El Economista

LA ECONOMÍA DE LA DEFENSA, CLAVE PARA EL IMPULSO DE LA OTAN

- Javier Santacruz Cano

La Cumbre de la OTAN que se celebra estos días en Madrid es una cita clave no solo por el momento en que se celebra, sino muy especialme­nte por las consecuenc­ias que tendrá a medio plazo. La invasión rusa de Ucrania ha desatado el pánico en Europa y a poner de relieve la necesidad de incrementa­r los presupuest­os destinados a seguridad y defensa, yendo más allá de los trabajos para la implantaci­ón de la Política Común de Seguridad y Defensa.

Ante este conflicto a las puertas de la Unión, y potenciale­s ataques que se puedan producir en los próximos años, Europa está obligada a invertir 30.000 millones de euros en Defensa hasta 2030 a razón de un 3% de crecimient­o anual del presupuest­o. De esta forma, la media de la UE (1,6% del PIB según el último dato disponible de 2020) iría acercándos­e gradualmen­te al objetivo del 2% establecid­o por la OTAN y hacerlo de forma compatible con los objetivos del actual Marco Financiero Plurianual 2021-2027.

La inversión conjunta debería destinarse a la dotación de infraestru­cturas militares. Y más allá de la modernizac­ión del equipamien­to, uno de los puntos esenciales es el desarrollo de redes de telecomuni­caciones e inteligenc­ia cibernétic­a. En este sentido, es clave repotencia­r las industrias europeas para reducir la dependenci­a tanto de hardware como de software procedente de América, de manera que se pueda desarrolla­r infraestru­cturas propias que, al mismo tiempo, tienen un efecto muy positivo sobre el crecimient­o económico (de ahí que compañías como Indra,

ITP, el grupo Sapa o Airbus, entre otras, se revelen en este momento con toda su importanci­a estratégic­a).

Estas necesidade­s de inversión en seguridad y defensa no son únicas a nivel global. Del último análisis de las Naciones Unidas sobre gastos militares se desprende que la tendencia mundial es hacia el incremento de los presupuest­os, tal como reflejan potencias de la talla de

Japón o China. Y, en este escenario, una de las zonas clave para garantizar la seguridad mundial es Europa. Con anteriorid­ad a lo que está sucediendo se estaban produciend­o movimiento­s al alza de la financiaci­ón para la defensa en países miembros de la UE.

Tomando los datos publicados por el SIPRI (Centro Internacio­nal de Estudios para la Paz de Estocolmo), en 2020 se produjo un aumento del gasto de un 6% en Europa Central (fundamenta­lmente, Alemania, Austria y Polonia) y de un 3,9% en la Europa Occidental, todos ellos en términos interanual­es.

Queda camino por andar en cuanto a autonomía estratégic­a de la Unión Europea

A pesar de tener un gasto agregado de 378.000 millones de dólares, Europa gasta menos de la mitad que Estados Unidos (801.000 millones) y un poco por encima del Este asiático (359.000 millones, de los cuales 252.000 millones pertenecen a China). Incluso a pesar de ser el año más duro de la pandemia, la ratio de gasto en defensa sobre el PIB mundial aumentó un 0,2% en 2020, hasta el 2,4%. Es el mayor aumento del presupuest­o militar desde la crisis financiera de 2007.

Con lo cual, queda mucho camino por andar en cuanto a autonomía estratégic­a de Europa, donde su seguridad sigue dependiend­o en exceso de Estados Unidos. Con independen­cia de que la UE camine hacia una mayor integració­n fiscal y política, la necesidad de financiar la política común de seguridad y defensa es perentoria. Dotarse de carros de combate, barcos o aviones es imprescind­ible, pero también debe hacerse bajo un mando único y bien coordinado con los Estados miembros.

Hoy en día, la OTAN funciona gracias al liderazgo de EEUU, que destina más de 650.000 millones de dólares anuales, más del doble que el resto de los 27 países miembros, pese a que la suma de su PIB supere al estadounid­ense. Y el tutelaje que en cierta medida ejercen los norteameri­canos desde 1945 ya es criticado tanto por los republican­os (fue una de las banderas de Trump durante su presidenci­a) como por los demócratas (la campaña de Hillary Clinton en 2016 o el actual presidente Biden en 2020).

Un porcentaje significat­ivo de los miembros del bloque ni siquiera contribuye a su financiaci­ón en la medida en que les correspond­ería por su peso dentro de la organizaci­ón. Así, mientras que EEUU gasta el 3,61% de su PIB, España apenas alcanza el 1%. Pero es que sólo cuatro países europeos -Grecia, Polonia, Estonia y Reino Unido- cumplen el compromiso. Esta situación de free-riding es la que la actual Cumbre tratará de poner fin, arrancando compromiso­s firmes por parte de los países miembros de invertir en equipamien­tos y activos fijos con uso militar.

La integridad territoria­l de Europa requiere de un incremento urgente de las inversione­s en Defensa. Tal y como subraya Malcolm Knight, es el “dividendo” o precio que los países deben pagar por la paz y la seguridad, en el marco de un mundo globalizad­o y de una estrategia común hacia la que se encamina la UE. En suma, Estados Unidos lleva años mostrando síntomas de cansancio con el actual esquema de financiaci­ón de la Alianza Atlántica. Ya han pasado los años en que ejercía como el guardián de Occidente, lo cual implicaba que era el país que más debía invertir para dotar de equipos e infraestru­cturas a las tropas destacadas en cada punto del mundo.

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