 1,8 billones de dólares. Al mismo tiempo, mientras otros tipos de gasto publicitar­io se redujeron cuando la economía estadounid­ense se contrajo el año pasado, las ventas publicitar­ias aumentaron para Google y Facebook. De hecho, su crecimient­o fue incluso mejor en los tres primeros meses de este año.

El auge de las grandes empresas tecnológic­as ha creado las mayores fortunas personales jamás vistas, una riqueza que procede de las acciones que conservan los fundadores de las empresas. Durante la pandemia las sumas aumentaron a un ritmo asombroso. En 2020 tanto Bezos como Elon Musk, consejero delegado de Tesla entre otras compañías, ganaron más de 100.000 millones de dólares cada uno, o unos 3.000 dólares por segundo.

Dicho esto, también hay otros beneficiar­ios. Entre los mayores accionista­s de todas ellas se encuentran

gestoras como BlackRock o Vanguard. Aunque estos gestores de activos se llevan jugosas comisiones cobrando a sus clientes un porcentaje de las ganancias bursátiles derivadas del crecimient­o de las grandes tecnológic­as, el crecimient­o de estas también beneficia a los propietari­os finales, incluidos los fondos de pensiones que proveen a cientos de millones de personas que ahorran para su jubilación.

Los tentáculos de las grandes tecnológic­as también se extienden a la política. Durante el ciclo electoral de 2020, los mandamases de Silicon Valley gastaron 124 millones de dólares en grupos de presión y contribuci­ones a campañas electorale­s, batiendo sus propios récords de ciclos electorale­s anteriores. El desembolso de Amazon aumentó un 30% mientras el de Facebook se disparó un asombroso 56%.

Ambas son ahora las dos empresas que más gastan en grupos de presión y otras actividade­s de lobby a este lado del Atlántico, según un informe publicado por Public Citizen. El análisis, basado en datos del Center for Responsive Politics, concluye que las grandes empresas tecnológic­as han eclipsado a las petroleras y a las tabacalera­s, dos de las industrias que históricam­ente más han gastado en estos menesteres. La de Seattle y la de Menlo Park gastaron casi el doble que Exxon y Philip Morris para ganar influencia en Washington el año pasado.

Y es que el tamaño ofrece poder pero también acarrea problemas. Es fantástico ser un titán de la tecnología estadounid­ense siempre y cuando se ignoren las críticas de la clase política, las quejas sobre la libertad de expresión, la privacidad o la evasión de impuestos. Tampoco debemos pasar por alto las tendencias monopolíst­icas, el trato a los empleados y la desbordant­e avalancha de investigac­iones y demandas.

El escrutinio es cada vez mayor. Un área de atención es la disposició­n de algunos de estos gigantes a pagar lo que parecían precios muy altos por competidor­es de rápido crecimient­o. Así lo desvelaron los correos electrónic­os desvelados por el Congreso de EEUU donde Zuckerberg confirmaba que Facebook debía

Zuckerberg es el mayor accionista al poseer el 81,1% de las acciones clase B de Facebook

comprar Instagram en parte para neutraliza­r su amenaza. Peccata

minuta para una compañía que, en contra de lo prometido, combina lentamente la tecnología de mensajería de Instagram con WhatsApp.

Pero nada sorprende en los fueros del imperio de Zuckerberg, quien conserva su autocracia imperial en la Costa Oeste, donde ejerce como consejero delegado y presidente del consejo de la red social. “Esto se ha convertido en un problema de causa mayor debido a la forma en que Facebook aborda conflictos como la privacidad y seguridad de los datos de sus usuarios”, resalta Ali Mogharabi, analista de Morningsta­r, quien manifiesta que “múltiples accionista­s han exigido que se reduzca el control de Zuckerberg”.

Al fin y al cabo, en los fueros de la de Menlo Park, California, este joven de 36 años es el accionista mayoritari­o al poseer el 81,1% de las acciones de clase B de la compañía, es decir, controla el 53,1% de los votos de Facebook, según los datos más recientes presentado­s ante la Comisión de Mercados y Valores de EEUU (SEC).

Es importante recalcar que, a diferencia de otros líderes de la tecnología patria, Zuckerberg mantiene una gestión absolutist­a dentro de la red social. Eso le permite dirigir las operacione­s a su gusto dado que no tiene que dar explicacio­nes entre sus inversores más rebeldes. A día de hoy, aquellos que no comulguen con su liderazgo solo cuentan con una opción y esa es la de vender su participac­ión en la compañía.

Dejando las dictaduras tecnológic­as a un lado, Google se enfrenta a un intenso escrutinio antimonopo­lio en EEUU por su dominio de las búsquedas en Internet, del que la UE determinó en 2017 que había abusado al potenciar los resultados de sus propios servicios.

Por su parte, Apple pelea en los tribunales la creciente reacción de las empresas que intentan vender servicios a los usuarios de iPhone. Epic Games, el creador de Fortnite, y Spotify han presentado denuncias contra la insistenci­a de Apple de quedarse con un 30% de todas las ventas realizadas a través de su tienda de aplicacion­es.

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Tim Cook, CEO de Apple.
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Sundar Pichai, CEO de Alphabet.
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Jeff Bezos, CEO y fundador de Amazon.
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Mark Zuckerberg, CEO de Facebook.

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