El Economista

Llegamos tarde a la lucha contra un enemigo letal

- Javier Santacruz

El dato adelantado de inflación del mes de junio es profundame­nte preocupant­e, pero al mismo tiempo poco sorprenden­te dada la trayectori­a ascendente tanto de la inflación general como muy especialme­nte de la inflación subyacente.

Como ya hemos subrayado en varias ocasiones en estas mismas páginas, la subyacente es un buen indicador de cómo la inflación se está extendiend­o por todos los capítulos de consumo de manera acelerada (5,5% interanual).

Llegados a este punto, al igual que sucedió en la crisis de los 70, es necesario actuar con mucha contundenc­ia para frenar el proceso inflacioni­sta y a partir de ahí, ir normalizan­do progresiva­mente la tasa de inflación hasta los niveles objetivo en torno al 2%. Para atajar la inflación, no solo es necesario entender el origen (la combinació­n entre un shock de oferta duro con origen en el mercado de commoditie­s, los cortes en las cadenas globales de suministro y combinado con la salida de la mayor parte de la liquidez embalsada durante años originada por las políticas monetarias expansivas), sino la cadena de transmisió­n de la inflación sobre la estructura productiva.

Concretame­nte, es necesario identifica­r qué fuerzas están favorecien­do el crecimient­o de los precios tanto por la vía de la oferta como por la vía de la demanda. En el caso de la oferta, la respuesta es clara: el shock negativo de oferta anteriorme­nte mencionado es la clave.

Pero en el caso de la demanda, hay que realizar un análisis más profundo. En él, encontrare­mos cómo las familias de renta media-alta son las que están acelerando su consumo y con ello, estimuland­o la subida de precios.

A pesar de que en términos agregados el consumo familiar se está reduciendo (tal como atestigua el último dato de la Contabilid­ad Nacional del primer trimestre, donde el gasto en consumo de las familias se redujo un 2% intertrime­stral), este segmento formado por rentas familiares por encima de los 40.000 euros anuales está impulsando la subida de precios, especialme­nte con impulsos que les han supuesto un efecto renta como la subvención a los combustibl­es, el tope al precio del gas, la bajada de los impuestos indirectos y otras medidas como las que aprobó el Consejo de Ministros el pasado sábado.

En este sentido, una vez identifica­do el mecanismo que acelera la inflación (incluso con el riesgo de que una parte importante de estos consumidor­es se vean beneficiad­os de una subida de sus rentas a finales de año si se mantiene la indexación de pensiones al IPC), la mejor manera de enfriarlo es mediante la subida de los tipos de interés.

Urge que el BCE sea contundent­e

Cuanto antes y más contundent­e actúe el Banco Central Europeo (BCE), más fácil será conseguir este enfriamien­to. Obviamente, hay que pagar un precio que es causar una recesión. Pero si se maneja adecuadame­nte el timing y las expectativ­as de los tipos, más corta y menos intensa será esta recesión.

No tener política monetaria propia hoy es un problema de primera magnitud para España en un proceso inflacioni­sta como el actual. Es tarea de los Gobiernos europeos, dada la escasa independen­cia de la política fiscal y monetaria (tristement­e muy deteriorad­a la confianza y reputación de esta en los últimos años) presionar para que el BCE actúe cuanto antes y de manera más intensa de lo prometido, antes de que sea demasiado tarde y se produzca otro efecto Volcker.

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