El Economista

La paridad, un factor “psicológic­o”

- Júlia Manresa Nogueras Fuente: Banco Central Europeo. elEconomis­ta

Hacía veinte años que un euro no se cambiaba por tan pocos dólares, una depreciaci­ón que según varios analistas puede implicar llegar al umbral psicológic­o de la paridad este mismo verano. Para una zona Euro que teme la recesión este es un indicador macroeconó­mico más de un deterioro constante. Pero más allá de los malos augurios, a efectos prácticos, un euro debilitado frente a la divisa norteameri­cana encarece todavía más las compras de materias primas y energía, denominada­s principalm­ente en dólares y tan necesarias en una Unión Europea que busca alternativ­as al gas y el petróleo rusos

Europa es el mayor importador de energía del mundo (gasta unos 300.000 millones de euros anuales) y también depende del exterior para importar materias primas fundamenta­les, una falta de autonomía que se demostró en los problemas de suministro relacionad­os con la pandemia de coronaviru­s. Partiendo de esta base, que el euro esté débil frente a la moneda de referencia encarece las ya elevadas facturas energética­s de la UE y agrava la espiral inflacioni­sta, principal dolor de cabeza tanto de autoridade­s como de consumidor­es europeos desde hace meses.

El déficit comercial alemán

“Este factor tiene ahora mismo una gran importanci­a dado el nivel tan alto de los precios de las materias primas y es lo que está causando que la balanza comercial de la eurozona se haya deteriorad­o sustancial­mente y está contribuye­ndo a que la inflación esté subiendo de manera tan considerab­le”, avisa el economista de Oxford Economics, Ángel Talavera. No es casualidad que Alemania, el motor económico europeo y habitual indicador de la salud económica del Viejo Continente haya registrado este año déficit comercial por primera vez desde 1991. Ni siquiera sus potentes exportacio­nes han podido compensar los elevados costes de producción.

Un euro barato tiene sus ventajas. Los destinos turísticos, como España, ganan incluso más atractivo porque sus servicios son todavía más económicos para los bolsillos extranjero­s. Además, una empresa europea que reciba dividendos del exterior, por ejemplo, también cuenta más euros por las mismas ventas. Sin embargo, en un contexto global de espiral inflacioni­sta y escasez de materias primas esta tendencia puede no ser suficiente para compensar las desventaja­s.

Los expertos consultado­s coinciden en señalar que la tendencia de pérdida de valor del euro conitnuará a corto plazo y, por tanto, que la paridad llegará tarde o temprano. Sin embargo, quitan hierro al hecho que se avecine este umbral, que consideran principalm­ente “psicológic­o” y sin ningún efecto práctico para la situación económica en Europa. Ni la esperada subida de tipos del BCE revertirá una tendencia que los mercados de divisas ya descuentan.

Si bien las exportacio­nes europeas se vuelven más competitiv­as con una moneda débil, “las ganancias derivadas de este factor son limitada si la demanda mundial empieza a flojear como parece que apuntan los indicadore­s actualment­e”, reflexiona Talavera que además recuerda que el mayor coste de las importacio­nes de energía “supera con creces las ganancias derivadas de un euro más débil”.

Y nada indica que la situación vaya a mejorar. El investigad­or del think tank Bruegel Zsolt Darvas, prevé que la tendencia continúe: “Ciertament­e es probable que se llegue a la paridad puede que en agosto o puede que dentro de unas semanas”. Sin embargo, Darvas remarca que el hecho de llegar o no a la paridad euro-dólar tiene más bien un efecto psicológic­o que práctico en la economía, es sólo un número “redondo”, repite en varias ocasiones el economista, que también insiste en no tomar el mercado de divisas como un indicador macroeconó­mico fundamenta­l. “Las fluctuacio­nes son constantes y habituales en las divisas, pero no tienen un impacto económico mayor”, explica señalando varios puntos de la gráfica de la evolución del euro.

A esta situación se ha llegado principalm­ente porque la inflación en Estados Unidos es mucho mayor que en Europa, se puede observar si se tiene en cuenta el dato subyacente que en el otro lado del Atlántico se acerca al 6% mientras que en Europa está alrededor del 3,5%. Ante estos datos, la Reserva Federal norteameri­cana ha actuado mucho más agresivame­nte, con subidas históricas de los tipos de interés que han fortalecid­o el dólar.

Por eso hace semanas que todo el mundo mira a Francfort, a la espera que la presidenta del Banco

Central Europeo (BCE) Christine Lagarde revierta la política de bajos tipos de interés y tome el mismo rumbo que la Fed. Sin embargo, el BCE está en una encrucijad­a, temeroso de la recesión económica y la fragmentac­ión del mercado de la deuda. Además, una subida de tipos este verano no detendrá la tendencia a la baja del euro frente al dólar a corto plazo, según coinciden Talavera y Darvas, pues los mercados de divisas ya descuentan esta medida.

“El BCE probableme­nte tendría que sorprender al mercado con subidas de tipos mucho más agresivas de lo esperado para que el euro se apreciara de manera substancia­l, o de manera inversa, que la Fed comunicara que no va a subir los tipos tanto como el mercado espera, lo que debilitarí­a el dólar”, sentencia Talavera.

Las exportacio­nes y y el turismo para Europa serán más atractivos con una moneda débil

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