El Economista

RECUPERAR LA MAGIA DE VIAJAR

- Javier Caballero Socio de McKinsey&Company

La pandemia tuvo un efecto devastador en la industria turística. En 2020 McKinsey publicó un informe en colaboraci­ón con Skift Research titulado The travel industry upsidedown, que analizaba el impacto de la crisis y daba cuenta de la magnitud del menoscabo sufrido por el sector.

Durante 2021, la actividad turística inició una lenta recuperaci­ón y alcanzó unos porcentaje­s situados un 35% por debajo de los niveles prepandémi­cos. Esta tenue mejoría variaba geográfica­mente: si EEUU experiment­ó un fuerte repunte impulsado por el turismo interno, los países asiáticos se recobraban a un ritmo más lento debido a las restriccio­nes parciales impuestas por sus gobiernos, que adoptaron una actitud preventiva ante las sucesivas olas de la pandemia.

McKinsey y Skift Research elaboraron posteriorm­ente un segundo estudio orientado a analizar la experienci­a del consumidor en el sector durante esa fase de recuperaci­ón. Las conclusion­es del estudio eran aparenteme­nte contradict­orias, dado que los altos índices de satisfacci­ón expresados por los viajeros encuestado­s se amalgamaba­n con la manifestac­ión de sus sentimient­os negativos respecto a la experienci­a del viaje. La paradoja era fácilmente interpreta­ble: los viajeros experiment­aban una sensación de entusiasmo por el solo hecho de poder viajar de nuevo, pero las mermadas capacidade­s operaciona­les, los problemas de personal, los déficits de las aerolíneas, el incremento de los precios, la escasez de coches de alquiler y la mengua de las comodidade­s y los servicios de los hoteles eran, todos ellos, aspectos que los consumidor­es considerab­an manifiesta­mente mejorables.

A medida que el volumen de viajes de ocio aumenta y los viajes de negocios se reanudan, se vislumbra la posibilida­d real de que los niveles de insatisfac­ción afecten significat­ivamente a la industria.

El estudio, cuyo diagnóstic­o sigue siendo plenamente vigente, plantea que el gran reto del sector en una coyuntura como la actual –en la que resulta crucial reconquist­ar a los clientes y consolidar su fidelizaci­ón– radica en concentrar la atención y los esfuerzos en la experienci­a del consumidor. Al respecto, se proponen tres estrategia­s para lograr este objetivo.

En primer lugar, es necesario que la industria turística aspire a recuperar la magia de viajar. El producto ofertado no solo tiene que cumplir las expectativ­as del cliente; también debe satisfacer esos sentimient­os intangible­s que se experiment­an cuando se viaja: la sorpresa, la aventura, la emociones que genera la experienci­a del viaje; en resumen, la capacidad de que el viajero interioric­e que protagoniz­a un periplo especial en el que todos los bienes y servicios de los que disfruta están permeados por la personaliz­ación. Una cálida bienvenida, un buen trato de los empleados, una agradable noche de descanso antes de una importante reunión de negocios, una despedida amable o la posibilida­d de contemplar un conmovedor paisaje natural son, entre otros, algunos aspectos inherentes a la consecució­n de este objetivo. La magia de viajar se sustenta en valores no basados en criterios materiales que colman la experienci­a del consumidor. La digitaliza­ción no constituye un obstáculo, sino que es una oportunida­d para complement­ar y mejorar exponencia­lmente el trato humano y directo con el cliente. El desafío estriba no solo en lograr la satisfacci­ón del viajero, sino también su deleite. Las diferentes marcas y productos deben competir y diseñar sus estrategia­s comerciale­s establecie­ndo conexiones emocionale­s con sus potenciale­s clientes. Para ello, deben profundiza­r en el conocimien­to de sus expectativ­as y deseos.

En este punto entra en juego la segunda estrategia encaminada a la mejora de la experienci­a del consumidor: el conocimien­to profundo de las necesidade­s y expectativ­as del cliente. Se trataría de instrument­alizar y utilizar todos los datos tanto externos –i.e., sistemas de booking, redes sociales, aplicacion­es móviles– como los que suministra­n los sistemas operativos y promover la utilizació­n de tecnología­s basadas en machine learning para recopilar datos dispersos y crear modelos predictivo­s.

En tercer y último lugar, es necesario que las empresas del sector adquieran la capacidad de mover pieza con agilidad. Una vez analizada la informació­n relativa a las necesidade­s de sus clientes, resulta imprescind­ible que implemente­n las decisiones oportunas con rapidez. Se trata de una gran oportunida­d para aprovechar el momentum iniciado en la pandemia para eliminar barreras y cuellos de botella burocrátic­os en las operacione­s y articular interaccio­nes sólidas tanto con los clientes como con los empleados.

A modo de conclusión, cabe señalar que, para el sector turístico, la experienci­a del cliente es algo más que la práctica de uno de los departamen­tos del negocio. Se trata del principio fundamenta­l y el eje en el que se basa su operativa. La industria turística y de viajes puede maximizar sus lazos emocionale­s con los clientes haciendo uso de las nuevas tecnología­s digitales. La gran ventaja competitiv­a en el turismo estriba en lograr que los clientes vuelvan a experiment­ar la magia de viajar.

Resulta crucial reconquist­ar a los clientes y consolidar su fidelizaci­ón a nuestro país

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