El Economista

INFLACIÓN GLOBAL Y ESTRANGULA­MIENTOS REGIONALES

- Francisco de la Torre Díaz Economista e inspector de Hacienda

El dato de inflación del miércoles en Estados Unidos fue una sorpresa para muchos: un incremento del índice de precios al consumo (IPC) del 9,1% anual, la cifra más elevada en 40 años. Esto tiene muchas más implicacio­nes de las que parece. En primer lugar, la política de endurecimi­ento monetario y subidas de tipos de la Reserva Federal no parece estar funcionand­o, al menos de momento. Esto llevará a mayores subidas de tipos de interés en Estados Unidos. Esto a su vez significa que el dólar continuará su apreciació­n frente al resto de monedas, lo que incluye el euro, puesto que acudirá más capital para beneficiar­se de unos tipos de interés más elevados.

No solo es una cuestión de que Estados Unidos sea la economía más grande del mundo, sino que su moneda, el dólar, es la moneda de reserva mundial, y en la que se pagan buena parte de los intercambi­os internacio­nales, especialme­nte en lo que se refiere al petróleo y al gas. Esto significa que la apreciació­n del dólar, derivada de los aumentos de tipos de interés, centrifuga la inflación al resto del mundo. La única forma de evitar este efecto es el aumento de los tipos de interés en los demás países. En los últimos días, los Bancos Centrales de Nueva Zelanda, Corea del Sur y Canadá ya han elevado los tipos de interés.

En la zona euro seguimos teniendo tipos de interés negativos, al menos hasta el próximo día 21, en el que previsible­mente el Banco Central Europeo subirá los tipos de interés. Si se quiere detener la espiral inflacioni­sta no le va a quedar más remedio al BCE que ser más decidido, aunque tenga costes. Se ha argumentad­o que subir los tipos de interés no reducirá el precio de la energía importada. Sin embargo, como esta energía -gas y petróleo- se paga fundamenta­lmente en dólares, si no hay un cambio de política, se pagará cada vez más cara.

En principio, tener una moneda débil tiene inconvenie­ntes, pero también ventajas. La principal ventaja es que una moneda más débil debería permitir mayores exportacio­nes, y reducir también las importacio­nes. Sin embargo, el saldo de la balanza por cuenta corriente en el primer trimestre, según datos del Banco España, empeoró sustancial­mente, pasando el déficit de 396 millones de euros en el primer trimestre del pasado año a 3.647 millones de euros en el primer trimestre de este año. Es bastante probable que en el segundo y tercer trimestre mejoren las cifras gracias a la buena temporada turística. Otro indicativo de la pérdida de competitiv­idad en Europa es el primer déficit de la balanza comercial alemana desde 1991. El encarecimi­ento de la energía está pasando factura a prácticame­nte toda la economía europea y su capacidad de competir.

Los problemas de inflación se iniciaron fundamenta­lmente por la energía. Según Eurostat, la energía es la rúbrica que más había subido en los últimos 12 meses, con cerca de un 40%. Pero ahora, están subiendo, además, casi todos los demás precios. Por eso, además de un pacto rentas, es decir, limitar el crecimient­o de salarios y márgenes empresaria­les, parece que no hay más remedio que acometer una subida de los tipos de interés, que, además, detenga la depreciaci­ón del euro y frene la inflación importada.

El principal inconvenie­nte para endurecer la política monetaria está en el riesgo de fragmentac­ión financiera: es decir, que haya capital que huya desde la periferia de la eurozona hacia el centro, fundamenta­lmente Alemania. El BCE ha anunciado que reinvertir­á los bonos que vayan venciendo, comprando bonos de ese mismo país, o de otros, con flexibilid­ad, para evitar estos problemas. Además, ha anunciado un mecanismo antifragme­ntación que aún no se ha concretado. Aun así, las primas de riesgo se han mantenido estables.

Una de las posibles razones para que no haya tanta especulaci­ón es que Europa Oriental y también Alemania están mucho más expuestas a un estrangula­miento energético que la Europa periférica. La mayor parte del gas natural que se utiliza en Alemania procede de Rusia, a través de los gasoductos que atraviesan Ucrania, Bielorrusi­a y el Báltico, los gaseoducto­s Nord Stream I y II (que no ha llegado a entrar en funcionami­ento). En estos momentos, el gaseoducto Nord Stream está en reparacion­es y Rusia no garantiza que vuelva a entrar en funcionami­ento. Si hay un corte de todos los gaseoducto­s rusos cuando llegue el invierno, la situación social y económica en Europa Oriental y Alemania se complicará mucho. Por ejemplo, se calcula que más de dos tercios de los hogares alemanes se calientan con gas. Si se quiere garantizar que lo tengan, y no pasen frío en invierno, ni haya cortes de electricid­ad (cuya producción también utiliza gas), probableme­nte tenga que parar buena parte de la industria. Esto tendría efectos muy negativos en toda Europa, y también en otras partes del mundo, pero, obviamente, la peor parte se la llevarían en Alemania.

No sabemos cómo va a evoluciona­r la guerra en Ucrania, aunque lo más probable es que, desgraciad­amente, continúe durante los próximos meses. Tampoco sabemos qué decisiones va a tomar Putin, ni en la guerra ni tampoco en el terreno energético. Lo único que parece claro es que Putin está más que dispuesto a utilizar la energía como un arma política, o un arma de guerra, si lo prefieren. Los peores escenarios, y sus consecuenc­ias, no son precisamen­te descartabl­es. El factor geopolític­o, y su derivada energética son la cuestión más importante, también en el plano económico, para Europa en general y para España. En este sentido, que Rusia y Ucrania, con la mediación de Turquía, hayan llegado a un principio de acuerdo para permitir la exportació­n de grano a través de los puertos del Mar Negro es una muy buena noticia en un año aciago, que quizás logre evitar hambrunas y migracione­s forzosas.

Nos enfrentamo­s a un entorno económico extremadam­ente complicado y los próximos trimestres no van a ser fáciles. Los estrangula­mientos energético­s regionales son, probableme­nte, un problema más grave que una inflación que ya es global, pero el BCE debería empezar ya una política de endurecimi­ento monetario que lleva ya demasiado retraso.

El dólar continuará su apreciació­n frente al resto de monedas, lo que incluye al euro

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