ECONOMÍA EN TIEMPOS DE GUERRA
Estamos viviendo un cambio de época”. La frase del canciller federal Scholz en su discurso tres días después de la invasión rusa de Ucrania demostró que Alemania asumiría los nuevos retos geopolíticos con determinación, con los medios necesarios y junto con sus socios europeos y transatlánticos. Y como hemos visto en las últimas semanas y meses, y más recientemente en la cumbre de la OTAN en Madrid, lo hemos hecho.
Pero el cambio de época no solo afecta a nuestro entorno geopolítico. Esta guerra ha causado no solamente un sufrimiento humano inimaginable, sino también unos perjuicios económicos graves en todos los países europeos y más allá de nuestro continente. Nos enfrentamos a fuertes subidas de los precios de la energía y de los productos alimenticios, a una inflación récord. Y, por si fuera poco y como efecto indirecto del nuevo entorno geopolítico, el mundo globalizado se fragmenta cada vez más, perjudicando así el comercio internacional. Y me temo que este panorama sombrío no va mejorar muy rápidamente.
¿Es esto, sin embargo, una razón para desesperar? No. Al igual que en el entorno geopolítico, estoy convencido de que podemos asumir los retos y demostrar la fuerza de nuestras democracias liberales. Puesto que nuestro destino está en nuestras propias manos.
Propongo tres líneas directrices para nuestra actuación: seguir manteniendo la solidaridad europea, desarrollar aún más la potencia del mercado interior europeo y aspirar a ser la vanguardia verde y digital.
1) Nuestra cohesión es clave no solamente en lo político-militar, sino también en el ámbito de la economía. En la pandemia hemos experimentado la fuerza que tenemos cuando actuamos con solidaridad. Recuerden el éxito del suministro común de vacunas, del plan de recuperación o de la “excepción ibérica”. Ese mismo principio de solidaridad debemos aplicarlo de nuevo. Y con ello me refiero no tanto a un nuevo plan de recuperación -todavía hay que implementar el que tenemos–, sino más al espíritu europeo en general: solo juntos podemos hacer frente a la situación actual, y juntos vamos a salir de ella.
2) El mercado interior es nuestra mejor protección en un entorno económico cada vez más adverso. Va a ser difícil evitar una creciente fragmentación de la economía global cuando se profundicen cada vez más las brechas geopolíticas entre las democracias liberales y autocracias como Rusia y China. Sin embargo, nosotros mismos somos un bloque económico potente con un mercado de casi 450 millones de habitantes y un PIB más o menos igual que el de China. Fomentar la cohesión y perfeccionar la unión de nuestro mercado nos hace más resilientes frente a los desafíos externos y nos permite defender mejor nuestros intereses económicos a escala global, manteniendo el principio del intercambio internacional económico libre y basado en reglas.
2) Las relaciones bilaterales entre España y Alemania son ejemplo del enorme potencial que ofrece una cooperación cada vez más estrecha con el fin de ponernos a la vanguardia europea de la transformación verde y digital: podemos construir sobre la base de unas relaciones excelentes y unos lazos empresariales y comerciales estables desde hace muchas décadas, con, por ejemplo, alrededor de 1400 empresas alemanas en España. Las actividades de empresas alemanas en España y de empresas españolas en Alemania son solo uno de los muchos rasgos de la interacción hispano-alemana con vistas al futuro.
El coche eléctrico y la industria de las baterías, el desarrollo de la tecnología del hidrógeno verde, el relanzamiento de la producción industrial de placas solares en Europa, el desarrollo de una capacidad europea del cloud computing, la creación de una industria de microchips en Europa o el desarrollo de las redes energéticas europeas, todos son campos de cooperación entre Alemania y España donde nuestros dos países juntos pueden impulsar la transformación en Europa.
Para nosotros los alemanes, la UE sigue siendo nuestro marco de referencia y nuestro mejor seguro contra las adversidades en el transcurso del tiempo. No tenemos miedo frente a los desafíos que se nos presentan, ni al nuevo escenario de confrontación en el este del continente ni a la inflación, porque sabemos que nuestra fuerza reside en el sentido de un destino común que nos une a nuestros socios europeos y los valores que compartimos. ¿Esperanza ilusa? No lo creo. En tiempos de guerra adquieren aún más valor los cimientos de nuestro éxito económico: empresariado libre y responsabilidad social, libertad de pensamiento y Estado de derecho, creatividad y solidaridad, fuerza innovadora y una ciudadanía con buena formación. Por lo tanto, el “cambio de época” marca también un giro hacia una Europa que recuerde su fuerza económica y su potencial como actor soberano político y económico. Insisto: está en nuestras manos.
Mantener la solidaridad y desarrollar el mercado interior son aspectos claves