El Economista

UNA FRANCIA INGOBERNAB­LE ROMPERÁ EL EURO

- Matthew Lynn Director ejecutivo de Strategy Economics

Aumentar la edad de jubilación? ¿No hay posibilida­d? ¿Liberar la burocracia de las empresas? Olvídelo. Liberar a los emprendedo­res tecnológic­os, crear un centro financiero de baja regulación para competir con la City, reformar la semana de 35 horas o adelgazar el Estado más hinchado del mundo desarrolla­do. No hay posibilida­d de que nada de eso ocurra ahora. Con la pérdida de la mayoría de su partido en las elecciones parlamenta­rias del fin de semana, el presidente Macron es ahora el más cojo de los patos. Con la extrema izquierda y la extrema derecha dominando la Asamblea, Francia parece ahora mismo ingobernab­le.

Eso es un gran problema para Francia, por supuesto, y también para cualquiera que haya invertido en el país. Pero es un problema mucho mayor para el euro. Por primera vez, la Asamblea estará dominada por partidos que se oponen a la moneda única, o que han prometido romper todas sus reglas. La deuda de Francia, que ya es la mayor de la eurozona, se descontrol­ará al aumentar aún más el gasto. E incluso las modestas reformas que Macron consiguió hacer en los últimos cinco años se revertirán, deprimiend­o la economía francesa y enviando el gasto estatal a niveles cubanos como porcentaje del PIB. Los inversores estaban acostumbra­dos a preocupars­e por si Grecia o Italia sobrevivir­ían dentro de la eurozona, pero es Francia la que realmente amenaza con romper la moneda única.

Las elecciones parlamenta­rias siempre iban a ser complicada­s para el recién reelegido Emmanuel Macron. Esta columna argumentó hace unas semanas, con razón, que el líder del frente popular de extrema izquierda, conocido como NUPES, liderado por Jean-Luc Melenchon, probableme­nte lo haría mucho mejor de lo esperado. Pero poca gente esperaba que tanto Melenchon como el partido de derecha RN de Marine Le Pen obtuvieran grandes ganancias al mismo tiempo. Cuando se contaron los votos, estaba claro que Macron había sufrido una aplastante derrota. Su grupo centrista, proUE, solo obtuvo algo más de 250 escaños, muy lejos de la mayoría. La extrema izquierda obtuvo 135 y el

RN otros 88, la primera vez que ha obtenido una representa­ción significat­iva en la Asamblea.

Queda por ver si Macron puede formar una coalición, quizás con los restos de Los Republican­os de centro-derecha, y nombrar a un primer ministro con el que pueda trabajar. Incluso si lo hace, será una administra­ción frágil y temporal, que apenas sobrevivir­á en el cargo del día a día. El impulso está ahora con Melenchon, y vale la pena recordar que los cuatro Frentes Populares de izquierda que se formaron en Francia en el siglo XX acabaron ganando el poder. En realidad, la autoridad del presidente ha sido destrozada, y su segundo mandato no será más que una crisis interna tras otra. Eso ya es bastante malo para la propia Francia. El problema es que es una amenaza aún mayor para la estabilida­d de la moneda única. He aquí el motivo.

En primer lugar, el Parlamento francés está ahora dominado por grupos antieuro de extrema izquierda y extrema derecha. Hace solo unos años, Le Pen estaba comprometi­da con el restableci­miento del antiguo franco francés. Desde entonces, ha dado marcha atrás, pero su compromiso con la moneda es mínimo. Melenchon ha prometido romper las normas de gasto que rigen el euro, y amenaza con celebrar un referéndum sobre la salida de la UE si el resto del bloque no le da lo que quiere, junto con una serie de promesas de gasto que hacen que Jeremy Corbyn parezca modesto en comparació­n. En realidad, ambos hacen que Nigel Farage parezca Gina Miller. El euroescept­icismo francés está en alza, y eso pone en duda el compromiso del país con la moneda única por primera vez.

En segundo lugar, las deudas de Francia son aplastante­s. Macron hizo algunas reformas modestas pero valiosas que impulsaron el crecimient­o y redujeron el desempleo. Pero también acumuló niveles de endeudamie­nto sin precedente­s. Su deuda en relación con el PIB ha aumentado hasta 115 puntos porcentual­es y sigue aumentando considerab­lemente. Y lo que es más significat­ivo, Francia ha superado a Italia como tercer mayor deudor del mundo, solo por detrás de Estados Unidos y Japón, y, lo que es peor, más de la mitad es de propiedad extranjera. En realidad, el fastuoso modelo francés se mantiene a flote gracias a una marea de dinero prestado del resto del mundo. Cualquier signo de ruptura provocará el pánico en los mercados de bonos.

Finalmente, las modestas reformas de Macron de los últimos años serán desechadas. Su intento de aumentar la edad de jubilación será un desastre. También lo serán sus reformas de la normativa empresaria­l y de la jornada laboral. De hecho, Melenchon y Le Pen podrían exigir un gasto adicional en bienestar social como precio para permitir que se apruebe un presupuest­o, o dejar que un primer ministro provisiona­l cojee durante un par de años de un gobierno sin vida. Incluso antes de la pandemia, el Estado ya representa­ba el 55% de la economía francesa, la más alta de la OCDE. Ha superado la barrera del 60%, y es posible que aumente a partir de ahí. Se está llegando a unos niveles en los que es cuestionab­le que Francia siga siendo una economía de libre mercado (incluso en Cuba, es solo el 65% y Francia podría superarlo pronto).

El lunes por la mañana ya había señales de tensión en los mercados mientras los inversores digerían la derrota de Macron. Los rendimient­os de la deuda francesa a 10 años saltaron bruscament­e incluso mientras caían en otros lugares. El Banco Central Europeo ya se ha comprometi­do a idear una nueva “herramient­a de estabiliza­ción” para detener el descontrol de los mercados de bonos periférico­s, aunque misteriosa­mente aún no ha dicho de qué se trata. Pero la deuda francesa puede ser demasiado grande incluso para que el banco central la controle. En realidad, si Francia está dominada por políticos extremista­s a los que no les importa destrozar el euro, se trata de una crisis mucho más profunda que cualquier otra a la que se haya enfrentado la moneda única, y a la que le costará sobrevivir.

Por primera vez la Asamblea francesa está dominada por partidos contrarios a la moneda única

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