El reto de cambiar los patrones de ahorro en la sociedad
Una de las consecuencias más graves de la crisis de la Covid 19 sobre el sistema de la Seguridad Social es que tardaremos en recuperar los niveles de empleo previos a la pandemia, lo que implicará una severa y prolongada reducción de la recaudación de ingresos por cotizaciones sociales. En el mejor de los casos, la recuperación del empleo será lenta y asentada sobre un mercado precarizado, con una merma de capital humano, de salarios y de productividad.
Otra de las consecuencias que estamos viviendo es un cambio en los patrones de comportamiento de los ciudadanos dirigidos ahora a un ahorro defensivo, en prevención de nuevas crisis, en parte generado por la reducción del consumo derivada del confinamiento y de las restricciones de movilidad.
Sin embargo, nos enfrentamos a un estancamiento crónico de la demanda que, unido a unos crecimientos muy bajos del poder adquisitivo y de los salarios de las familias, está derivando en una actividad económica deficiente y, por lo tanto, un estímulo ínfimo de la inversión y del ahorro. Por ello, en momentos como los actuales en los que nos enfrentamos a una situación de emergencia económica, el ahorro y la planificación financiera cobran más importancia que nunca. Pero, desafortunadamente, la cultura financiera y de ahorro previsional, a pesar de su importancia, sigue siendo una asignatura pendiente en España.
El modelo tradicional de ahorro en nuestro país ha ido dirigido, preferentemente, al sector inmobiliario, y, más concretamente, a la compra de viviendas, de tal forma que el ahorro en ‘ladrillo’ es cuatro veces el PIB español. Así las cosas, y tal y como concluye el estudio del Observatorio del Ahorro Familiar de Fundación Mutualidad Abogacía, el 76% de las familias españolas tiene su vivienda en propiedad.
Sin embargo, este modelo de ahorro, por sí solo, no evita la fragilidad financiera ya que, según el mismo estudio, el 63% de las familias financieramente pobres son hogares vulnerables a pesar de contar con algún tipo de propiedad inmobiliaria.
De ahí que una mayor y mejor cultura del ahorro contribuya a reducir los niveles de pobreza, desigualdad y exclusión social, circunstancias que con crisis como la actual adquieren protagonismo de nuevo. Así lo demuestra el citado estudio, que señala que una de cada tres familias llegó a la pandemia con menos de 2.200 euros ahorrados y la
Emergencia económica: la planificación y el ahorro son ahora más importantes
mitad de los hogares contaba con menos de 9.000 euros de colchón para hacer frente a los imprevistos.
Por ello, es necesario ahondar en la educación financiera y dar a conocer todos los instrumentos que existen en este aspecto para ayudar a los hogares españoles a gestionar sus ahorros de forma adecuada. Es responsabilidad de las instituciones y autoridades políticas desarrollar un marco legislativo apropiado con el que fomentar el ahorro en la población española, facilitando y potenciando una diversificación ordenada del mismo, más allá de la inversión en la primera o segunda residencia.
Para ello, es fundamental también el fomento de la cultura financiera mediante formación e información para evitar burbujas de endeudamiento y la bajada del nivel de ahorro de los hogares. Si dirigimos el ahorro hacía instrumentos previsionales más líquidos como sustitutivo de la inversión inmobiliaria, lograremos una licuación del patrimonio inmobiliario en ahorro previsional.
En este sentido, las entidades aseguradoras y con productos financieros de ahorro tenemos el deber de adaptarnos a la idiosincrasia de la sociedad en cada momento ofreciendo soluciones que incentiven el ahorro y que estén adaptadas a sus necesidades para evitar que se repitan situaciones como las que estamos viviendo en esta crisis. El reto ante el que nos encontramos es, por lo tanto, desarrollar y ofrecer soluciones basadas en la digitalización y la sostenibilidad que sean más eficientes, trasparentes y democráticas que las hasta ahora existentes. Solo así conseguiremos que las familias españolas gocen de una buena salud financiera en todo momento y que, al llegar a la jubilación, puedan disfrutar de una vida digna.