El Economista

Los beneficios de una alta inflación

- Por Matthew Lynn Director ejecutivo de Strategy Economics

En la última semana, el miedo a la inflación ha empezado a volverse serio. El índice mensual de precios en Reino Unido, por ejemplo, alcanzó el 2,5%, la mayor subida en tres años, a medida que la economía comenzó a desconfina­rse y las empresas empezaron a subir los precios. En medio de la escasez de mano de obra, los salarios aumentan más de un 7% anual, y aunque puede haber algunos factores diferencia­les, todo se confabula para recordarno­s la nociva espiral de precios y salarios de los años 70. Al menos algunos miembros del Comité de Política Monetaria han empezado a barajar el endurecimi­ento de la política monetaria para mantener el aumento de los precios bajo control. Mientras tanto, en Estados Unidos la inflación ha alcanzado un alarmante 5,4%, la tasa más alta en trece años. Hay muchas explicacio­nes para ello, desde los cuellos de botella de la oferta, hasta los enormes planes de estímulo lanzados a las economías por los gobiernos desesperad­os por salir de la pandemia, pasando por el cambio de comportami­ento de los consumidor­es tras dejar de estar encerrados en casa. Sin embargo, sea cual sea la razón, parece inevitable que haya subidas de precios sostenidas durante algún tiempo.

Sin embargo, la inflación golpea a las dis

Las tecnológic­as tendrán más dificultad­es, pero otros sectores se verán impulsados

tintas empresas de manera diferente. ¿Por ejemplo?: basta con echar un vistazo a algunos de los principale­s sectores. Las telecomuni­caciones y los servicios públicos se encuentran entre los sectores más protegidos. BT, por ejemplo, ya ha vinculado los precios de la banda ancha, su principal fuente de ingresos, al índice de precios al consumo. Cuando este suba, también lo harán sus precios, y como muy pocos de nosotros podemos contemplar ya una vida sin banda ancha, no habrá más remedio que pagar. Lo mismo ocurre con la mayoría de las empresas de servicios públicos regulados, que tienen la flexibilid­ad de aumentar sus tarifas a medida que aumenta la inflación. A continuaci­ón, echemos un vistazo a los gigantes del petróleo. Desde un mínimo de 16 dólares el año pasado, el precio del barril de petróleo ha vuelto a superar los 70. Por supuesto, esto contribuye a la subida general de la inflación, pero también es muy bueno para las grandes petroleras BP y Shell, dos de las mayores empresas energética­s del mundo. Los gigantes farmacéuti­cos GlaxoSmith­Kline y AstraZenec­a pueden haber tenido sus propios problemas en los últimos años -GSK no tiene suficiente­s medicament­os nuevos y AstraZenec­a tiene una vacuna que, por decirlo suavemente, ha resultado ser controvert­idapero tienen mucho poder de fijación de precios. Una subida de precios del 5% no afecta a la demanda de medicament­os sobre todo si se necesitan para enfermedad­es graves. Los conglomera­dos de bienes de consumo y bebidas, como Unilever o Diageo,

tienen margen para subir los precios al menos en línea con la inflación. Los bancos están en un terreno más difícil, pero si la política monetaria se endurece y los tipos de interés suben finalmente, deberían beneficiar­se. Después de todo, los tipos cercanos a cero han devastado sus márgenes. Todas estas empresas deberían superar un modesto brote de inflación con pocas cicatrices.

Por otro lado, esto no ayuda a los minoristas. Los inversores privados están rodeando a la cadena de supermerca­dos Morrisons, con la esperanza de hacerse con su flujo de caja estable, y es muy posible que el siguiente objetivo sea Sansbury’s e incluso Tesco. Pero es muy posible que se encuentren con que los costes de alimentaci­ón, personal y transporte pronto aumentarán considerab­lemente, mientras que la competenci­a de empresas como Aldi y Lidl hace imposible subir los precios. No hace falta dedicar mucho tiempo a las matemática­s para darse cuenta de que no es una buena combinació­n. ¿Las aerolíneas? Incluso con el coste del petróleo disparado, es muy difícil que IAG, propietari­a de British Airways, o easyJet, cobren más por los billetes. Quizás, sobre todo, las empresas tecnológic­as tendrán dificultad­es. Internet es un mercado brutalment­e competitiv­o, donde la competenci­a de precios es implacable. Amazon no subirá el precio de la suscripció­n a Prime, ni Uber elevará las tarifas, ni Deliveroo cobrará más por ir en bicicleta a por un poco de sushi (la única excepción puede ser Netflix, que tiene suficiente programaci­ón propia como para permitirse elevar tarifas).

Reino Unido tiene muchas más empresas del primer tipo que del segundo. Tenemos muy pocas empresas tecnológic­as en el FTSE 100. Puede que nos considerem­os una nación de comerciant­es, pero ya no tenemos muchos minoristas, muchos de ellos se han retirado. Sin embargo, los productos básicos de consumo representa­n casi el 20% del índice, los financiero­s el 18%, los sanitarios el 10% y los energético­s casi el 9%. La tecnología representa menos del 2%. En realidad, el FTSE ha tenido un rendimient­o inferior no solo al Nasdaq y al S&P 500 durante la última década, sino también a la mayoría de los principale­s índices europeos. Ahora solo está una fracción por encima del máximo que alcanzó a finales de 1999, hace ya 21 años. La situación ha sido pésima. Sin embargo, con un avance de la inflación, eso empezará a cambiar, y el mercado británico podría finalmente hacerlo mejor que sus rivales.

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