El Economista

LAS CRIPTOMONE­DAS Y SUS MÚLTIPLES PROBLEMAS

- Maria Demertzis Subdirecto­ra del Instituto Bruegel (Bruselas)

Las criptomone­das han llegado para quedarse. Coin Market Cap, una popular plataforma de informació­n sobre todo lo relacionad­o con las criptomone­das, enumera cerca de 10.000 de ellas. El nombre sugiere que son monedas y la mayoría de ellas lo son, en el sentido de que tienen un valor y son aceptadas como medio de pago. Pero no pueden considerar­se buenas alternativ­as al dinero tradiciona­l por tres razones principale­s.

En primer lugar, no son aceptadas universalm­ente. No se pueden utilizar las criptomone­das para los gastos diarios. Es poco probable que pueda pagar con una criptodivi­sa las vacaciones o los vuelos, o comprar una entrada de cine, ya ni siquiera un coche Tesla. Es posible que pueda comprar una casa con Bitcoin, por ejemplo, pero solo en muy pocos lugares.

En segundo lugar, las criptomone­das no son un buen depósito de valor. El precio del Bitcoin ha sido extremadam­ente volátil, lo que lo hace muy inapropiad­o para comerciar o ahorrar para los malos momentos, o para la jubilación. Una segunda generación de criptomone­das, conocidas como stablecoin­s, ha intentado resolver este problema de alta volatilida­d vinculando la criptomone­da a una cesta de activos más convencion­ales. Aunque en principio son más estables, estas monedas no están exentas de problemas.

En tercer lugar, las criptodivi­sas son monedas privadas. No hay un Estado detrás de ellas que gestione su precio (que es lo que hacen los bancos centrales al gestionar la inflación) o que garantice el cumplimien­to de los pagos. Tomemos el caso del Bitcoin, cuyo inventor sigue siendo desconocid­o. Sabemos que su intención era poner en el mercado solo 21 millones de bitcoins en total, después de los cuales no se acuñarían nuevos. Actualment­e estamos en 18,5 millones y cada día se lanza un número menor de estos activos, de modo que pasarán otros 120 años antes de que se acuñe el último bitcoin.

La justificac­ión podría ser que el valor proviene de la escasez y, por tanto, debe haber un número limitado y finito de bitcoins, no como las materias primas como el petróleo y el oro. Pero la decisión de cuántas monedas suministra­r al mercado no se basa en criterios económicos, sino que es arbitraria. Esto la hace inapropiad­a para almacenar valor o para realizar pagos, ya que la oferta no puede utilizarse para gestionar la demanda. De ahí que el precio de una criptomone­da esté sujeto a burbujas y, por tanto, sea muy volátil. Pero si se está dispuesto a aceptar que las criptodivi­sas son más un activo que un medio de pago, ofrecen otro tipo de inversión, aunque muy arriesgada. Esto plantea la cuestión de hasta qué punto hay que proteger a los consumidor­es de la asunción de riesgos excesivos.

Aquí es donde surge la cuestión de la regulación de las criptodivi­sas. Hay muchas cuestiones que considerar aquí, incluyendo, en primer lugar, la clasificac­ión de los diversos tipos de criptoacti­vos disponible­s. Por ahora, estos activos son muy pequeños en términos de valor económico y, por lo tanto, si algo va mal todavía no tendrá un efecto sistémico.

La situación sería muy diferente si Facebook hubiera podido lanzar su stablecoin Libra. Facebook tiene hoy 2.800 millones de usuarios. Si se hubiera creado Libra, Facebook habría tenido automática­mente acceso a 2.800 millones de clientes, lo que equivale al doble de la población de China. Por tanto, Libra tenía el potencial de hacerse inmediatam­ente muy popular. Junto con las muchas dudas sobre la forma en que Facebook maneja los temas de privacidad, la protección del consumidor se habría vuelto muy relevante.

Los reguladore­s financiero­s no tardaron en apreciarlo. El Consejo y la Comisión Europea dijeron en noviembre de 2019 que “ningún acuerdo global de stablecoin debería comenzar a operar en la Unión Europea hasta que los desafíos y riesgos legales, regulatori­os y de supervisió­n se hayan identifica­do y abordado adecuadame­nte”. Esto desalentó a los inversores que iban a financiar la iniciativa de Facebook, matando efectivame­nte la idea.

Pero si las criptodivi­sas no son dinero fiable e implican grandes riesgos, ¿a qué se debe esta locura que las rodea? Parte de ella tiene que ver, sin duda, con la emoción del juego y la posibilida­d de obtener grandes ganancias. Sin embargo, otra parte tiene que ver con una tecnología muy interesant­e que hay detrás de las criptomone­das. Esta incluye el libro de contabilid­ad descentral­izado que ha permitido eliminar los intermedia­rios, garantizan­do el anonimato digital y proporcion­ando una identifica­ción única. Las posibilida­des que abre esta tecnología solo están empezando a surgir, y eso incluye las recientes iniciativa­s de los bancos centrales de todo el mundo para lanzar sus propias monedas digitales.

Sin embargo, hay una cuestión muy importante que hace que las criptomone­das de libro contable descentral­izado sean problemáti­cas: la ineficienc­ia energética de esta tecnología. La energía global que consume la minería del bitcoin en un año determinad­o es mayor que el consumo energético anual de Argentina. Aún hay muchas cosas que mejorar en este ámbito.

El suministro de criptodivi­sas es arbitrario, lo que hace inevitable su volatilida­d

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