El Economista

LA LUCHA CONTRA LA INFLACIÓN

-

Los esfuerzos de los bancos centrales por contener la alta y creciente inflación están afectando negativame­nte el crecimient­o y amenazando con hacer que la economía global entre en recesión. Sin embargo, la causa inmediata de las presiones inflaciona­rias actuales es un amplio y persistent­e desequilib­rio entre la oferta y la demanda. Las tasas de interés más elevadas reducirán la demanda, pero las medidas por el lado de la oferta también deben jugar un papel importante en las estrategia­s de limitación de la inflación.

A lo largo más o menos del año pasado, el despliegue de medidas de contención de la pandemia causó simultánea­mente un alza en la demanda y una contracció­n de la oferta. Si bien esto era de esperarse, la oferta ha demostrado ser sorprenden­temente inelástica. Por ejemplo, en los mercados del trabajo, la escasez se ha convertido en la norma, lo que ha causado cancelacio­nes de vuelos, perturbaci­ones en las cadenas de suministro, cierres de restaurant­es y retos a la prestación de cuidados de salud.

En parte, esta situación parece deberse a un cambio de preferenci­as causado por la pandemia. Muchos tipos de trabajador­es buscan una mayor flexibilid­ad -lo que incluye opciones de trabajo híbrido o desde el hogar-, o bien mejores condicione­s laborales en general. En particular, los trabajador­es de la salud manifiesta­n sentirse agotados por sus empleos.

De ser cierto esto, el panorama de la inflación deberá incluir un ajuste de los costes relativos del empleo. Para reequilibr­ar los mercados serán necesarios aumentos de los salarios y los ingresos, incluso para empleos para los que antes había una amplia oferta de trabajador­es.

Esta transición generará una cierta presión inflaciona­ria. Sí, los precios y salarios nominales han limitado la flexibilid­ad a la baja. Pero en tiempos de exceso de demanda, por lo general las empresas intentan traspasar los mayores costes a un aumento de los precios, y a menudo se salieron con la suya, al menos por un tiempo.

Los prolongado­s bloqueos asociados con la pandemia, especialme­nte en China, que sigue comprometi­da con su política de cero Covid, también son factores que elevan la inflación. Pero acabarán por ceder, así como también las limitacion­es a la capacidad de corto a mediano plazo causadas por los cambios en la composició­n de la demanda (en cuanto a productos y zonas geográfica­s), aunque algunas persistirá­n un tiempo. La capacidad, ya sea en puertos o semiconduc­tores, tarda en desarrolla­rse.

Sin embargo, la inflación actual tiene raíces más profundas. A lo largo de las últimas décadas, la activación de enormes cantidades de mano de obra y capacidad productiva subutiliza­das en las economías emergentes ha generado presiones deflaciona­rias. Hoy, cuando esos recursos ya se han utilizado en gran parte, los precios relativos de muchos bienes tendrán que aumentar.

Más aún, hay un impulso global hacia la diversific­ación y, en algunos casos, la localizaci­ón de las cadenas de demanda y oferta, como respuesta a la creciente frecuencia de crisis graves y tensiones geopolític­as. Una economía global más resiliente resulta más costosa, y los precios lo reflejarán.

La guerra de Ucrania no solo ha acelerado esta transforma­ción de las cadenas de suministro, sino que además ha causado un marcado aumento de los precios de la energía y los alimentos, exacerband­o más todavía la inflación, especialme­nte en los países de menores ingresos. En el caso de los combustibl­es fósiles, el problema se ha visto agravado por un patrón preexisten­te de subinversi­ón en la capacidad en distintos puntos de la cadena de suministro.

Pero hay más: un porcentaje superior al 75% del PIB mundial se produce en países con poblacione­s que están envejecien­do. Las proporcion­es de dependenci­a de la tercera edad están en aumento, y en algunos países la fuerza de trabajo se está reduciendo. Las ganancias en la productivi­dad pudieron contrarres­tar la contracció­n de la oferta de mano de obra en relación con la demanda, pero tras cerca de dos décadas de caída del crecimient­o de la productivi­dad pareciera que tales ganancias no continuará­n.

Así las cosas, la inflación está creciendo rápidament­e y los bancos centrales se encuentran bajo presión para tomar medidas drásticas, pero su única opción real es reducir la demanda elevando las tasas de interés y reduciendo la liquidez. Son medidas que ya han provocado un masivo reajuste al alza de los precios, incluidas las monedas nacionales, y amenazan con empujar el crecimient­o global por debajo de su potencial, afectando desproporc­ionadament­e a las economías de menores ingresos, y con reducir la inversión en la transición energética.

Existe otra manera: adoptar medidas por el lado de la oferta. Por largo tiempo, el comercio y la inversión han hecho posible que la oferta se amplíe con rapidez en respuesta a la creciente demanda global. Sin embargo, en las últimas dos décadas -y especialme­nte en los últimos años- la proliferac­ión de barreras al comercio han añadido fricción a este proceso. Es necesario revertir el creciente proteccion­ismo: el presidente estadounid­ense Joe Biden debe eliminar los aranceles impuestos por su predecesor, Donald Trump, y Europa tiene que acelerar la integració­n de sus mercados de servicios.

Al mismo tiempo, es necesario hacer esfuerzos por mejorar la productivi­dad, para lo que las tecnología­s digitales son cruciales. Si bien la pandemia ayudó a acelerar la transforma­ción digital, hay varios sectores que están atrasados al respecto, incluido el sector público, y persiste la preocupaci­ón sobre los efectos de la automatiza­ción sobre el empleo.

Sin embargo, en un mundo con una oferta limitada y caracteriz­ado por persistent­es insuficien­cias de mano de obra, las tecnología­s digitales que mejoran la productivi­dad, en conjunto con mayores salarios para los trabajador­es, ayudarían mucho a avanzar en el equilibrio entre la oferta y la demanda. Por ejemplo, las herramient­as basadas en inteligenc­ia artificial pueden hacerse cargo de una amplia gama de funciones, desde analizar las imágenes de las maletas en aeropuerto­s hasta detectar indicios de cáncer en imágenes médicas. Más allá de las tecnología­s digitales, se puede agilizar y mejorar los regímenes normativos para reducir los cuellos de botella del lado de la oferta.

Medidas como estas se deben aplicar a los sectores tanto públicos como privados. A nivel internacio­nal, serán esenciales las iniciativa­s para facilitar el comercio, enfrentar las rigideces en las cadenas de suministro y cerrar las brechas de datos. De lo contrario, los bancos centrales tendrán que enfrentar la inflación solos, con graves consecuenc­ias para toda la economía global.

Michael Spence Premio Nobel de economía. Profesor emérito de la Universida­d de Stanford e investigad­or sénior de la Hoover Institutio­n. Es necesario revertir el creciente proteccion­ismo y mejorar la productivi­dad

 ?? ISTOCK ??
ISTOCK
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain