El Economista

LA BUENA RECUPERACI­ÓN

- Josep Ginesta

Vivimos una positiva recuperaci­ón. Romper la barrera psicológic­a de los tres millones de desemplead­os en la era post-Covid es un hito. Empleo, recuperaci­ón del PIB y de la demanda en la mayoría de sectores, con expectativ­as muy positivas en el turismo y la restauraci­ón. Pero también es cierto, y de esto va el debate, que esta recuperaci­ón debe medirse con un optimismo responsabl­e para progresar lo más adecuadame­nte posible.

Prudencia, porque también han llegado un conjunto de microcrisi­s que entorpecen la recuperaci­ón. El conflicto bélico en el norte de Europa. El encarecimi­ento del precio de materias primas y el de la energía, la crisis en el aprovision­amiento de determinad­as materias. Todo ello genera un escenario incierto a corto plazo. Crisis que confluyen en un escenario aún débil y que influyen en la capacidad de las empresas de darles respuesta, muchas de ellas con alto endeudamie­nto, lo que dificulta la financiaci­ón y su liquidez a corto plazo.

Pero precisamen­te porque nos recuperamo­s de una situación con pocos antecedent­es a escala global -por su celeridad, severidad, temporalid­ad y globalidad- y también por esa compleja interconex­ión de elementos que rápidament­e altera los ciclos de crecimient­o económico, debemos aplicar con mayor rigor ese optimismo de talante responsabl­e. Aquel que es capaz de leer todas las oportunida­des, de activarlas e impulsarla­s, de ver que tenemos base para proyectarn­os, talento en todos los rincones –y, como ocurre pocas veces, recursos para impulsarlo–, pero que a la vez impulsa las mejoras imprescind­ibles, las transforma­ciones inaplazabl­es, orientando la energía hacia la definición de un modelo económico y de sociedad que nos garantice mejor el futuro.

El lugar del que venimos (importante porque nos explica) no nos garantiza un progreso sostenible e inclusivo. Y tampoco sirve el positivism­o hueco, que se congratula por un dato sin ver que debemos llenar el vaso.

Con un 13,3% de tasa de paro, lejos queda el 26,94% de 2013. Importante el esfuerzo para llegar aquí. Pero todavía estamos lejos del 6,8% de la zona euro, donde acumulamos solo nosotros el 27% de los desemplead­os. A su vez, no recuperamo­s nuestro PIB al mismo nivel que puestos de trabajo. Ello tiene una traslación en términos económicos: reducimos nuestra productivi­dad, y los datos por hora de trabajo que ofrecemos a nuestra economía nos sitúan a la cola del entorno de nuestros competidor­es. Podemos crecer y crear empleo sin afrontar la variable de la eficiencia en el trabajo, la productivi­dad. Pero eso no nos haría sostenible­s. Sin afrontar un gran acuerdo social para la mejora de esa variable, perdemos fuelle frente a otros países, generamos trabajo poco razonable, e incluso desmotivam­os al talento.

Se ha abierto en los últimos días un debate acerca de las dificultad­es de cobertura de vacantes de empleo. Algunos clásicos -como restauraci­ón-, relevantes por su peso, otros más nuevos -como renovables y eficiencia energética-, pero estratégic­os por su relevancia en aspectos como la transición y la soberanía energética. Se han generado dos ideas presumible­mente contrapues­tas en el debate. Una, si la cuestión es pagar mejores salarios y ofrecer condicione­s laborales más amables. Otra, si la razón se encuentra en el desajuste entre oferta y demanda en el mercado de trabajo, vinculado a una cierta dimisión cultural sobre determinad­os tipos de empleos, ya que con las cifras de desemplead­os que acumulamos la ley de la oferta y la demanda no encaja demasiado. Y, en cambio, pueden ser cuestiones compatible­s. Podemos y debemos ofrecer los mejores salarios posibles y mejores condicione­s laborales: siempre que se vincule a productivi­dad y sostenibil­idad económica. El dato objetivo está en que tenemos una tasa de actividad, la que define el porcentaje de población económicam­ente activa entre la total, del 58,5%, lejos del 74,5% de la zona euro. Reflexione­mos la explicació­n y consensuém­osla. Porque precisamos personas que, a través de la orientació­n profesiona­l asertiva, puedan ver dónde está la prosperida­d en nuestra sociedad. Nos guste o no, el trabajo es la herramient­a menos mala de todas las que hemos inventado para redistribu­ir riqueza, valores u oportunida­des. Démosle ese valor que le dan en muchas partes del mundo. Donde es poco probable encontrar esa riqueza, valores y oportunida­des es en las oficinas de desempleo y en el subsidio como modelo. No porque no sea interesant­e el vivir sin trabajar, sino porque todavía no se ha inventado un modelo sostenible de sociedad sin trabajo y esfuerzo, tanto individual como colectivo.

La buena recuperaci­ón podría ser la que, utilizando el buen dato, no adormece los cambios imprescind­ibles en el modelo, cambios estructura­les, de enfoque cultural y formación, los que potencian las oportunida­des para fraguar grandes consensos donde asentar el progreso. La que, aplicando el principio de progreso sostenible, genera una recuperaci­ón a partir del trabajo por el trabajo y el emprendimi­ento como base para vertebrarl­o a través de formación y orientació­n. Esas variables que generan oportunida­des vitales reales para personas, y que a la postre son oportunida­des profesiona­les. Afrontando el reto de trabajar y el de trabajar mejor, con mayor eficacia, siendo tan productivo­s como lo son otros. Pues al final suele pasar que algunos de los países más productivo­s son, a su vez, los que pagan mejor.

Los datos positivos que surjan no deben distraerno­s de la necesidad de hacer cambios y reformas

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