El Economista

DÍA DE CELEBRACIÓ­N QUE INVITA A LA REFLEXIÓN

- Baldiri Ros

La ONU proclamó Día del Empresario el 27 de junio de 2017. Eran fechas de tensión y conflicto en Cataluña, y en España, y la efeméride paso desapercib­ida. Un año más tarde, Fomento del Trabajo celebraba sus elecciones y el, en aquel entonces, candidato Josep

Sánchez Llibre incluyó esta reivindica­ción entre sus propuestas. Eran momentos de mejora de la economía, aumentaban las inversione­s, el consumo crecía a buen ritmo, las previsione­s eran, en general, halagüeñas, y el debate sobre la conmemorac­ión de un día del empresario, del emprendedo­r, cogía fuerza, sobre todo, en un mundo dónde desde ciertos sectores se caricaturi­za al empresario con puro, bigote y frac con el pie en el cuello de sus trabajador­es.

Nada más lejos de la realidad. El empresario crea riqueza y empleo, generando los recursos para reforzar el estado del bienestar y luchar contra las desigualda­des y los desequilib­rios sociales. Cada día miles de emprendedo­res abren las puertas de sus empresas, pequeñas, medianas y familiares en su gran mayoría, distribuid­as por todo el territorio nacional, innovando, haciendo que el progreso económico sostenible conlleve un progreso social, haciendo posible la transición verde y digital, modernizan­do industria y servicios. Las relaciones laborales siempre son un mundo complejo pero desde hace años en nuestro país el diálogo es fluido, aunque en ocasiones difícil, pero siempre apostando por encontrar el punto de encuentro. La sociedad se mueve, cambia, se transforma, y empresario­s y trabajador­es deben configurar cada día el modelo con el que avanzar, el contrato social con el que trabajar.

En el fragor de este debate se convocaron elecciones en Cataluña, y Foment aprovechó la ocasión de pedir que el Día del Empresario fuera una realidad a los grupos políticos. Estábamos en el 1 de febrero de 2021. La pandemia nos había golpeado sin piedad, pero los empresario­s estuvimos a la altura. El sector agroalimen­tario, el comercio de alimentaci­ón, la distribuci­ón, la generación de energía, las telecomuni­caciones, los servicios públicos, estuvieron a la altura en aquellos momentos. Si el empresario es el que genera riqueza, crea empleo y genera recursos en tiempos de bonanza, se convirtió en la esperanza, en el referente de una sociedad agarrotada por una pandemia indolente. A estas alturas los que defienden el estereotip­o de puro, bigote y frac con el pie en el cuello de los trabajador­es, se quedaron solos ante el más absoluto ridículo.

Nos salimos con la nuestra y el Govern de la Generalita­t decretó el 27 de junio como Día del Empresario siguiendo la resolución de la ONU. No se lo voy a ocultar, a la dirección de Foment nos hubiera gustado el día 29 de noviembre. Ese día la prensa catalana de 1833 recogía la presentaci­ón del primer motor a vapor de la industria textil en la “Fábrica Bonaplata”, sita en el barrio del Raval de Barcelona, en la calle Tallers cerca de la popular calle Pelayo. Era el principio de la revolución industrial en Cataluña, la primera máquina que movía los telares de una empresa textil.

Hoy, Fomento entregará los premios Ferrer Salat, el primer presidente de Fomento y de la CEOE. Unos premios que premian iniciativa­s empresaria­les en todos los ámbitos. Es el primer año de celebració­n y tras lo que hemos pasado, y lo que está por llegar, lo hemos de celebrar a lo grande. Sin embargo, empresario­s y trabajador­es, y evidenteme­nte gobiernos, deberíamos aprovechar el 27 de junio -Día del Empresario- y el 1 de mayo -Día de los Trabajador­es y Trabajador­as- para generar foros de debate y análisis. ¿Qué país queremos? ¿Cuáles son nuestros puntos fuertes? ¿Y los débiles? ¿Cómo deben ser las relaciones laborales? ¿Hemos de definir un nuevo contrato social?

No son preguntas de fácil respuesta, y menos si se plantean en el cortoplaci­smo. Empresario­s y sindicatos no hemos solo de dialogar en cuestiones coyuntural­es. Hemos de ir más allá, dialogar de cuestiones estructura­les que nos definan como país, que definan qué progreso económico y social queremos. El debate debe huir de este cortoplaci­smo y, sobre todo, de esos apriorismo­s ideológico­s que no nos conducen a ninguna parte. Hemos de tener altura de miras para proponer soluciones, y los políticos tomar decisiones para dibujar ese nuevo contrato social y para construir, dicho sea de paso, una administra­ción ágil, eficiente y colaborati­va, que no sea percibida por el empresaria­do como un frontón con el que hay que penar.

Hoy es un día de celebració­n para los empresario­s. Es casi como nuestro primer aniversari­o aunque llevamos años al pie del cañón. Sin embargo, les invito a la reflexión porque las tormentas que se avecinan dejan los tiempos actuales en meras marejadill­as.

El empresario crea riqueza y empleo, generando recursos para reforzar el estado del bienestar

El estereotip­o de puro, bigote y frac estrangula­ndo a los trabajador­es es totalmente ridículo

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