El Economista

ENTRE EL ECOFIN Y FRANKENSTE­IN

- José María Triper Periodista económico

Al frente de un gobierno grogui tras ser duramente noqueado en el ring de Andalucía, falto de credibilid­ad dentro y fuera de nuestras fronteras, sin ideas y profundame­nte dividido, Pedro Sánchez se encuentra ahora entre la espada del Ecofin y la pared de sus socios de la Frankestei­n.

El pasado día 17 de este mes, los ministros del Consejo de Asuntos Económicos y financiero­s de la UE aprobaban la primera pauta de austeridad desde la pandemia para los Estados miembros con mayor endeudamie­nto, con el objetivo garantizar en 2023 “una política presupuest­aria prudente, limitando los gastos primarios corrientes financiado­s a nivel nacional por debajo del crecimient­o potencial a medio plazo”. Lo que traducido al román palado significa que el Gobierno español, que es el país con la deuda más elevada de la Unión -supera el 117% del PIB- tendrá que hacer un drástico recorte de los gastos en los Presupuest­os del próximo ejercicio.

Ajuste que la Autoridad Independie­nte de Responsabi­lidad Fiscal (AIReF) ha cifrado ya en 7.500 millones de euros, lo que supone reducir los 23.000 millones de crecimient­o del gasto planteado por la sociedad Sánchez y Cía a solo 15.500 millones, lo que complica seriamente el cumplimien­to de las principale­s promesas del Ejecutivo como la revaloriza­ción de las pensiones en relación al IPC, la reforma de la financiaci­ón autonómica, el mantenimie­nto de la bonificaci­ón a las gasolinas y gasóleos o el cheque anticrisis para las familias con ingresos inferiores a 1.000 euros mensuales.

Solo la subida de las pensiones en función de la inflación supondría ya un aumento del gasto de 13.500 millones en cálculos del Banco de España, que al igual que la AIReF ha pedido ya al Gobierno un plan “fiable y riguroso” para reducir la deuda y dar confianza a los mercados. Sobre todo, teniendo en cuenta que el repunte del coste de la deuda española por la subida de los tipos de interés será de 30.000 millones de euros, 10.000 millones más que las estimacion­es del Ejecutivo.

El problema para Sánchez está en que, si asume las reglas de la UE y acomete los recortes de gasto, ajustes y reformas necesarias, se encontrará con el rechazo frontal de sus coaligados podemitas y de sus muletas independen­tistas, nacionalis­tas y filoterror­istas de la Frankestei­n, lo que le impediría cumplir su propósito de aguantar en La Moncloa hasta el final de la legislatur­a. Además de que el precedente de su mentor Rodríguez Zapatero le recuerda que las políticas de austeridad en un año electoral -autonómica­s y municipale­s en mayo y generales en diciembre o enero- abocan inexorable­mente a una sangría de votos en las urnas.

Pero si hace oídos sordos a Bruselas y se deja embaucar por los cantos de sirena de los Frankestei­n se arriesga a perder los fondos de la UE. Bruselas y los llamados frugales de la Unión exigen como condición sine qua non para recibir los dineros cumplir con la ortodoxia económica para combatir la inflación y reducir el déficit y deuda. Eso, y que someterá a España a una presión difícilmen­te soportable de los mercados financiero­s, con las repercusio­nes consiguien­tes de caída de las inversione­s, aumento del desempleo, pérdida de competitiv­idad, entrada en recesión con altos niveles de inflación y un empobrecim­iento general de la población y las empresas.

Este es el dilema y quienes conocen al presidente se temen lo peor. Como apunta un destacado dirigente autonómico socialista, los primeros anuncios de medidas con las que intentar recuperars­e del KO andaluz apuntan a que para mantenerse en La Moncloa “la apuesta de Sánchez seguirá siendo gastar más y contentar a los de siempre”. Es decir, mantener una Administra­ción elefantiás­ica con ministerio­s y ministros tan innecesari­os como incompeten­tes, conservar la pléyade de asesores a dedo y enchufados, malgastar más dinero público, aferrarse a los Frankestei­n y ceder a los chantajes del separatism­o. Cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Aunque sea España.

La UE obligará al Gobierno a hacer un drástico recorte de los gastos en los Presupuest­os

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