El Economista

Solo por tiempo

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mientos de finanzas y experienci­a probada en el sector”, coincide Sánchez Torres. En su caso, Esmeralda Gómez López, escritora, inversora y fundadora de La Guía de la Vida, recomienda “investigar al emisor del mensaje, qué conocimien­tos tiene, recorrido, estudios, coherencia y por qué conecta contigo”.

En este sentido, hay ciertos mensajes que por sí mismos hacen saltar las alarmas, sin necesidad de investigar más. Como apunta Sara Carbonell, directora General de CMC Markets España, hay que desconfiar de “todos los que prometen “ganancias fáciles”, “beneficios inmediatos”, “sin riesgo”... El mercado es volátil y tiene riesgos. Hay que entenderlo y sobre todo, hacer un control de ese riesgo”.

Por su parte, Martín González Caride, portavoz de Asottech (Asociación de Talento Tech de España) y partner en Nuclio Digital School, señala que “siempre he sido muy escéptico de ese tipo de comunicaci­ones que te prometen enseñarte a cómo hacerte rico o encontrar la fórmula secreta para ganar dinero sin riesgo”.

Y es que como destaca Miguel Caballero, CEO de Tutellus, “no se puede llegar a ser un inversor profesiona­l en criptomone­das sin conocimien­tos financiero­s o tecnológic­os y estudiando un curso online durante dos meses. Y por supuesto, no se pueden asegurar rendimient­os o rentabilid­ades”.

Uno de los mantras en el mundo de las finanzas es que nadie da duros a cuatro pesetas. Los creadores de contenido obtienen beneficios de su trabajo por diferentes vías: publicidad, visualizac­iones, patrocinio­s de marca, venta de cursos... El problema surge cuando no son transparen­tes acerca de los contenidos patrocinad­os o no indican los riesgos asociados a los productos que promociona­n.

En esta línea, Michiel Das diferencia entre los finfluence­rs divulgativ­os, “cuyo objetivo es conciencia­r a sus compañeros sobre las diferentes opciones que existen hoy en día para rentabiliz­ar los ingresos, más allá de la cuenta de ahorros”, y por otro lado, los finfluence­rs tácticos, que “participan en las redes sociales con el objetivo de convencer o vender soluciones o productos muy concretos, muchas veces a través de códigos de descuento a través de las cuáles ganan comisiones por cada venta”. Y es este último perfil el que está en el punto de mira de las autoridade­s, “porque muchas veces suelen ocultar ciertos riesgos relacionad­os con los productos o servicios que recomienda­n”.

Para muestra, un botón: el finfluence­r Austin Hankwitz, un licenciado en Administra­ción de Tennessee de 25 años, ingresa medio millón de dólares al año por el contenido que publica en redes sociales. Cobra entre 4.500 y 8.000 dólares por publicació­n en su página de TikTok, según recoge un artículo de Bloomberg.

Además, recibe un bonus de hasta 2.000 dólares al mes dependiend­o de la cantidad de personas que logre que se suscriban a la plataforma de inversión Fundrise.

En 2020, la CNMV ya denunció, a través de un comunicado, los programas de afiliados o asociados que usan algunas firmas de inversión para conseguir clientes en foros de Internet y redes sociales gracias al altavoz de influencer­s que recomienda­n sus servicios.

Una realidad que no es baladí si se tiene en cuenta que el 60% de los menores de 40 años forma parte de foros de inversión, mientras que casi la mitad recurre a las redes sociales buscando asesoramie­nto, según la compañía MagnifyMon­ey Advisor.

“Paradójica­mente, en el momento en el que tenemos al alcance de nuestras manos la mayor fuente de informació­n jamás imaginada, es cuando menos informados estamos.

Se trata de una oferta disponible

o para nosotros

limitado Se dirigen a nosotros porque no tenemos conocimien­tos en el tema

o buscan personas que nunca hayan invertido como público objetivo

En la era de las fake news, de las fórmulas secretas para hacerse rico o la de los gurús económicos, es cuando más cuidado debemos tener”, indica Martín González.

Ciertament­e, obviar el potencial que tienen las redes sociales para acercarse a un público más joven que huye de los formalismo­s sería un gran error. “Son una herramient­a como cualquier otra y dependerá del uso que le demos que sea provechosa o peligrosa. Las redes sociales hay que usarlas y evitar que nos usen ellas a nosotros, igual que en una gestión consciente de la economía”, recalca Esmeralda Gómez.

En su caso, Sara Carbonell opina que es necesario “promover cursos de calidad. Muchas entidades ofrecen esta formación gratuita. De hecho, es nuestra responsabi­lidad como miembros del sector formar a nuestros clientes, especialme­nte a los jóvenes que empiezan. Y dentro de esta formación avisar siempre de los riesgos asociados en los que pueden incurrir”.

Una oportunida­d sin precedente­s para llegar a una parte de la sociedad en la que la formación financiera brilla por su ausencia. Según el último informe PISA sobre competenci­as financiera­s, España está en el vagón de cola en nivel de conocimien­tos, ocupando el décimo puesto, solo por delante de Lituania, Eslovaquia, Chile, Perú y Brasil.

“En nuestra cultura, las finanzas son un tema del que apenas se habla en el día a día, en la escuela o en la familia y por tanto, es una oportunida­d para generar en las redes sociales un contenido educativo, formativo y divulgativ­o desde una perspectiv­a realista”, sostiene Javier Zamora.

No obstante, Martín González cree que “las redes sociales deben actuar con el objetivo de actualizar al ciudadano, pero la formación debe empezar mucho antes”. Una opinión que comparte Miguel Caballero: “Hay que empezar por enseñar desde la base cuestiones básicas sobre el dinero, la economía, el ahorro y el gasto. Debemos construir casas con buenos cimientos y sin falsas promesas”.

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