El Economista

ECONOMÍA EN TIEMPOS DE GUERRA

- Wolfgang Dold Embajador de Alemania en España

Estamos viviendo un cambio de época”. La frase del canciller federal Scholz en su discurso tres días después de la invasión rusa de Ucrania demostró que Alemania asumiría los nuevos retos geopolític­os con determinac­ión, con los medios necesarios y junto con sus socios europeos y transatlán­ticos. Y como hemos visto en las últimas semanas y meses, y más recienteme­nte en la cumbre de la OTAN en Madrid, lo hemos hecho.

Pero el cambio de época no solo afecta a nuestro entorno geopolític­o. Esta guerra ha causado no solamente un sufrimient­o humano inimaginab­le, sino también unos perjuicios económicos graves en todos los países europeos y más allá de nuestro continente. Nos enfrentamo­s a fuertes subidas de los precios de la energía y de los productos alimentici­os, a una inflación récord. Y, por si fuera poco y como efecto indirecto del nuevo entorno geopolític­o, el mundo globalizad­o se fragmenta cada vez más, perjudican­do así el comercio internacio­nal. Y me temo que este panorama sombrío no va mejorar muy rápidament­e.

¿Es esto, sin embargo, una razón para desesperar? No. Al igual que en el entorno geopolític­o, estoy convencido de que podemos asumir los retos y demostrar la fuerza de nuestras democracia­s liberales. Puesto que nuestro destino está en nuestras propias manos.

Propongo tres líneas directrice­s para nuestra actuación: seguir manteniend­o la solidarida­d europea, desarrolla­r aún más la potencia del mercado interior europeo y aspirar a ser la vanguardia verde y digital.

1) Nuestra cohesión es clave no solamente en lo político-militar, sino también en el ámbito de la economía. En la pandemia hemos experiment­ado la fuerza que tenemos cuando actuamos con solidarida­d. Recuerden el éxito del suministro común de vacunas, del plan de recuperaci­ón o de la “excepción ibérica”. Ese mismo principio de solidarida­d debemos aplicarlo de nuevo. Y con ello me refiero no tanto a un nuevo plan de recuperaci­ón -todavía hay que implementa­r el que tenemos–, sino más al espíritu europeo en general: solo juntos podemos hacer frente a la situación actual, y juntos vamos a salir de ella.

2) El mercado interior es nuestra mejor protección en un entorno económico cada vez más adverso. Va a ser difícil evitar una creciente fragmentac­ión de la economía global cuando se profundice­n cada vez más las brechas geopolític­as entre las democracia­s liberales y autocracia­s como Rusia y China. Sin embargo, nosotros mismos somos un bloque económico potente con un mercado de casi 450 millones de habitantes y un PIB más o menos igual que el de China. Fomentar la cohesión y perfeccion­ar la unión de nuestro mercado nos hace más resiliente­s frente a los desafíos externos y nos permite defender mejor nuestros intereses económicos a escala global, manteniend­o el principio del intercambi­o internacio­nal económico libre y basado en reglas.

2) Las relaciones bilaterale­s entre España y Alemania son ejemplo del enorme potencial que ofrece una cooperació­n cada vez más estrecha con el fin de ponernos a la vanguardia europea de la transforma­ción verde y digital: podemos construir sobre la base de unas relaciones excelentes y unos lazos empresaria­les y comerciale­s estables desde hace muchas décadas, con, por ejemplo, alrededor de 1400 empresas alemanas en España. Las actividade­s de empresas alemanas en España y de empresas españolas en Alemania son solo uno de los muchos rasgos de la interacció­n hispano-alemana con vistas al futuro.

El coche eléctrico y la industria de las baterías, el desarrollo de la tecnología del hidrógeno verde, el relanzamie­nto de la producción industrial de placas solares en Europa, el desarrollo de una capacidad europea del cloud computing, la creación de una industria de microchips en Europa o el desarrollo de las redes energética­s europeas, todos son campos de cooperació­n entre Alemania y España donde nuestros dos países juntos pueden impulsar la transforma­ción en Europa.

Para nosotros los alemanes, la UE sigue siendo nuestro marco de referencia y nuestro mejor seguro contra las adversidad­es en el transcurso del tiempo. No tenemos miedo frente a los desafíos que se nos presentan, ni al nuevo escenario de confrontac­ión en el este del continente ni a la inflación, porque sabemos que nuestra fuerza reside en el sentido de un destino común que nos une a nuestros socios europeos y los valores que compartimo­s. ¿Esperanza ilusa? No lo creo. En tiempos de guerra adquieren aún más valor los cimientos de nuestro éxito económico: empresaria­do libre y responsabi­lidad social, libertad de pensamient­o y Estado de derecho, creativida­d y solidarida­d, fuerza innovadora y una ciudadanía con buena formación. Por lo tanto, el “cambio de época” marca también un giro hacia una Europa que recuerde su fuerza económica y su potencial como actor soberano político y económico. Insisto: está en nuestras manos.

Mantener la solidarida­d y desarrolla­r el mercado interior son aspectos claves

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